Situación de la escuela antes de la pandemia
El proyecto de inclusión en México siempre ha sido una aspiración que no se ha conseguido, un plan inconcluso; en cuanto a ideales y objetivos suena maravilloso, pero los protocolos para la puesta en práctica son contradictorios o, muchas veces, inexistentes. La educación inclusiva defiende el derecho a la educación para todos, en todos los casos, evitando la exclusión por cualquier motivo; esto implica que no haya tolerancia hacia la discriminación en las escuelas por causas de raza, género, etnia, discapacidad, etc., y que se les brinde la misma calidad educativa a todos los alumnos. Tristemente no es el caso de la educación inclusiva en México.
En México todas las escuelas deben aceptar a cualquier alumno sin importar género, raza, etnia, o discapacidad, ése es un primer paso a la inclusión escolar; en el caso de los alumnos con discapacidad no basta con “aceptarlos” para considerar que la inclusión es un hecho, es necesario brindarles las condiciones adecuadas para su aprendizaje. Implica modificaciones de espacios, materiales, actividades y estrategias, entre otras cosas, y para que sean eficientes es indispensable la capacitación de todo el personal escolar en diversos temas, asesorías permanentes por parte de especialistas, etc., sólo por mencionar algunos elementos indispensables para la inclusión, pero en realidad es un tema mucho más amplio. Nunca ha existido un plan en nuestro país que abarque todo esto.
En las escuelas públicas el apoyo de UDEEI (Unidad De Educación Especial y Educación Inclusiva) sigue siendo insuficiente, ya que no todas las escuelas cuentan con éste, mientras que la población de niños con discapacidad es cada vez mayor. Los CAM (Centros de Atención Múltiple) funcionan gracias al compromiso del personal docente, pero no en todos los casos se tienen las condiciones para que se logre la meta de la inclusión. El actual gobierno ha dado continuidad a lo que viene sucediendo desde siempre: favorece la privatización de la educación y, en particular, de la educación especial, haciendo más recortes al financiamiento de los CAM.
En las escuelas privadas, a los alumnos con discapacidad (si es que son aceptados) se les pide una “maestra(o) de apoyo”, “maestra(o) sombra” o “acompañante terapéutico” para bridarle apoyo específico al alumno(a) y asesorar a los maestros titulares; el sueldo de estos maestros y maestras de apoyo corre a cargo de las familias, por consecuencia, los sueldos suelen ser muy bajos. Estos puestos suelen ser tomados por personal sin experiencia o recién egresados de alguna carrera afín a la educación cuando, en muchas ocasiones, la condición del alumno requiere de alguien con experiencia y conocimiento especializado. Esta forma de trabajo deja la educación de los alumnos con discapacidad totalmente en manos del maestro(a) de apoyo/acompañante terapéutico, permitiendo que las escuelas se deslinden del proceso de inclusión, reduciendo su compromiso a “aceptar” que el alumno(a) y su maestro(a) de apoyo se presenten al colegio. En las escuelas públicas, cuando se requiere de algún maestro(a) de apoyo y no se cuenta con personal de UDEEI, este puesto puede ser tomado por algún familiar del alumno que lo requiere.
Los alumnos con discapacidad ya viven situaciones de desigualdad debido a su condición, pero además se ven afectados por las desigualdades de clase, ya que las familias de clase económica alta tienen recursos para pagar todas las terapias y apoyos que sean necesarios, ampliando las oportunidades de desarrollo para el alumno, mientras que las familias de clase media y baja dependen de los programas gratuitos o de bajo costo que ofrecen algunas instituciones, los cuales muchas veces tienen largas listas de espera, así las oportunidades de desarrollo para estos alumnos se van reduciendo a causa de su clase socio económica. La educación se convierte en otro agente de desigualdad para ellos, cuando se condiciona la permanencia del alumno en la escuela a la asignación de un maestro(a) de apoyo que la familia debe conseguir y financiar.
