La crisis económica mundial por la pandemia, agudizada por la debilidad de la economía luego de Lehman Brother, tendrá consecuencias que aún no es posible dimensionar, pero que muchos la comparan con la Gran Depresión del 30.
En este contexto, América Latina también es golpeada por la catástrofe, pero no es un rayo que cayó en cielo sereno. La región atravesó el fin “boom” de las commodities, la crisis afectó desde 2013-2014 y mostró el fracaso de los gobierno posneoliberales que no lograron revertir el atraso y la dependencia. Algunos países de Latinoamérica ya estaban en recesión o registraban un menor crecimiento. En 2018 la economía de América Latina creció 1,1 % y pasó al 0,1 % en 2019.
La informalidad laboral, los empleos precarios, economías primarizadas son características estructurales en la región, no resueltos por los gobierno posneoliberales y que provocará un mayor impacto de la crisis.
El economista Michel Husson advierte que los países “emergentes” (como se denomina a los países atrasados y dependientes) afectados por la salida de capital y la caída de los precios de los productos básicos, contribuirán a la contracción de la economía mundial.
Desplome de las economías latinoamericanas
Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo señala que la tasa de crecimiento para la región en 2020, dependiendo del escenario (que estimaron con impacto moderado a extremo), se ubicará en un rango entre el -1,8 % y el -5,5 %.
Además, según los choques moderado y extremo, “la región podría perder entre el 6,3 % y el 14,4 % del PIB en los próximos tres años (asumiendo que las cifras de la tabla son el promedio anual por tres años)”, añade el documento.
¿Cuáles son los motivos de este derrumbe? Las economías fueron sacudidas por el hundimiento de la oferta y la demanda interna en simultáneo por la crisis sanitaria. Esto afectó a los países independientemente del tipo de bloqueo que se aplicó. En otro nivel, hubo causas externas como el desplome del comercio mundial, la baja de los precios de las materias primas y de los flujos de entrada de capital.
La Organización Mundial de Comercio calcula que el volumen del comercio mundial en 2020 bajará entre el 13 y el 32 %, lo que afectará las exportaciones.
La baja de la demanda de China y el resto del mundo redujo los precios de las materias primas, el desplome del precio del petróleo (que llegó a valores negativos) se explica por la caída de la demanda, su capacidad de almacenamiento al límite, junto a la “guerra de precios” entre Arabia Saudita y Rusia a comienzo de año.
Un interrogante sobre la profundidad del impacto en América Latina es qué sucederá con China ya que es el principal socio comercial de muchos de los países de latinoamericanos. La economía del gigante asiático tuvo una caída de 6,8 % en el primer trimestre, se calcula una recuperación del 1 % este año aunque estaría lejos del impulso que tuvo post crisis del 2008.
La menor inversión a nivel global incidirá también en la región. Por los efectos del coronavirus se calcula una reducción de la Inversión Extranjera Directa (IED) a nivel mundial de entre 5 y 15 % en el periodo del 2020 y 2021, según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
En tanto, el Instituto de Finanzas Internacionales (IFF) registró en marzo un récord de U$S 83.200 millones de fuga de capitales en marzo en los países “emergentes” aunque al mes siguiente se revirtió. Según los datos del IIF, se estima un ingreso de capitales de alrededor de U$S 17.100 millones en abril. Los economistas del IIF afirmaron que “a pesar de la mejora de los flujos, creemos que la situación no está bien clara todavía en todos los mercados emergentes, ya que la combinación de la persistente incertidumbre en torno al Covid-19 y el espacio limitado de políticas es un desafío para algunos”.
Vidas precarias
En América Latina “los mercados laborales de la mayoría de los países de la región se caracterizan por una alta informalidad” afirma un informe elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). La tasa media de informalidad es de aproximadamente un 54 %. Esto significa que los trabajadores estuvieron más expuestos a recortes salariales o a quedarse sin empleo ante la pandemia.
Ambos organismos calculan un aumento de la tasa de desocupación de al menos 3,4 puntos porcentuales, hasta alcanzar una tasa del 11,5 % al final de 2020, lo que representa a más de 11,5 millones de nuevos desempleados. Si el coronavirus se extiende y los bloqueos también la situación del empleo empeorará.
El informe sostiene que en América Latina se calcula que un 42,4 % del empleo se encuentra en sectores de riesgo alto y otro 16,5 %, en sectores de riesgo medio-alto y dichos sectores tienen más probabilidad de ver reducidas sus horas de trabajo, sufran recortes salariales o pierdan el empleo.
