Esta es la crónica de una lucha.
Una lucha contumaz, irracional, loca tal vez.
En esta crónica no hay ni buenos ni malos.
Solo hay un sistema.
Un sistema económico, social, político.
Un sistema de “subcontratos” que rima con “maltratos”.
Es la crónica de veinte Kellys que han dejado de fregar…
Y han cogido las armas.
La historia arranca en la habitación de un hotel Ibis en el distrito 17 de París. La habitación más barata cuesta 69 euros la noche, el precio de una suite familiar más acogedora es de 189 euros. Con 607 habitaciones, se trata del segundo Ibis de Francia en lo que a número de habitaciones se refiere. Presume de sencillez, convivencia y, por supuesto, de ropa de cama. Visiten el sitio web del hotel Ibis Clichy-Batignolles y "comprenderán que, efectivamente, ofrece eficacia al mejor precio".
La habitación está limpia. Cuando entras, alguien acaba de salir. Antes de posar la maleta y disfrutar de la comodidad de la cama, alguien ha apagado la calefacción, ha ventilado la habitación, ha comprobado que el huésped anterior no haya olvidado nada, ha informado a la jerarquía si constata algún daño, ha vaciado tus cajones, ha sacado la basura y la ropa sucia, ha lavado el suelo de tu cuarto de baño, ha limpiado tu bañera, tu lavabo, tu espejo y tu wáter, ha fregado tus zócalos y los marcos de las ventanas, ha lavado tus ventanas por dentro, ha colocado sobre la cama tu ropa y el kit de cortesía, ha arreglado tu cama, ha comprobado el funcionamiento de cada utensilio, de tu televisión, de tus bombillas, ha aspirado tu alfombra, tu sillón, tus cortinas, ha cerrado la ventana y ha vuelto a encender la calefacción. Todo ello en diecisiete minutos.
Probablemente no la hayas visto, pero las kellys nunca están lejos. Se llama Rachel, Kadiddiata, Sylvie o Maryam, tiene entre 30 y 60 años y es de origen africano. Hoy repetirá esos mismos gestos en otras 35 habitaciones, si no son más. Esta mañana, llegó a las 9 a.m para preparar su material de trabajo, pero sólo cobrará a partir de las 9:30 No le darán un ticket de comida para el almuerzo y tendrá que comprar sus propias botellas de agua. Según estipula su contrato, su jornada terminará a las 3 p.m., pero si un grupo de turistas se presenta a las 2:45 p.m. sin avisar, hará horas extras que no serán ni contabilizadas ni pagadas. ¿Y si se niega? ¿Y si se queja? Se le recordará que hay cientos de mujeres dispuestas a ocupar su puesto de trabajo.
En el Ibis Clichy-Batignolles, propiedad del grupo Accor, algunas kellys llevan en la empresa 15 años, pero aun así no están contratadas por el hotel. Como suele ocurrir en el sector hotelero, dependen de una empresa externa, en este caso la empresa de limpieza STN. En virtud de los convenios colectivos, esta subcontratación permite que el hotel tenga acceso a una mano de obra flexible, más barata y menos protectora con respecto a los empleados en nómina.
El 17 de julio de 2019, veinticuatro empleadas (incluyendo veintitrés mujeres y un hombre), cansadas de trabajar en condiciones que consideraban indignas, decidieron parar e iniciaron una huelga indefinida. Su reivindicación se resume en pocas palabras: fin de las externalizaciones. Exigían el mismo estatus laboral que las empleadas de Ibis. Este estatus implica, por un lado, el reconocimiento del trabajo realizado, pero también la garantía de no ser despedidas de la noche a la mañana, cobrar por las horas trabajadas diariamente y no por el número de habitaciones, tener derecho a descansos y a un ticket de comida para el almuerzo.
Ocho meses después, mantienen firmes los piquetes, como el primer día. Apoyadas por el sindicato CGT-HPE (Hoteles de Prestigio y Económicos), transitan entre reuniones y manifestaciones, multiplican las apariciones mediáticas, ocupan los vestíbulos de los hoteles y distribuyen folletos. Se reúnen todos los días, se dan fuerzas unas a otras, gritan, cantan, bailan... Desde hace ocho meses, su vida no es la misma. Pelean.
¿Quiénes son ellas? ¿Cómo soportan semejante pulso? ¿Qué posibilidades tienen de ganar frente a una empresa multinacional que factura más de 3.500 millones de euros?
El 11 de marzo de 2020, fueron a Estrasburgo para trasladar su mensaje al Parlamento Europeo. Las conocí en aquella jornada tan especial, perturbada por el inicio de una epidemia mundial pero atenuada por un tímido rayo de sol.