La capacitación en temas de inclusión siempre ha sido opcional, ni las escuelas públicas, ni las privadas ofrecen estas capacitaciones, es tarea del docente (titular o de apoyo) buscar y pagar la capacitación si así lo desea, a pesar de que la inclusión es obligatoria en todas las escuelas.
Como resultado tenemos trabajadores precarizados y sin la preparación adecuada para poner en práctica el proyecto de inclusión, en el mejor de los casos, personas con buena actitud trabajando en espacios que poco favorecen la inclusión.
Situación durante la pandemia
Debido a la diversidad de discapacidades, las diferencias particulares de cada alumno y la situación socioeconómica que se vive en cada caso, hay algunos alumnos con discapacidad que han logrado sacar provecho de la estrategia Aprende en Casa, pero gran parte de la población de alumnos con necesidades especiales han sido excluidos, ya que hay quienes padecen discapacidad motriz y requieren el apoyo físico de su maestro(a) sombra, hay alumnos con discapacidad cognitiva para quienes las actividades de refuerzo que se envían no son útiles, siguen sin entender los temas, requieren manipular materiales con la guía de sus maestros(as) para alcanzar el aprendizaje esperado, también hay alumnos con retos conductuales, y a distancia es prácticamente imposible para los maestros(as) manejar los temas conductuales.
La estrategia Aprende en Casa además plantea una visión estandarizada de la enseñanza y del aprendizaje, ya que los maestros están limitados en cuanto a dinámicas, materiales y estrategias didácticas lo que obliga a todos los alumnos a aprender con el mismo material y el mismo método (videos, lecturas y algunas otras pocas estrategias), cuando sabemos que no es posible ya que en cada grupo tenemos alumnos con diferentes formas de aprender, ¿Dónde quedan las teorías de las inteligencias múltiples de las que tanto nos han hablado en los últimos años?, con la llegada de la Nueva Escuela Mexicana mucho se dijo sobre la importancia de realizar adecuaciones y ajustes razonables, ¿dónde queda esa posibilidad ahora? Por otra parte, la mayoría de los alumnos (con y sin discapacidad) obtienen mejores resultados cuando se les expone a diversos materiales y estrategias. En el caso de los alumnos con discapacidad, aun cuando se hacen adecuaciones al material, no les es funcional porque es inherente al trabajo del maestro(a) de apoyo y los padres no siempre saben cómo usar este material, provocando, entonces, que los alumnos se vean obligados a conectarse a una clase particular con su maestro(a) de apoyo, sin que esto garantice el resultado esperado y siendo otra vez excluidos de la clase de su grupo.
Todo lo anteriormente planteado hace pensar que tal vez estos alumnos y sus familias tendrían que adquirir otros dispositivos tecnológicos, adaptados a sus particularidades (si es que los hay), abriendo nuevamente la brecha de la desigualdad social y de clase, reduciendo las oportunidades de desarrollo para los alumnos de las clases socioeconómicas medias y bajas, más aún en el marco de la pandemia, donde las familias están sufriendo despidos, suspensiones y recortes salariales, contradictorio al proyecto de inclusión siendo excluidos una vez más.
Pongo como ejemplo el caso de un alumno con autismo y TDAH al que, si no le gusta la clase, se desconecta y apaga la computadora, sus padres están haciendo home office y no pueden estar al pendiente de la clase, la maestra titular culpa a los padres por no estar presentes y los padres culpan a la maestra por no saber mantener la atención de su hijo y por no tener estrategias para enseñarle a distancia, la maestra de apoyo queda totalmente sin herramientas para nada, aunque ella haya enviado adecuaciones, sugerencias y materiales ¿Qué hace cuando el alumno ya apagó la computadora y se fue? Y nada de esto es culpa de los padres ni de los maestros, lo que no funciona aquí es la estrategia.
Este es el caso de muchos de nuestros niños y hay una gran diversidad de otros casos que están siendo excluidos.
