Ayer el presidente Alberto Fernandez encabezó un acto donde inauguró un hospital de campaña para pacientes con covid-19 ubicado en el predio del hospital Austral. Hospital perteneciente al Opus Dei y financiado por el Grupo Pérez Companc.
Ahí remarcó que “la pandemia nos condena al dolor desde el malestar de estar aislado y el malestar económico que nos afecta a todos por igual”, y que “ante tanto dolor", se unieron "los que más necesitan" y "los que más tienen", como los empresarios "junto al Estado" para "hacer una sociedad más justa".
Esa igualación con la que viene insistiendo Fernandez entre quien sufre el encierro en Puerto Madero mientras tele dirige su empresa y la crítica situación que se vive en la villa 31, villa Azul o Chacho es tan banal que no hace falta profundizar.
Pero todo el acto tenía un objetivo: insistir otra vez, con la idea de que la salida de que los y las trabajadores va de la mano con los grandes empresarios. En este caso fue en tierras del hospital perteneciente al Opus Dei y las flores fueran para Pérez Companc, nada más y nada menos que uno de los empresarios más ricos del país, con fuerte peso en el sector alimenticio, de esos que ganan cuando vos sufrís la inflación en los alimentos; esos empresarios que siempre ganan gracias a las ayuditas del Estado. Sin ir más lejos el año pasado Macri le condonó una deuda de 70 millones de dólares. También es parte de la Asociación Empresaria Argentina, la AEA, que viene empujando con despidos, suspensiones para que la cuenta de esta enorme crisis la paguemos los trabajadores.
¿Con este empresariado es que la mayoría del país va a salir adelante?
Este discurso de la unidad con esta clase empresarial es algo con lo que el peronismo insiste frente a cada crisis. Las imágenes se repiten, como se repiten las crisis en Argentina cada no tantos años: crisis de la deuda, el FMI; los bancos como parte de los grandes saqueadores, y los grandes empresarios cada vez más ricos mientras la pobreza avanza todos los días, la crisis en las barriadas populares...
Estas últimas semanas en el portal El Cohete a la Luna de Horacio Verbitsky vienen saliendo las listas de los grandes empresarios que luego de multiplicar sus fortunas con negociados con el Estado se llevaban sus fortunas a los paraísos fiscales. Crisis tras crisis el repertorio casi, casi que no ha variado: Edenor, Telecom, Telefónica, Clarín, Paolo Rocca de Techint, los principales exponentes de la Sociedad Rural, las petroleras, las automotrices, las alimenticias… Empresas imperialistas saqueando un país Latinoamericano y un empresariado nacional socio y cómplice. Los dueños de todo en el 2001 y los dueños de todo hoy.
Esa repetición si que viene de mucho más atrás.
Hoy la crisis sanitaria va llevando también a una crisis económica que en el mundo se compara con las peores crisis capitalistas. Ayer charlábamos sobre lo que está pasando en todo Latinoamérica, o en EEUU bajo la mano de Trump, ese modelo de empresario exitoso.
Argentina no va a ser la excepción a esa crisis, porque va a haber una disputa por quién paga la crisis ¿Qué quiere decir esto? Que estos grandes empresarios van a pedir que se bajen los salarios sea de manera directa o vía inflación, que haya más precarización laboral para que puedan exprimir más a sus trabajadores, como lo hacen hoy las empresas de aplicaciones; que la palta del Estado vaya para pagarle a los buitres. Ya lo vimos repetirse en la historia.
Imaginense que esos empresarios que fueron en gran parte partícipes de la última dictadura militar genocida, que fueron parte del saqueo menemista y que se la llevaron en pala con todos los gobiernos ya están pidiendo que el Estado les pague los sueldos a sus Ceos mientras ellos recortan salarios.
Del lado de enfrente está la posibilidad de oponerle una fuerza, la de los esenciales, la de esos trabajadores y trabajadoras que como clase social mueven el país, quienes realmente generan las riquezas. Esa clase trabajadora que hoy suma 17 millones de personas, la que mueve desde las represas hidroeléctricas hasta los comercios, las fábricas, los caminos y las comunicaciones; la que junto con otros sectores populares suman casi ocho de cada diez habitantes del país.
También es la clase a la que pertenecen esos miles y miles de pibes que hoy tiene 17, 18, 20 años y empiezan a salir a las calles, a organizarse, a tomar conciencia de que sus problemas no son individuales sino colectivos, que ellas y ellos también son parte de los esenciales. La que puede cambiar la historia y hacer que esta vez la crisis, la paguen los capitalistas. |