07h30 - París, Gare de l’Est – Salida hacia Estrasburgo
En el TGV camino a Estrasburgo, Sylvie, Kelly del Ibis desde 2013, observa a sus hermanas de lucha y rememora el inicio de la huelga. Da por sentado que nada las predestinaba a semejante contienda.
Según Carinne Eff, periodista que cubrió una huelga similar a principios del 2000, el analfabetismo sería incluso un requisito de las empresas de limpieza a la hora de seleccionar personal. Este es el testimonio que recopiló por aquel entonces: «Si te presentas sin saber leer ni escribir tu nombre y tu dirección, si eres un poco tímida, (…), te contratan. A las otras, las que saben, las que preguntan demasiado, no se les vuelve a llamar».
11h00 – Explanada de la estación de tren de Estrasburgo.
Aboubakar es hijo de una de las huelguistas. Nació durante la movilización y está presente en cada acto. Se le conoce como el «bebé de la huelga».
Se alza ante ellas el buque insignia francés de la industria hotelera, el grupo Accor. En el ranking mundial del sector, Accor ocupa la sexta plaza, con unas cuarenta firmas, entre las que se encuentran los hoteles Ibis, Novotel, Mercure y Sofitel. Accor está presente en 110 países y emplea a más de 280.000 personas en el mundo. Acusado de violar el Código Laboral, por las kellys y el sindicato, el grupo objeta que no es responsable de las condiciones de trabajo impuestas por las subcontratas. La empresa SNT, por su parte, explica que es el grupo Accor el que fija las reglas y dicta las cadencias y las tarifas.
"La subcontratación es algo habitual en la industria hotelera, ya que permite no sólo disponer de mano de obra capaz de trabajar duro, sino también de escurrir el bulto si hay problemas", argumenta Claude Lévy, secretario general del sindicato CGT-HPE, que acompaña a las "mujeres de Batignolles" desde el inicio del movimiento.
Según él, si Accor rechaza toda negociación no es por razones presupuestarias sino porque la más mínima concesión a las huelguistas del Ibis abriría inmediatamente una grieta que podrían aprovechar todas las kellys, en Francia y en otros lugares.
"Accor dispone de los medios necesarios para contratar directamente a sus kellys, ¡bastaría con que utilizase parte de los millones de euros que pagará a sus accionistas el próximo año! Sí, mil millones. Pensaréis que es propaganda de la CGT, pero no, ¡lo anunció el diario económico Les Echos la semana pasada!", dice con un tono irónico que no oculta su indignación.
Ocupación del vestíbulo del hotel Ibis frente a la estación de tren de Estrasburgo
Mil millones.
Con frecuencia la gente no sabe exactamente cuántas veces hay que multiplicar un millón para alcanzar el billón. Por ejemplo, un millón de segundos es poco más de diez días.
Mil millones de segundos son 30 años.
¿Y un billón? Es la cantidad que el grupo Accor pagará a sus accionistas entre 2020 y 2021. El pasado mes de febrero, el grupo anunció que en 2019 había registrado un superávit bruto de explotación (el margen entre gastos e ingresos) de 825 millones de euros, lo que supone un aumento del 14,8% con respecto a 2018. Un rendimiento récord aclamado por Les Echos y por el director general del grupo, Sébastien Bazin, quien asegura que "el crecimiento va a continuar".
El equilibrio de poder es obviamente desigual. Esta huelga es peculiar porque, por una vez, no es el chantaje a la mano de obra lo que hará inclinar la balanza. En efecto, puede que el parón de veinticuatro kellys pueda quizás acarrear algunos problemas de organización a la gestión del Ibis de Batignolles, pero para Accor y sus 5.000 hoteles, no significa nada.
No, la verdadera arma de las huelguistas es simbólica. "Mientras no nos escuchen, seguiremos armando jaleo", dice Sylvie en los vestíbulos de hoteles abarrotados, en los pasillos mientras los huéspedes duermen, en las redes sociales, en la calle e incluso frente al Parlamento Europeo... El objetivo de esta revuelta consiste en crear ruido mediático. De hecho, el éxito comercial de una multinacional como Accor depende en gran medida de su imagen de marca. Si el "escándalo" de 24 kellys logra empañar esta imagen, podrían cambiar las reglas del juego.
"Antes de meternos en esta lucha, ignorábamos que ahí fuera había gente que se movilizaba por los demás."
No avanzan en solitario. Desde el inicio del movimiento, las huelguistas del Ibis Batignolles pueden contar con el apoyo del sindicato CGT-HPE (Hoteles de prestigio y económicos) y el de su secretario general, Claude Lévy. Después de haber luchado por los derechos de los trabajadores del sector hotelero durante más de 30 años, el sindicalista aporta su energía y experiencia para organizar la lucha. Con él se encuentra Tiziri Kandi, una joven activista empleada también por la CGT-HPE. Juntos ayudan a las huelguistas a resistir a largo plazo.