Basta con mencionar a los alumnos que con o sin discapacidad, viven en entornos violentos, situaciones graves de escasez de recursos económicos, hambre, hacinamiento, bajas posibilidades para el acceso a Internet, etc.
Situación laboral de maestros(as) de apoyo
Los maestros(as) de apoyo o acompañantes terapéuticos regularmente somos pagados por las familias –como ya lo había mencionado– no tenemos contratos, mucho menos prestaciones; en este momento de pandemia no somos esenciales y nuestros empleos corren peligro porque es un lujo para las familias seguir pagándonos, la mayoría de las familias trabajadoras no pueden hacerlo. Esto deja al descubierto la necesidad de formalizar nuestra actividad laboral, tanto en el sector privado como en el público.
Algunos(as) estamos conectados(as) a distancia a la clase de la maestra titular y por llamada telefónica acordamos con el alumno para asesorarlo en lo que requiera, esto funciona sólo con aquellos cuyo desempeño académico está cerca de lo esperado y que no presentan retos conductuales.
Otros(as) acudimos diario a casa de nuestros niños a tomar la clase en línea junto con ellos para poder brindarles el apoyo personalizado que requieren, arriesgándonos a contagiarnos en los traslados y contagiarlos a ellos y sus familias. Creo que no debe culparse a las familias por esto, ya que ellos están pagando por nuestros servicios y las escuelas exigen evidencias para su evaluación; la única manera de obtener dichas evidencias es con nuestro apoyo, lo que no es congruente aquí es la estrategia Aprende en Casa.
Estamos también quienes enviamos a casa sugerencias y adecuaciones que los padres, difícilmente, lograrán ejecutar, pues no son pedagogos ni maestros; se corre el riesgo de que los alumnos queden confundidos y desmotivados en vez de alcanzar los objetivos de aprendizaje, provocando estrés a todos los involucrados. No debe culparse ni a las adecuaciones del maestro(a) por ser ineficientes, ni a los padres por no saber aplicarlas, lo que no está funcionando es la estrategia educativa.
Algunos más, estamos en una posición muy incómoda donde, incluso, nos han pedido que nos vayamos a vivir a casa de nuestros alumnos hasta que acabe la contingencia. Por muchas razones esto no es viable ni justo para el docente, para empezar porque en el hogar no somos figura de autoridad y, para acabar, porque aún en el encierro tenemos vidas privadas y otras responsabilidades que cubrir, pero para las familias resulta injusto tener que seguirnos pagando cuando no están obteniendo los resultados esperados por parte de nosotros y más si la escuela exige evidencias para evaluar. Insisto en que, lo que no está funcionando aquí es la estrategia de educación a distancia.
Al ser ineficiente la estrategia educativa actual ante la pandemia tanto para la mayoría de los alumnos con discapacidad como para el personal que les brinda apoyo educativo, considero pertinente unirnos al pronunciamiento realizado por Agrupación Nuestra Clase, Educación Especial Hoy y docentes independientes para exigir que se concluya el ciclo escolar, que se continúe con el envío de actividades académicas para su realización en casa de manera NO OBLIGATORIA, y que se proteja el empleo y los salarios; a continuación el link para la consulta de la propuesta completa: http://chng.it/yrkSCc9t.
Algunas propuestas para que la educación inclusiva sea una realidad serían
1. Un plan educativo que contemple a los niños con discapacidad desde el inicio.
2. Una metodología que les permita a los docentes atender a la diversidad.
3. Capacitación y asesoría permanente a todo el personal en temas de inclusión.
4. Que la figura del maestro(a)sombra/de apoyo/monitor/acompañante terapéutico sea considerada como necesaria e indispensable dentro de la escuela, brindándole los mismos derechos laborales que a cualquier docente.
5. Que la figura del maestro(a)sombra/de apoyo/monitor/acompañante terapéutico sea financiada por la escuela, tanto sueldos como capacitaciones.
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