El jueves pasado la familia Pérez Muñoz, dueños de “La Gran Confitería Paris”, hicieron público en sus redes el cierre del histórico comercio ubicado en la céntrica esquina platense de 7 y 49. Desde ese momento el diario El Día se refirió una y otra vez a este acontecimiento como un hecho desafortunado y lamentable por lo que significa este “emblemático” negocio para la ciudad y sus habitantes, haciendo mención siemre a la destacada clientela que era habitué del lugar.
El sábado el gobernador Axel Kicillof se reunió con los empresarios, quienes claramente estaban violando la ley decretada por el Gobierno nacional de prohibición de despidos. Lejos de alguna sanción por el manejo ilegal de la empresa, desde la Provincia informaron que “se les notificó de un abanico de alternativas de financiamiento y reconversión para tratar de evitar el cierre del comercio”, según publicóo El Día. También se hizo mención a que el gobernador bonaerense se comunicó con el intendente Julio Garro por este mismo tema. Mientras, las y los trabajadores estuvieron todos esos días a la deriva, sin propuestas del municipio, del gobierno y ni siquiera una mínima explicación de la misma empresa.
El pasado lunes, las y los trabajadores tuvieron una nueva reunión con los empresarios. Los representantes legales de “La Paris” les ofrecieron a los empleados que formen una cooperativa de trabajo y hacerse cargo del negocio, sin ningún plan serio y sin decir siquiera que pasaría con los sueldos adeudados y las indemnizaciones pertinentes.
En este contexto el diario publicó una nota editorial titulada “Todos somos la París” firmada por Ricardo Salome, presidente de la Asociación de Concesionarios Automotores de la República Argentina (Acara) y del Grupo Galia (un conglomerado de concesionarios integrado por Auto Haus (Volkswagen), Galia S.A. (Peugeot), Globalcar (Chery), Motorplat (Renault) e Italcar (ex Fiat, ahora reconvertida en agencia de usados).
No es casual la nota en estos días donde son varios los empresarios que, en línea con los grandes grupos económicos, se muestran "preocupados" por los salarios y el futuro de los y las trabajadoras. Buscan negociar en mejores condiciones amparánodse en la crisis y con la amenza latente de dejar un tendal de despidos.
Sin ir más lejos, en el día de ayer, el sitio Infobae cita un comunicado de Acara, con la firma de su presidente, el que dice que “entendía que ´lo justo´ sería que el Gobierno se haga cargo de los sueldos de los seis millones de trabajadores del sector privado ´por los próximos tres meses”´ya que los empleadores tuvieron “ingresos cero” por el aislamiento. Hoy debemos ser más keynesianos que nunca, hasta Trump lo está haciendo".
¿Todos somos la París?
La nota de Salome comienza de la siguiente manera:
“Las cosas no suceden hasta que finalmente suceden, reza el dicho popular bastante obvio, pero no por eso menos cierto y doloroso. Las desgarradoras palabras con las que la gente de la Confitería París comunicó que irremediablemente debía cerrar sus puertas, nos conmovieron profundamente”
En los párrafos siguientes detalla lo que significa para “los platenses” la extinción de la histórica confitería, de todos los que se sentaron en sus cómodas sillas, probaron sus exquisitas medialunas y tomaron su delicado café. Claramente en su mayoría no fueron las familias platenses trabajadores las que pasaban a diario y llenaban los bolsillos de los dueños. Pero más allá del sello de clase que tenía el negocio, “las desgarradoras palabras” de la gerencia hacia su clientela lejos estuvieron de contemplar de igual manera a empleados con 37 años de servicio, o los 20 de otros o inclusive los 5 que tenían los más jóvenes.
Parece que el lamento empresario tiene doble estándar a la hora de contemplar a las personas o de mencionar los infortunios de la situación. No existe ni la menor consideración con las y los que han dejado la mitad o más de su vida trabajando para el prestigio de la gran confitería y el bolsillo de los empresarios gastronómicos.
¿Todos sufrimos la crisis por igual?
Hacia mitad de la nota, Salome destaca que “cuando vemos desvanecer íconos de nuestra ciudad como la Confitería París, se nos pasan por la cabeza los miles de empresas, comercios e instituciones de la región ante la situación agobiante que estamos viviendo. Acá claramente también hay vidas en juego, porque el trabajo dignifica, nos mantiene saludables y nos da la satisfacción única de ver a nuestras familias y seres queridos progresar. En definitiva, es el progreso de la sociedad toda. La ausencia de eso es muy parecida a la muerte”
En esta verdadera oda a la unidad de común acuerdo entre el capital y el trabajo que desliza el empresario omite una parte importante de la realidad; justamente la de los más afectados por la situacion. Los empleados de “la París” son parte de una oleada silenciosa pero cada vez más significativa de los sectores donde se están descargando los costos de una profunda crisis económica y social.
