Este martes sesionó el Consejo Nacional de Salubridad para establecer las reglas del desconfinamiento. Son cuatro las medidas, entre ellas incorporar a la lista de actividades esenciales la construcción, la minería y la fabricación de equipo de transporte.
A partir del 1 de junio se liberan restricciones para actividades escolares y laborales en municipios sin contagios que colinden con otros municipios sin contagio; todas las empresas y establecimientos aplicarán medidas sanitarias obligatorias en el entorno laboral según las normas oficiales; a partir del 1 de junio la Secretaría de Salud definirá un semáforo semanal para cada entidad federativa, según el color se permitirán actividades con distintos niveles de intensidad.
La antesala de esto fue la reunión de Alfonso Romo con gobernadores y empresarios del sector automotriz del pasado 7 de mayo. Ahí ya estaba previsto autorizar la actividad en esta industria, a pesar de los riesgos para las y los trabajadores y sus familias.
Estas medidas se toman aunque en las ciudades con presencia de industria maquiladora han sido las más golpeadas por la pandemia, como el caso de Tijuana, Mexicali o Ciudad Juárez, por citar sólo algunas, donde la muerte se cobró las vidas de numeros@s trabajador@s. La crisis pandémica y humanitaria también se profundiza por las deportaciones masivas del gobierno de EEUU, que en una gran proporción reingresan a México a través de estas ciudades.
A ver cómo les va al gobierno y los empresarios con su desconfinamiento criminal. No está dicha la última palabra. En la frontera florecieron las protestas y los paros contra el mantenimiento de actividades no esenciales durante la Jornada Nacional de Sana Distancia establecida por el gobierno.
Un desconfinamiento sin medidas efectivas para combatir la pandemia es una medida estatal y patronal criminal. Ponen las ganancias de los empresarios por encima de las vidas humanas.
El gran capital no está dispuesto a mantener semi-paralizada la gigantesca cadena de valor desplegada entre México y Estados Unidos. Presionó, presionó y presionó, como el lobo sopló las casas de los dos primeros cochinitos del cuento. Pero la pandemia definitivamente no es un relato de los hermanos Grimm.
Con el anuncio de las medidas de desconfinamiento, López Obrador ratifica su subordinación a los designios que llegan desde Washington. Trump, el Pentágono y los cabilderos de la industria automotriz bramaron, y cedió. Porque desde que asumió el gobierno, el presidente repitió su mantra: mantener una relación de cordialidad y respeto con el presidente estadounidense, que ha humillado una y mil veces al pueblo mexicano.
Así como Trump pone en riesgo a millones de trabajadores estadounidenses y sus familias para reactivar la economía capitalista en el corazón del imperio -uno de los países más golpeados por la pandemia-, ahora López Obrador se prepara para aplicar sus órdenes en México.
Sin medidas efectivas de contención de la pandemia, porque se negó sistemáticamente a aplicar tests masivos a las y los trabajadores de los sectores esenciales -salud, transporte, telecomunicaciones, producción y distribución de alimentos, entre otros-, porque ni siquiera pudo garantizar algo tan elemental como el equipo personal de protección para el sector salud, ahora se prepara el desconfinamiento.
Ahora resulta que los automóviles son esenciales, cuando hay miles y miles de personas en México y en todo el mundo que mueren porque no hay vacuna contra el covid, porque hay infinidad de comorbilidades desatadas por el ritmo de explotación y las decadentes condiciones de vida bajo el capitalismo, porque los sistemas de salud están colapsados. Eso deciden los altos funcionarios desde la comodidad de sus escritorios. Ellos no tienen ningún derecho a decidir sobre la vida de millones.
No: los automóviles no son esenciales para la vida humana. Los insumos médicos, como cubrebocas, gogles, batas, guantes, respiradores, equipos de diálisis sí lo son. La única justificación para reactivar la industria automotriz y cualquier otra actividad no esencial es que se reconvierta la producción para fabricar insumos para combatir la pandemia, con el acuerdo y bajo control de las obreras y los obreros que manejan los hilos de la producción, que organizados en asambleas y comisiones de seguridad e higiene y asesorados por profesionales de la salud independientes del gobierno y las patronales, establezcan sus condiciones laborales y salariales para el desconfinamiento.
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