La subida del presupuesto de becas en un 22% (se invertiría más de 1.900 millones de euros en becas) junto con la eliminación de los requisitos académicos impuestos por el exministro Wert durante los gobiernos del PP, parece una buena noticia en mitad de un 2020 de calamidades. La medida permitiría beneficiar a mas de 600.000 estudiantes según el Ejecutivo e incluye un aumento de 100 euros en la cuantía de cada beca. Su adjudicación además quedaría designada por los niveles de renta familiar, al eliminar los requisitos académicos impuestos por el PP que incluían sacar un 6,5 de media en el primer curso y en posteriores la aprobación de un porcentaje de créditos, así como la contabilización de la nota media.
Con la reforma, en el primer curso se tendrá que sacar tan solo un 5 y en posteriores cursos el porcentaje de créditos ETCS aprobados quedaría de la siguiente forma: un 65% en las enseñanzas técnicas(antes un 85% o 65% + nota media de 6) y en Ciencias (antes en Ciencias era un 100% o un 80% + nota media de 6), un 80% en Ciencias de la Salud (antes un 100% o 80%+ nota media de 6,5) y un 90% en Ciencias Sociales, Jurídicas y Artes y Humanidades (antes un 100% o 90%+6,5 de nota). Esto permitiría que se beneficien 54.853 becarios en grados universitarios.
Por otro lado, la reducción de los umbrales permitirá que 71.155 de estudiantes universitarios de grado y máster se beneficien de la reforma al pasar de un umbral 2 al umbral 1. Como se ha anunciado por parte de Unidas Podemos desde sus distintas redes sociales, sería una forma de revertir los efectos de las políticas iniciadas en 2012 por el PP en materia de expulsar estudiantes de la universidad y la mayor subida en 10 años, en tono triunfal se ha presentado la medida como un éxito impulsado por el criticado ministro Manuel Castells que lleva varios meses decepcionando a las estudiantes y dejándolas atrás en mitad de la pandemia mundial.
¿Dónde está el truco en todo esto?
Como cualquiera que conozca a los gobiernos del PSOE desde que comenzó el Régimen del 78, uno se pregunta que hay detrás de esta medida social objetivamente beneficiosa para las estudiantes más precarias en mitad de una crisis económica. ¿Es esta la aclamada influencia de Unidas Podemos en el social-liberalismo del PSOE? ¿Estarían haciendo virar el gobierno “a izquierda” cumpliendo los temores de la extrema derecha y cumpliendo los sueños reformistas de IU tras tantos años de ser muletilla del PSOE en toda su historia? Como ante cualquier truco de prestidigitador, la clave está en no fijarse en lo que hacen a vista de todos, sino lo que ocurre en el resto del escenario mientras los espectadores estamos atentos a donde el mago nos pide que fijemos la vista.
El ministro Manuel Castells ha anunciado en múltiples entrevistas su intención de reformar la Universidad Pública, para adaptarla a las nuevas realidades y al contexto que vivimos. Afirmando venir de otra galaxia académica, llegaba al Gobierno para modernizar la arcaica estructura universitaria y daba esperanzas a sectores como los profesores asociados, afirmando que buscaría acabar con su precariedad y su situación de injusticia. Además, lanzaba la idea de revisar las becas, algo que habría cumplido ciertamente con esta medida.
Públicamente llegaba triunfal y fue aplaudido por los sectores de Unidas Podemos y Más País que alardeaban del exitoso currículum académico de Castells. Brillante sociólogo reconocido a nivel mundial y de quien nadie puede dudar de su brillante intelecto, quienes podíamos preguntar los motivos para traer a alguien inmerso en el sistema universitario anglosajón -y que parecía feliz en dichas dinámicas privatizadoras- como ministro del ala izquierda del gobierno fuimos acallados por el brillante currículum de Castells, blandido como llameante espada del arcángel Miguel.
Sin embargo, para desgracia de estos sectores, tan bien integrados en la casta universitaria, Castells llegaba efectivamente de otra galaxia, una muy lejana. Pero sí venía a traer el equilibro a la Fuerza, nunca lo sabremos porque como siempre, a algunos les gusta demasiado el marketing y poco el fondo del asunto.
Detrás del espectáculo de luces y de los hábiles trucos de ‘jedi’ para ganarse a gran parte de los aparatos políticos del neorreformismo, Castells no sólo empezaba a perder fuelle por su gran inactividad en la crisis que sufre la Universidad en medio de la pandemia, con fuertes críticas por parte de un estudiantado que se siente vulnerable y abandonado por quien decía preocuparse de ellos, sino que se permitía bromear al respecto y ridiculizar su situación en una entrevista de radio.
Aunque después se disculpó mediante una carta pública, la cuestión es que uno de los ministros más queridos al principio y mas desaparecidos durante la crisis del Covid-19 había conseguido ganarse el odio de miles de estudiantes y decepcionar a más gente incluso que Alberto Garzón como ministro de Consumo (al final uno está acostumbrado a que Izquierda Unida te decepcione, aunque no esperes nada de ellos). Quedaban aún los profesores como sector favorable al ministro, quizás ellos podían verse aún esperanzados por la actuación del ministro, pero Castells tenía reservado el truco final.
El modelo de Universidad del señor Castells
El 5 de mayo es noticia la presentación de un borrador de Real decreto de ordenación de las enseñanzas universitarias. En el borrador, destacaban varias cuestiones, entre ellas el balance positivo de los efectos del Plan Bolonia y de la mercantilización de la Universidad Pública. La expulsión de estudiantes, la precarización de los docentes, los recortes en recursos y la influencia de la empresa privada cada vez más creciente en las Universidades Públicas recibe el visto bueno de Manuel Castells. Maravilloso balance para un ministro colocado por el neorreformismo que dice defender los servicios públicos.
