La semana pasada se viralizó un hecho de violencia de género por un chat personal que compartieron sin querer dos docentes en el zoom donde se estaba llevando a cabo una clase virtual. En éste se podía ver cómo cosificaban a una alumna que se había comunicado con uno de ellos por problemas técnicos para conectarse a la clase.
¿Qué es la cosificación? Es un proceso donde se transforman las relaciones sociales en relaciones entre cosas restando humanidad a la interacción entre sujetos “las objetiviza”, es decir, resta todas las cualidades humanas a las relaciones sociales. Es un fenómeno resultante del sistema capitalista donde se establecen relaciones de dominación, bien marcadas, que no son cuestionadas en un principio. Un sistema donde la mujer es vista como un “objeto de mercancía” , para satisfacer un “placer” ajeno.
Esta situación, de la cual les estudiantes fueron testigos, fue inmediatamente respondida por un rechazo colectivo, un cuestionamiento frente al intento de justificación de los docentes que alegaban que se había tratado de un chiste que no se detuvo ahí, sino que apuntó contra una lógica tradicionalmente expandida que considera que el error radicó no en el hecho en sí, sino en que éste se hiciera público.
Este cambio en la subjetividad en la sociedad se debe a la lucha que viene gestando el movimiento de mujeres desde las grandes movilizaciones por el #NiUnaMenos a partir del 2015 y la lucha por el aborto legal que terminó “contagiando” a nivel internacional, poniendo en foco lo que antes parecía natural: violencia, cosificación, discriminación. Los reclamos de las mujeres han ganado legitimidad, desnaturalizaron lo naturalizado y crearon nuevos sentidos.
Otra de las conquistas que tuvo este enorme movimiento fue la creación de un Protocolo de Actuación en situaciones de discriminación y/o violencia de género, votado el 18/07/2019. Este protocolo es el que se pone en marcha cuando la alumna hace la denuncia ante el Comité de Actuación de la UNS del que participan profesionales de abogacía, psicología, trabajo social y/o afines con formación en perspectiva de género. En este caso, el Comité de Actuación accionó el protocolo a favor de la denunciante, definiendo la suspensión de las clases de la materia durante la semana y el apartamiento temporal de los profesores con el fin de evitar la revictimización. Cuenta con 10 días para realizar entrevistas, recabar información y elaborar un dictamen en el que se recomienden los pasos a seguir.
Lo que es evidente en este hecho es que la violencia ,que anteriormente vivíamos en las aulas, queda a la vista de todes les estudiantes, y posteriormente la comunidad bahiense, por el mal uso de la tecnología por parte de los docentes. De lo contrario no habría sido de público conocimiento, pero aún así es expresión de la violencia de género que es sistemática y atraviesa cada ámbito de nuestras vidas.
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Pero, ¿qué pasa con la violencia que no se ve?
Si algo deja en claro la pandemia es que las mujeres y las disidencias somos les más golpeades por la crisis. Por un lado muchas compañeras tenemos que disponer de más tiempo que antes para las mal llamadas “tareas del hogar”, dejándonos menos tiempo para el estudio y para realizar una cantidad de trabajos prácticos que vienen a suplantar los exámenes presenciales. Y ni hablar de les que no disponen de los recursos de conectividad para poder “asistir” a las clases virtuales o un dispositivo para poder leer la cantidad de pdfs que nos mandan. La UNS nos quiere imponer una normalidad cuando la realidad para muchas compañeras es totalmente distinta a la que teníamos prepandemia. Muchas trabajábamos para mantener nuestros estudios, de manera informal, limpiando casas o cuidando niñes. Hoy la mayoría dejamos de percibir ingresos y, quienes logramos acceder al IFE, teniendo en cuenta que muches quedaron fuera, recién lo estamos cobrando un mes y medio después de la cuarentena y cuando las clases ya comenzaron. Las autoridades de la UNS se desentienden de la violencia económica que sufrimos las estudiantes, que hace cada vez más elitista a la universidad y que termina expulsándonos, mientras los centros de estudiantes siguen simulando normalidad.
No nos resignamos a ver como somos cada vez menos en las carreras, ni a que seamos cada vez más pobres como dijo el intedente. Si ellos se desentienden e invisibilizan esa violencia, nosotras las mujeres y disidencias tenemos que organizarnos para que no puedan mirar más al costado.
Es por esto que las feministas socialistas de Pan y Rosas y Tesis XI en la Juventud del PTS, vemos urgente pelear por mejorar los montos y la cantidad de las becas universitarias, así como nos estamos empezando a organizar junto a a otres trabajadores de la red de trabajadores precarizades e informales, por un salario de cuarentena de $30.000 basado en un impuesto a las grandes fortunas. Te invitamos a sumarte a estas peleas, como ya lo demostramos en las calles, si unimos fuerzas dificilmente nos pueden parar.
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