“Lo que necesito es alguien que me ayude a salvar estas personas de ser asesinadas” es una de las primeras frases crudas que sentencia Nicole Sirotek, una enfermera que se encuentra trabajando en Nueva York, estado que hoy es el epicentro de la pandemia con más de 300 mil contagios y 25 mil muertes registradas por coronavirus.
“Me sacaron mi paciente, un chico negro, y ahora me cambiaron de unidad” a lo que agregaba “literalmente las vidas de los negros no importan acá”, haciendo referencia al movimiento Black Lives Matter. “Me sucedió lo mismo en el otro hospital cuando estaba defendiendo a una mujer latina”.
“Sé que no todo el mundo va a sobrevivir, no soy tan inocente. Sé que vamos a tener muchas víctimas. Pero esta gente no está muriendo por coronavirus”. En el descargo detalla diferentes situaciones en las que se realizan prácticas de intervención negligentes a la hora de tratar a las y los pacientes.
Intubaciones mal realizadas o descargas con desfibriladores cuando no correspondía llegando a provocar la muerte de un paciente en su presencia mientras le advertía la situación a un director de enfermería: “‘¿Podés pararlo? Va a matar al paciente.’ el director de enfermería sacudió su cabeza, me di vuelta y había matado al paciente”. Así denunciaba a las direcciones de los hospitales en los que viene trabajando: “no les importa lo que le pasa a estas personas y yo solo tengo que quedarme mirando como mueren”.
“A nadie le importa porque todos son minorías y estamos en el maldito barrio” sentencia con brutalidad la realidad que atraviesan los sectores más oprimidos en el EEUU gobernado por Trump, que hace pocos días volvía a insistir con su discurso anti-inmigrante declarando que el muro en la frontera con México "se está construyendo rápidamente". Producto de la crisis sanitaria y económica que tiene mayor impacto en las y los inmigrantes y afrodescendientes, ya son más de 33 millones las personas que solicitaron un subsidio por desempleo en el corazón del capitalismo, lo que es considerado un récord histórico.
“Yo crecí realmente pobre, sé lo que es ser completamente olvidado y que nadie te defienda” afirma Nicole, que es una más de las y los trabajadores de la salud que se ponen al hombro la atención y el cuidado de los pacientes. Mientras tanto los gobiernos en todo el mundo destinan fondos multimillonarios para los empresarios y no garantizan los elementos básicos y el personal necesario para afrontar la pandemia con sistemas de de salud que arrastran décadas de desfinanciamiento.
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