El deterioro del empleo no es nuevo, y los organismos reconocen que el débil crecimiento en América Latina provocó la creación de empleo de baja calidad en la región, es decir precario. La tasa de desocupación, alcanzó al 8,1 % en promedio en los países de la región. Esto significa aproximadamente 26,3 millones de desocupados.
Los organismos advierten que “se espera un marcado deterioro de la calidad del empleo, debido al aumento de la informalidad y la reducción de las jornadas laborales y de los salarios”. ¿Se adelantan a las reformas laborales de hecho que están realizando los capitalistas aprovechando la crisis?
Los despidos y recortes salariales impactarán en los ingresos. La CEPAL estima que la tasa de pobreza podría aumentar hasta 4,4 puntos porcentuales y la de pobreza extrema, 2,6 puntos porcentuales con respecto a 2019. De ser así, la pobreza aumentaría al 34,7 % de la población latinoamericana (214,7 millones de personas) y la pobreza extrema, al 13 % (83,4 millones de personas).
Otra salida es posible
Los Estados en varias partes del mundo anunciaron paquetes millonarios para contener una caída más profunda de la economía, la “ayuda” se concentró en aportar a los capitalistas.
Según un estudio de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, que analizó 168 países, estimó que los paquetes representan un promedio global de 3,7 % del Producto Interno Bruto. El primer lugar lo ocupa Japón con un 21 % del PIB. En el caso de América Latina el gasto ronda el 2,4 % del PIB.
Un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) analizó los recursos totales anunciados por los gobiernos (que incluyen gasto directo, reasignaciones, préstamos a los bancos y otros factores) y el monto ronda el 4,1 % del PIB en Latinoamérica, pero si se excluye las medidas de préstamos a las empresas, la “ayuda” se reduce al 2,7 % del PIB.
En Argentina un estudio de la economista Agostina Constantino calculó que el 72 % del gasto público por la cuarentena se destina a las empresas.
En Chile se registraron aportes a los bancos y a las grandes empresas como Latam, el gran comercio, empresas del transporte, las concesionarias de las autopistas, y otras.
A fines de marzo en Brasil se estimó que solo el 6 % del valor de los paquetes de estímulo se destinará directo a la población, la gran mayoría se destinó a las grandes empresas.
En Perú también hubo rescates millonarios a los bancos, y a los empresarios.
La respuesta de los Estados no evitará el deterioro de las condiciones de vida del pueblo trabajador, malestar que estuvo de fondo en los levantamientos que hubo en la región en 2019.
La lucha de clases emergió en América Latina. En Chile y en Ecuador hubo jornadas revolucionarias, en el primer caso contra años de desigualdad, herencia de la dictadura de Pinochet que mantuvieron intactos todos los Gobiernos durante 30 años, cuyo lema se transformó en ¡No son 30 pesos, son 30 años! (en referencia al aumento del transporte público que encendió las movilizaciones), y en Ecuador contra las medidas de ajuste a pedido del FMI.
También hubo rebelión popular en Puerto Rico donde tiraron al gobierno cuestionando el dominio colonial norteamericano, en Haití hubo revueltas contra el Gobierno; paro nacional y multitudinarias manifestaciones en Colombia, huelga de los trabajadores públicos en Costa Rica; y la lucha en Bolivia contra el golpe reaccionario recorrió la región.
Las causas profundas de este proceso como la desigualdad, la pobreza y la desocupación que se profundizará por la crisis, junto a los esfuerzos de las patronales por aprovechar la pandemia para avanzar por la vía de los hechos con ataque a las condiciones de vida, reformas laborales, previsionales son combustibles para que ese descontento vuelva a irrumpir.
Ante la catástrofe en la que se sumerge América Latina es necesario una salida de otra clase que no vendrá de la mano de los estados capitalistas que como se observa destinan sus esfuerzos en salvar al gran capital.
Se necesitan medidas urgentes como subsidios o “salarios de cuarentena”, aplicar impuestos a las grandes fortunas, licencias pagas al 100 %, contra las suspensiones con rebajas salariales y contra los despidos, exigiendo su prohibición. También planteamos el desconocimiento soberano de las deudas externas, una hipoteca en los países dependientes, la nacionalización de la banca bajo control de los trabajadores, y el monopolio estatal del comercio exterior. Un programa anticapitalista y antiimperialista.
La tarea estratégica es la lucha por Gobiernos de Trabajadores y la Federación de Repúblicas Socialistas de América Latina.
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