Vivo en una zona rural de Pontevedra y es la segunda vez que me toca presenciar esta situación, donde familias enteras de los barrios de la localidad tienen que ir a los campos aledaños para buscar algo para comer. Aunque sea comida para animales, no apta para el consumo humano.
Lo vi por primera vez durante la crisis del 2001, con el gobierno de De La Rua, donde millones fueron condenados a la pobreza, empujados a la desocupación y al hambre, mientras el país era saqueado por el FMI, cualquier parecido con la realidad actual no es mera coincidencia. Como una película repetida, en las últimas semanas, en medio del aislamiento social y obligatorio decretado por el gobierno de Fernández, me toca observar el mismo episodio, el hambre se hace sentir y golpea duro en los barrios pobres, como sucede a miles de trabajadores informales o que viven de "changas" y no pueden salir a ganarse el sustento diario. A pesar de los anuncios del gobierno millones no pudieron acceder a cobrar el IFE que para colmo es totalmente insuficiente, no alcanza ni para una semana. Según trabajadores de ATE-INDEC se necesitan $67.371 para alcanzar la canasta familiar.
Yendo a rebuscarme el pan me crucé con un pibe que llevaba unas bolsas de arpillera llenas de choclo en la espalda y me decía: "me enteré del campo de choclo por un vecino y vi una posibilidad de poder alimentar a mi familia. Trabajo en negro, como ayudante de albañil y ahora no puedo salir a trabajar, tengo dos hijos y mi esposa cobra la asignación, pero con eso solo no nos alcanza para vivir".
El hambre y la situación deseperante que está viviendo lo llevaron a consumir este tipo de cultivos. Aunque sepa que estos vegetales son sembrados para los animales, que no se recomienda su consumo por humanos, ya que se fumigan con agrotóxicos como plaguicidas y herbicidas, conocidos por sus nombres comerciales como Glifosato o Randall. Este cultivo no apto para la alimentación humana es muy distinto al que se compra en las verdulerías ya que es de otra variedad, es producido en quintas o huertas y la fumigación es diferente.
Es tan crítica la situación que se vive en las barriadas que muchas personas ven en estas siembras transgénicas una forma de subsistencia, incluso con el peligro de intoxicarse e intoxicar a sus propias familias. Toda una demostración de lo desesperante que se torna la vida en estas condiciones. Mientras tanto el Intendente del distrito Gustavo Menéndez, se divierte en las redes sociales, y el gobernador de la Provincia Kicillof está mas preocupado por culpar a su par de la ciudad de Buenos Aires por la propagación del virus.
Incluso hace unos días se supo que el gobierno de Fernández pagó 320 millones de dólares a los buitres del FMI, y que en el Congreso el Frente de Todos acordó con Cambiemos rechazar el proyecto a las grandes fortunas que presento el FIT-U que permitiría asegurar salarios de cuarentena de $30.000, como mínimo a todos los que se quedaron sin ingresos en medio de la cuarentena.
En este contexto se hace sumamente imperioso luchar por imponer un programa en beneficio de las amplias mayorías, organizarse desde abajo, como los están haciendo desde la Red de Trabajadores Precarios e Informales planteando la necesidad de obtener los salarios de cuarentena para todos los que se quedaron sin ingresos, en base a un impuestos a los ricos que se la vienen llevando en pala con todos los gobiernos de turno. No podemos permitir que se subsidie a grandes empresas mientras familias enteras no tengan para comer o se den míseros aumentos a los jubilados. No queda otra que organizarnos y salir a pelear. |