Su apoyo es moral, ambos activistas están presentes en cada reunión; logístico, ponen su red humana y proporcionan material para la manifestación; y financiero, ya que un tercio de la caja de resistencia proviene del sindicato. Los dos restantes se financian con donaciones recogidas online o mediante eventos solidarios. Este fondo se creó para que las kellys pudieran compensar la pérdida de ingresos durante la huelga.
"Sin esta iniciativa solidaria, sería imposible mantener una huelga de siete meses", dice Sylvie. "El apoyo que nos dan Claude y Tiziri es realmente increíble, pero también hay gente de fuera. Antes de involucrarnos en esta lucha, no sabíamos que había un mundo exterior que se movilizaba por los demás. Incluso en la calle algunos transeúntes nos ven y nos dicen: "¡Adelante chicas, no os rindáis!"
"Esto nos anima a pelear hasta el final para ganar la guerra."
UNA LUCHA FEMINIZADA, UNA LUCHA FEMINISTA
El 8 de marzo, Día Internacional de los Derechos de la Mujer, las huelguistas del Ibis se unieron a la manifestación de París. Aquel día, se recaudaron en pocas horas más de 5000 euros para la caja de resistencia. "¿Te imaginas? ¡5000 euros! Sólo de pensarlo se me pone la piel de gallina", dice Sylvie. La huelga de las kellys del Ibis Clichy-Batignolles cuenta además con el amplio apoyo de grupos feministas como Femmes Égalité o el Collectif National du Droit des Femmes, que ven en ellas un símbolo emancipatorio frente al sistema patriarcal.
"Esta huelga es femenina - en el Ibis hay 23 mujeres y 1 hombre - pero también es feminista porque pone en tela de juicio lo que la sociedad impone a las mujeres, especialmente el trabajo a tiempo parcial ", explica Tiziri Kandi a la revista Contretemps. Según Clyde Plumauzille, historiador e investigador del CNRS, "esta lucha, que se añade a otras luchas recientes en el sector hotelero, abarca el conjunto de los y las trabajadores invisibles -porque están invisibilizados- quienes nos cuidan a diario, mientras la sociedad se niega a proteger sus existencias. (...) Simbolizan la globalización del mercado de servicios a la persona de los últimos decenios. Esas nuevas proletarias de la domesticidad son también protagonistas de la vieja historia de la división del trabajo en función del género, que hace que recaiga sobre las mujeres la casi totalidad del trabajo doméstico, ya sea gratuito o remunerado.»
12h30 – La comitiva avanza por las calles de Estrasburgo en dirección al Parlamento Europeo
Las calles están anormalmente vacías debido al Covid-19, pero esta circunstancia no desalienta a las huelguistas que corean sus mensajes sin descanso durante todo el recorrido.
El grito de las kellys ha llegado también a oídos de la Secretaria de Estado de Igualdad, Marlène Schiappa. La misma que el 23 de junio de 2019, hizo de la defensa de las empleadas del sector de la limpieza su caballo de batalla y anunció en Le Parisien: "Estas mujeres ya no pueden ser invisibles". Dos meses después, el 12 de septiembre, se dirigió al hotel Ibis-Batignolles para entablar diálogo con las huelguistas.
"Cuando la vimos llegar, nos dio mucha esperanza, pensamos que el problema estaba resuelto... pero comprendimos rápidamente que no haría nada", suspira Sylvie. En efecto, después de escuchar sus peticiones, Marlène Schiappa les explicó que, a pesar de su particular sensibilidad hacia la causa, ya que su bisabuela también fue empleada de limpieza en un hotel, no podría poner en causa la estrategia económica de Accor. ¿Debilidad o falta de voluntad? Tal vez un poco de todo.
Sin apoyo político, exceptuando la de algunos diputados como Danièle Obono o François Ruffin (LFI), las kellys del Ibis sólo pueden contar consigo mismas. Al inicio de la huelga, eran veinticuatro, pero a mediados de diciembre, cuatro de ellas decidieron volver a trabajar. Cuando han transcurrido ocho meses desde el inicio del movimiento, las veinte huelguistas restantes están decididas a llegar hasta el final. ¿Cómo se organizan? ¿Cómo se mantienen firmes a pesar de las dificultades y con tan pocos aliados?
PROFESIÓN: COMBATIENTES
Lo entendieron desde el principio: esta guerra sería total o no habría guerra. No bastaría con dejar de trabajar. Habría que dar la cara, habría que gritar, habría que luchar.
Todos los días, desde hace ocho meses, se reúnen frente al Ibis. Desde las 9 de la mañana hasta las 3.30 de la tarde, no tienen otro combustible que su talante positivo y su determinación. Todos los días reparten folletos a los huéspedes del hotel, hablan con los periodistas y se organizan para el siguiente paso. Todos los días cantan, bailan y corean su mensaje. El objetivo es doble: permanecer visibles para el mundo exterior y mantener viva la fuerza interior.