La propuesta aumenta del 15% al 25% el porcentaje de créditos de Grado que las universidades podrán reconocer por experiencia profesional y laboral, y por enseñanzas universitarias no oficiales cursadas. En el caso de los llamados grados y másteres duales, el porcentaje se amplía hasta el 50%, lo que supone un gran aumento de la influencia de la empresa privada, quien además tendría poder de decisión en el proceso de selección de acceso a los mismos. En general el borrador reconoce que, en la visión del ministro, la universidad no se trata de un centro de saber y cultura con un rol en la educación de las y los ciudadanos, y por tanto un papel social, para hacer una definición amplia, sino un centro de formación para actividades profesionales, siempre atendiendo a las mutaciones que sufre la sociedad y que modifican por tanto las enseñanzas que la Universidad debe ofrecer. Básicamente, que el mercado manda y las universidades públicas se adaptan. Para Castells, la universidad es simplemente un lugar de formación de trabajadores cualificados y listos para las actividades profesionales que demande la burguesía en cualquier momento. Algo que ya era así de facto en las Universidades Públicas, se convierte en un hecho formal y explícito, reconociendo el lugar que tiene la Educación en un sistema capitalista.
La cosa no termina ahí, porque el ministro además ha dejado caer que la crisis ha permitido que veamos las bondades de la educación online, por lo que plantea abiertamente que la Universidad Pública se adapte con modelos semi-presenciales o directamente online a la nueva realidad académica. Lo que nos permite intuir que conllevaran nuevos recortes, más precarización de los docentes y mayores dificultades para las y los estudiantes de familias obreras que con enorme esfuerzo aún pueden acceder a la universidad. Todo un broche de oro que se añade a un borrador de reforma universitaria que generaría excitación sexual en las filas del PP, que ven su obra terminada por alguien que impone lo mismo que ellos. Pero con una única diferencia: el hipócrita optimismo hippie tan habitual en el reformismo y el neorreformismo, que te vende una desgracia como si fuese lo mejor que te ha pasado en la vida. Esa necesidad de disfrazar los recortes en derechos y posibilidades materiales como “nuevas formas pedagógicas”, oportunidades de enseñar a los jóvenes a “ser más dinámicos” u otras gillipolleces que casualmente nunca se aplican a los hijos del barrio de Salamanca, de la burguesía catalana (quienes más subieron las tasas universitarias en su momento y avalados por el propio Castells) o de los señoritos andaluces.
En realidad, no debería sorprendernos nada, ya que el señor Castells proviene de una galaxia académica muy concreta, la anglosajona, en concreto de la parte estadounidense, ese sistema universitario que endeuda a sus estudiantes de por vida, de la cual muchos acaban suicidándose por el peso económico que tienen las deudas en sus vidas y otros malviven en la miseria por culpa de ellas. Y todo eso jamás molestó al señor ministro, que viene con un objetivo muy claro de colonizar nuestro sistema universitario con este mismo modelo.
Por una universidad pública, gratuita y de calidad
Frente a los trucos baratos del señor Castells, se hace necesario organizarse por una universidad pública, gratuita y de calidad, al servicio de la clase trabajadora y de los sectores populares. Por muy buena noticia que para miles de estudiantes pueda resultar el aumento del presupuesto de becas, no deja de ser objetivamente un parche en un mar de recortes materiales a sus vidas.
El propio concepto de beca nunca ha dejado de ser uno contrario a la idea de lo público, ya que reproduce las desigualdades materiales y sociales de un país capitalista. No podemos defender que tan solo los más excelentes de entre los estudiantes de clase obrera y de los sectores populares puedan estudiar, mientras los niños pijos se pasean por la universidad sabiendo que pueden pagar una y otra vez segundas o terceras matrículas, o directamente comprarse un título en una uni privada. La educación como derecho inherente al ser humano, implica que uno pueda acceder a ella independientemente de sus recursos económicos, es decir que el estudiante de familia obrera no tiene por qué necesitar ser un estudiante de 10 para poder acceder a la Universidad Pública, debe poder acceder sea cual sea su expediente académico, como un simple ejercicio de lo que es su derecho como individuo. De la misma forma que un trabajador debe también tener derecho a acceder si lo desea a la enseñanza sin que esto le suponga mayores perjuicios.
Entender la educación como derecho, implica eliminar cualquier obstáculo de acceso a lo que debe ser un centro de saber y de conocimientos y no una fábrica de trabajadores cualificados sin más. Como decía el filósofo revolucionario Simón Rodríguez, no se trata tan solo de dar formación técnica a los miembros de una sociedad, sino también una serie de valores que conciban la necesidad de vivir en comunidad y el estar en contra de la explotación del hombre por el hombre. Y si nos dicen que no hay dinero para ello, señalemos de dónde sacarlo, de que podemos expropiar a la Monarquía, a la Iglesia y a los capitalistas para financiarlo, que impuestos progresivos son más efectivos que subidas de tasas para cubrir los gastos de la enseñanza y que, por tanto, el derecho a la Educación de millones de personas es más valioso que los privilegios de una minoría parasitaria, explotadora y reaccionaria.
Por tanto, debemos impulsar la organización de las estudiantes y de las docentes para que combatan el modelo de universidad del señor Castells, pero no para volver a anteriores modelos que también reproducían las lógicas mercantiles aunque tenían la decencia mínima de ocultarlo bajo una capa de frases bonitas, sino para discutir y crear colectivamente un nuevo modelo de enseñanza que contenga los valores y el pensamiento de una sociedad que crea en lo colectivo, en el rechazo a la mercantilización y a la explotación. Una nueva Universidad para un nuevo tipo de sociedad. |