Ciudad Juárez se encuentra ubicada al norte de México. Como muchas ciudades del mundo, se formó a las orillas de un río. En este caso es el río Bravo. Quizás su nombre fue premonitorio de los terribles hechos que esta ciudad industrial iba a contarnos.
Cruzando ese río nomás es otro país, otro mundo y otra cultura: Estados Unidos. Por eso, es una ciudad llena de empresas. Ahí usan la mano de obra barata para producir lo que después viaja al “primer mundo”. Quienes laburan en la zona son la mercancía más barata. No es un pueblo, ni una ciudad chica: es una gran ciudad de México, ubicada en un lugar estratégico para servir a su señoría, el “gran capital”. La modificación del caudal del rio iba delimitando a lo largo de la historia también las fronteras, con disputas entre países para quedarse una porción de tierra más.
Lo cierto es que Ciudad Juárez pertenece al territorio mexicano y ha sido especialmente un lugar de litigio, por su cercanía a la frontera estadounidense, donde proliferó el narcotráfico y el contrabando de todo tipo. Durante la Ley Seca en Estados Unidos, Al Capone utilizó el paso para ingresar agua ardiente de México al país del norte. Una de las ciudades más violentas de la zona, con alto índice de homicidios.
En este contexto, en un lugar con gérmenes de extrema violencia, vigilancia perpetua y mercancías ilegales de todo tipo, se sucedieron olas de femicidios entre las décadas del 90 y 2000, sobre todo de mujeres pobres que migraron a dicha ciudad en busca de mejores posibilidades de vida. La mayoría de estos femicidios hoy permanecen impunes.
“Las Muertas de Juarez”. Esa frase resume años de abuso sobre los cuerpos de las mujeres, muertas, pero antes muchas veces violadas, desintegradas literalmente, en trozos.
Lamentablemente, la cantidad de muertes alcanzó para hacer estadísticas, las que han mostrado claramente la escasa edad de las mujeres asesinadas y su pertenencia a una clase social empobrecida. Posteriormente, y hasta el día de la fecha, existen organizaciones que luchan contra estos brutales crímenes, siendo muchas activistas de dichas organizaciones asesinadas.
Juárez es expresión alarmante de la utilización de las mujeres como mercancía: sus cuerpos, dolidos y empobrecidos, sirven a la mano de obra barata en las fábricas, y a las redes de trata. Sus cuerpos también se lastiman y destrozan.
Susana Chávez Castillo nació en 1974 y su destino caprichoso la obligó a crecer en Ciudad Juárez. En 2011 la mataron y la mutilaron. Tenía 37 años. Pero antes de que eso suceda puso su arte a disposición para pelear por el esclarecimiento de los femicidios en Ciudad Juárez. Escribió poemas, hizo documentales y trabajó en los barrios de la zona. El Poder Judicial encubrió los verdaderos motivos de su asesinato, de su femicidio. Escondió que la mataron para callarla.
Sin embargo, sucede algo y es que Susana vive. Susana se encuentra en el resonar de nuestras cuerdas vocales porque, en algún momento de bronca y dolor, dijo o escribió por ahí una frase que retumba en los gritos del mundo, gritos que se buscan y se encuentran: “Ni una muerta más, ni una menos”.
Desde el 2015, en que Argentina tomo la consigna en sus manos, hasta hoy, que la misma recorre el mundo, los gritos se extienden, se hacen tenaces, se arman y rebotan de región en región. Los gritos tienen un eco. Son las demandas del movimiento de mujeres, que llegó para quedarse y recorre las calles en un vuelo de pañuelos verdes, corazones violetas y rostros renovados.
La lucha es en nombre de todas las que ya no están. Por ellas. Pero también por todas las que estamos y seguimos heridas, por un sistema que nos elige para sobrecargarnos, por los discursos y los golpes de puño, porque nos asesinan con una navaja o un revolver, pero también con hambre y un destino de piedra y cenizas.
Susana decía: “…Me asombro cuando me vuelves pájaro, sacándome de pronto de entre tus ramas, y me haces escurrir gotas de sonrisas, aun cuando traigo el corazón de piedra. Una piedra que con tu soplo se deshace…”
Pues bien, este movimiento, lucha contra una histórica opresión, de género y de pueblos enteros, de razas, y sobre todo contra un sistema, nos abre vuelo entre las ramas que nos encarcelaban y nos remonta.
Mostraremos dureza, ya sabemos de ella, y volaremos aún más, y más y más. Estamos haciendo historia, por y con las muertas de Juárez, por y con Susana, por y con cada pueblo, raza y género aplastado y oprimido, por y con todas y cada una de las que ya no están.
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