Foto: Ariel Gutraich - Fuente: Agencia Presentes
“La libertad sexual completa existe exclusivamente en el sueño libertario y en la pesadilla del reformador”
Ken Plummer, La diversidad sexual: una perspectiva sociológica
Ya desde fines del siglo XIX los enfoques médicos, psiaquiatrícos y crimonológicos incursionaron en la vida de hombres y mujeres homosexuales y lesbianas, en un esfuerzo sin precedentes en la historia para catalogarla y demarcar las líneas entre aquellas experiencias sexuales consideradas “desviadas”, “patológicas” y “viciosas”, de aquellas consideradas “normales”. Sin embargo, es el “moderno” y “tolerante” siglo XX el escenario donde los modestos procedimientos farmacéuticos del siglo XIX cedieron ante la radiación, los tratamientos de electro-shock y con hormonas en búsqueda de la ansiada “cura”.
A inicios de siglo XX en la mayoría de los países la homosexualidad era considerada, un acto inmoral o directamente un acto penable. Los primeros activistas del siglo XIX, surgen al calor la lucha por la despenalización de su sexualidad.
Es en el marco de la segunda posguerra mundial, en un contexto de políticas reproductivistas y familiaristas implementadas desde el Estado, cuando comienzan a aparecer con mayor envergadura voces críticas contra esta serie de prácticas aberrantes contra los “pervertidos”. El informe Kinsey, al proponer que la división entre heterosexuales y homosexuales no era tan tajante como se creía, provocó una desestablización de las normas socio-sexuales y fue leído como un “mensaje de liberación”.
El ciclo que abrió el Mayo Francés de 1968 permitió la irrupción de movimientos de liberación sexual que se alzaron reivindicando el orgullo de su identidad, cuestionando todas las instituciones que la reprimían. A finales de la década del 70 la derecha cristiana comenzó a organizarse contra los crecientes movimientos feministas y de liberación sexual.
Los ’80 fueron escenarios de una ofensiva de las clases dominantes, que encabezada por Tatcher y Reagan atacó las principales conquistas de los trabajadores y los oprimidos. Esta reacción vino acompañada por la propaganda reaccionaria contra la “peste rosa” desatándose una oleada de discriminación y estigmatización contra la comunidad homosexual.
No faltaron los señalamientos reaccionarios que veían al HIV/Sida como “castigo” por el uso excesivo uso de drogas y de una intensa y promiscua actividad sexual, la Iglesia pregonó este relato. También se planteó que la inoculación de semen en el recto durante la práctica de sexo anal, combinado con el uso de inhalantes con nitrito llamados poppers, producía la debilitación del sistema inmune. Pocos especialistas tomaron en serio estas teorías.
En este contexto se consolida la sexología y tal como sostiene el sociólogo español Óscar Guach en La crisis de la heterosexualidad, aparece “como nueva disciplina encargada de organizar el control social de la sexualidad”.
La remoción de la homosexualidad de las listas de enfermedades de la OMS significó una conquista democrática elemental, gays, lesbianas, travestis y transexuales no necesitamos de diagnósticos, ni cura. El hecho significó un paso más en la igualdad formal, pero hoy a 29 años los cambios en la vida real distan por lejos de aquel relato de una sociedad igualitaria y “tolerante” que los cambios avenidos en la década del ’90 quisieron retratar.
No estamos enfermos
Fue en junio del 2018 que La Organización Mundial de la Salud finalizó la undécima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11). Todas las categorías relacionadas con las personas trans se han eliminado del capítulo sobre trastornos mentales y del comportamiento.
El considerar a las personas trans, travestis, transgéneros y transexuales como personas enfermas implicó que, por largo tiempo, la psicología y la psiquiatría considerasen a las personas como perversas. Aquellos cuyos deseos se desviasen de lo supuestamente "normal" eran objeto de la psicopatología, rama encargada de corregir estas formas "no naturales".
Identidad y orientación sexual van de la mano pero no son lo mismo. La noción de identidad de género salió a la vista con los “Principios de Yogyakarta sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género”, en 2007.
En los Principios de Yogyakarta se buscó destilar el estado actual de la legislación internacional que ahora ya se aplica a las personas discriminadas por su orientación sexual e identidad de género en la forma de veintinueve principios que cruzan por una gama de derechos, entre ellos, los derechos civiles, políticos, sociales, culturales y económicos”.
Hoy en día son conocidas las consecuencias de los tratamientos que proclamaban curar la homosexualidad o transexualidad, los cuales muchas veces implicaban torturas, adoctrinamiento y la muerte.
Medidas ante la crisis
La crisis económica y sanitaria que estamos atravesando deja en claro que la diversidad sexual tiene mucho por lo que seguir luchando. A pesar de contar con la Ley de Identidad y la Ley de Matrimonio igualitario la vida material sigue pendiendo de un hilo.
En plena cuarentena las personas trans sufren desalojos, persecución policial y perdieron sus ingresos, producto de que la mayoría acude a la prostitución para subsistir. Miles de jóvenes sufren las consecuencias de la precarización laboral, que tiene mayor impacto en las y los LGBTIs que viven día a día la discriminación en sus lugares de trabajo.
Por eso es necesario un planteo integral ante la crisis como plantea el Frente de Izquierda exigiendo que se paguen el 100% de los salarios durante el aislamiento, el cumplimiento efectivo de la ley antidespidos y una asignación de cuarentena de 30 mil pesos sobre la base de un impuesto a las grandes fortunas. A su vez, se vuelve indispensable que se pongan a disposición los hoteles y viviendas ociosas para garantizar que todas las personas víctimas de violencia, así como quienes no cuentan con acceso al techo, o viven bajo hacinamiento, bajo la presión y la amenaza constante de las fuerzas "de seguridad" puedan salir de la situación de emergencia en que se encuentran
Liberarse de todas aquellas instituciones, que bajo formas más sutiles siguen normatizando la sexualidad, y cuyos efectos en la vida cotidiana son más que concretos supone volver a poner en el horizonte la crítica radical contra un sistema que se vale de las divisiones entre los explotados y los oprimidos para perpetuar su dominio. |