Desde el inicio de la cuarentena hasta el 2 de mayo, son 2.502.538 trabajadores que han sido despedidos, suspendidos o cuyos salarios han sido reducidos. De ellos, los que sufrieron despidos y suspensiones son 1.791.912 (de los cuales 1.070.410 percibieron su salario con reducciones). Además hay 710.626 trabajadores que han visto su salario reducido como principal forma de ataque. Se destaca la enorme cifra de nuevos afectados a causa de los acuerdos salariales entre las cámaras empresariales y las dirigencias sindicales, con el aval del gobierno.
Estos son datos realizados por el Observatorio de Despidos de la Izquierda Diario, que toma estadísticas a lo largo y ancho del país.
Todos no. Ellos o nosotros.
Hacia el final, el empresario automotriz dice que “hoy todos estamos en un estado de máxima fragilidad... Hoy todos somos “La París”. Ojalá que quienes pueden y podamos hacer algo para evitar los finales tristes lo hagan y hagamos, antes de que todos nos tengamos que sentar a escribir esos párrafos dramáticos en lo que les comuniquemos a nuestros clientes, empleados, amigos y compañeros de vida el final de todas las ilusiones compartidas. Esto es ¡Juntos y entre Todos!”
Intentando igualar una vez más las responsabilidades entre empresarios y trabajadores, apelando al recurso dramático del esfuerzo y sacrificio común. Ricardo Salome dice que todos somos la París pero los dueños de la confitería, los Pérez Muñoz, que como él se han hecho millonarios a costa de sus empleados, en medio de la crisis y la pandemia optan por despojarse de las y los trabajadores como si fueran una carga pesada, sin siquiera mirar a los ojos a esas 33 familias de trabajadores con 37, 28,20, 8, 5 años de desempeño en su empresa. ¿Por qué no abren sus libros contables y muestran si están en crisis como dicen?
Ya sabemos de qué habla Ricardo Salome cuando dice “todos somos la París”; para ellos, todos son los intereses empresariales. Así lo demostró Paolo Rocca del grupo Techint. En ese “todos” no entran millones de trabajadores que pagan la crisis.
Para estas empresas los empleados son material descartable: cuando les va bien tratan de hacerlos rendir al máximo y cuando sus ventas bajan, ajustan con despidos, suspensiones o rebajas salariales. Nunca está en sus planes ganar un poco menos para mantener los puestos de trabajo y el salario. Las pérdidas serían de todos, pero las ganancias solo de ellos.
Queda claro también que tanto el Gobierno provincial como el municipal salieron en auxilio de la familia Pérez Muñoz. Nada de exigencias o sanciones por los despidos ilegales y el cierre unilateral. Si verdaderamente pensaran en mantener los puestos de trabajo, deberían ofrecer un plan viable para los y las trabajadoras. Si la empresa presenta quiebra y abre sus libros contables que demuestren esa situación, el gobierno podría estatizar el negocio y que sea gestionado por los trabajadores, reconfigurando la producción de ser necesario, adaptada a las necesidades sociales que implica la pandemia. Haciéndose cargo de todo lo adeudado y pagando las indemnizaciones.
Hoy más que nunca, unidad de las y los trabajadores
Estamos viendo en nuestro país que, bajo la excusa de la pandemia, hay un ataque masivo contra la clase trabajadora, con el gobierno, los grandes sindicatos y las patronales complotados juntos contra las grandes mayorías. Avalados por ese acuerdo por arriba, burócratas de gremios como comercio, metalúrgicos, gastronómicos y muchos otros le pusieron la firma para que le bajen los sueldos a sus propios afiliados. Ni hablar de los miles que ya fueron despedidos a pesar del decreto que supuestamente lo prohíbe.
Por otro lado también quedaron expuestas las condiciones de precariedad en que están resistiendo a la pandemia los “esenciales de la primera línea” es notable, basta ver a los y las trabajadoras de la salud, que a más de un mes de cuarentena aún exigen insumos y medidas básicas de protección en hospitales y centros de salud. En ese marco las y los trabajadores del Hospital San Martín se organizaron en un cuerpo de delegados para defender y garantizar las condiciones de trabajo, visibilizando su situación con una acción en la puerta del hospital.
También hay sectores que vienen organizándose contra despidos, suspensiones y rebajas salariales. Las y los trabajadores del Resto Malvinas y de la República de los Niños (vinculados al municipio), también de las Torres administrativas que realizaron un corte de calle por los despidos de empleadas de limpieza y en Ensenada los trabajadores de Amiplast vienen peleando porque llevan 13 despidos desde que arrancó la cuarentena. Los jóvenes precarizados de plataformas como Rappi o Globo, comidas rápidas y otros comercios más chicos avanzan en la coordinación para unir y organizarse contra los despidos, las suspensiones y las rebajas de salario. Hay que resistir los ataques uniendo todas estas luchas.
En esta crisis queda expuesto más que nunca que son ellos o nosotros. |