Thomas N’Kenzo es el hijo de Sylvie. Cuando no hay cole acompaña a su madre y no titubea a la hora de tomar cartas en el asunto.
13h – Las huelguistas se detienen delante del “Moman” (así denominan los habitantes de Estrasburgo a su catedral). Hoy está cerrada debido a la pandemia.
Todas ellas son conscientes del reto que supone la presencia diaria de piquetes, y cuando una se desalienta, las otras la animan. "Ahora somos como hermanas, es una familia", confirma Sylvie. "Nos hemos metido en la cabeza que es como si estuviéramos trabajando. El hecho de que estemos en huelga no significa que no tengamos que levantarnos por la mañana, ¡al contrario! De todos modos, si no seguimos adelante con el movimiento, estamos muertas..." añade con firmeza. La mayoría de estas mujeres nunca antes había experimentado un conflicto de este tipo. Gracias a su sindicato y a diversas reuniones, conocen el mundo de la militancia, descubren otras huelgas en la industria hotelera y evolucionan en el aprendizaje de la lucha social. Con el transcurso del tiempo, han compuesto incluso sus propias canciones.
"La huelga es un momento de emancipación y de liberación de la palabra. Les permite descubrir sus derechos. Identifican ciertas prácticas y perciben la existencia del trabajo oculto. Al final, la lucha permite que las consideremos desde otro ángulo y que algunas se conviertan después en activistas", explica Tiziri Kandi.
"SI NOS DETENEMOS AHORA, PERDEREMOS NUESTRA DIGNIDAD."
Han transcurrido ya ocho meses por lo que resulta inconcebible retroceder. "El director me propuso un apaño a título individual, pero ahora que estoy lanzada, no puedo irme y abandonar a las otras", dice Valérie, que ha sido la coordinadora de las “camareras de piso” del Ibis durante más de 15 años. "Hay que entender que esta lucha es como un pulso. Si nos detenemos ahora, perdemos nuestra dignidad", dice Rachel, otra huelguista. Dignidad. El término es potente. Al fin y al cabo, representa aquello que está en juego en esta lucha. Al desencadenar la huelga, las kellys del Ibis-Batignolles salieron en búsqueda de su dignidad. Su dignidad como mujeres, como trabajadoras inmigrantes, como engranajes esenciales de la maquinaria económica. Su dignidad de cara a los verdaderos beneficiarios de su labor diaria, pero también de cara a los clientes y al resto de trabajadores del hotel.
Las huelguistas se aproximan al Parlamento europeo, pero este permanece cerrado por razones sanitarias. La delegación de diputados europeos no podrá recibirlas.
Tras haber conocido a estas mujeres, podemos hacernos la misma pregunta: ¿cómo puede Accor mantener un pulso semejante? ¿Durante cuánto tiempo se puede permitir el lujo de hacer oídos sordos a las peticiones de las huelguistas? ¿Cuántos días de huelga, cuántas ocupaciones de vestíbulos de hotel, cuántos folletos habrá que distribuir y cuántas canciones nuevas se necesitarán para que la balanza se incline a favor de estas veinte trabajadoras?
En un primer lugar es la magistratura del trabajo la que debe manifestarse en relación a esta cuestión. En efecto, la CGT-HPE ha iniciado un procedimiento legal contra Accor y la subcontratista SNT a quienes acusan de regateo y de préstamo de mano de obra ilegal. Debido a la epidemia del COVID-19, el alegato, previsto inicialmente para el 12 de marzo, ha sido pospuesto. Durante el período de confinamiento, las huelguistas han conseguido firmar un ERTE con la STN, lo que les permite cobrar el 84% del sueldo. También es una oportunidad para recuperar fuerzas antes de relanzar la huelga cuando acabe el confinamiento.
Sea cual sea el resultado final, esta lucha permanecerá en la memoria de estas mujeres. Tal y como escribe Alain Damasio, la calidad de una lucha no se mide por sus logros, sino por lo que hace de y en nuestras vidas: una red, un orgullo inmanente, la nobleza de mantenerse en pie y avanzar. Ahora bien, las huelguistas del hotel Ibis Batignolles no se conformarán con el orgullo o la nobleza, sino con la mejora concreta de sus condiciones de trabajo. Tal y como resume Sylvie antes de bajar del tren:
Nota de la Traductora : Se eligió nombrar a las trabajadoras que limpian los hoteles como Kellys, tomando este nombre de la lucha de las trabajadoras que limpian los hoteles en el Estado español. Aunque en el caso de las trabajadoras de París no se agrupen con ese nombre, pensamos que representa bien su espíritu de lucha.