“Con tanto espanto había entrado ésta tribulación en pecho de los hombres y de las mujeres, que un hermano abandonaba al otro y el tío al sobrino y la hermana al hermano, y muchas veces la mujer a su marido, y lo que mayor cosa es y casi increíble, los padres y las madres evitaban visitar y atender a los hijos como si no fuesen suyos”
Boccaccio / Decamerón
Hace cerca de tres años desde un portal de crónicas históricas de misterio, conocí una breve historia de espíritus que se concentraban en una pequeña isla, vecina de Venecia. Un lugar con un pasado siniestro.
Poveglia está situada entre Venecia y El Lido en la laguna Veneta, a la que los venecianos la llaman “la isla del no retorno”. No es un lugar especialmente violento con sus oleajes, pero algunas veces, éste arrastra restos humanos carbonizados procedentes de la leyenda más terrorífica de Italia. Su oscura historia comenzó durante la peste bubónica del siglo XIV cuando la utilizaron para aislar a las víctimas de la peste, de la población de la zona.
La mortalidad fue tan grande que no había sitio dónde depositar los cadáveres así que necesitaron una salida a una situación desesperada. Las autoridades decidieron que los cuerpos sean trasladados a Poveglia.
Los cadáveres fueron acarreados a ella e incinerados en fosas comunes. En pocos años, más de 160.000 personas acabaron sus días en aquella isla.
El conocimiento de éste hecho me llevó a una incipiente investigación sobre la peste negra que asoló Europa en la edad media y contribuyó a un cambio en las relaciones sociales y en la percepción sobre la muerte que transformaría radicalmente al hombre medieval.
Busqué entonces en ésa etapa histórica los detalles que me permitieran ir describiendo el contexto que me ayudara a acompañar la ficción que pensaba desarrollar.
Año 1347, en medio de las tensiones sociales, crisis y guerras, aparece la más letal pandemia que sufriría el medioevo. La peste negra.
Ella deja un rastro de muerte y miseria que provocaría el deceso de 48 millones de personas en Europa. El origen de la enfermedad fue encontrado en China y se fue extendiendo a través de Asia Central a la India, Persia, Mesopotamia y Egipto. Los mercaderes venecianos que trasladaban los productos del Mar Negro, llevaron la peste hacia los puertos de Italia. Una viajera empedernida, habitual polizón de los barcos, la rata negra, transportaba las pulgas que extendieron la enfermedad.
Un espectro se instaló en occidente y nadie podía encontrar los mecanismos para impedir su siega.
Los barcos llegaban a puerto a la deriva, con su carga de muerte y pestilencia. Al cabo de dos años, los cronistas de esa época aseguraban que las víctimas llegaban a un tercio de la población de Europa. Las ciudades más pobladas, como París, Florencia, Venecia y Génova, fueron las más golpeadas, producto de su hacinamiento e indigencia, sobre todo en los suburbios más pobres. De los lugares cerrados como conventos o cárceles, la mortandad era absoluta.
Los fieles, creyeron que el mundo había caído bajo el poder del demonio y solo atinaban a esperar su momento de expiración.
Las clases más humildes, los desposeídos, los menesterosos, fueron los que más sufrieron producto de la penuria de medios de subsistencia, del hacinamiento y de la completa ausencia de medidas sanitarias de sus viviendas.
Aunque la tasa de mortalidad fuese mayor entre los pobres, los poderosos también sufrieron el azote de la peste y sucumbieron ante la insignificancia letal de una pulga.
El impacto de la peste fue por lo tanto demográfico, la población rural se fue desplazando a las ciudades en busca de seguridad y alimentos lo que dejó los campos despoblados y revitalizó los centros urbanos.
La antigua sociedad se modifica y va reuniendo a los labriegos con el burgués, habitantes de los burgos, que complica con sus reivindicaciones el vigente orden feudal.
La baja Edad Media sigue perteneciendo al Medioevo pero en su evolución, los rasgos sociales y culturales van modificándose y se producen una serie de cambios estructurales que contienen los elementos para el desarrollo de un sistema socioeconómico cualitativamente nuevo.
El siglo XIV fue un siglo de guerras, La pugna territorial fue devastadora como las revueltas sociales que tuvieron lugar, tanto campesinas como burguesa, aunque las primeras fueron explosiones aisladas y discontinuas, los burgueses protagonizaron insurrecciones más cruentas contra las oligarquías urbanas. La crisis social que se desarrollaba en varios planos, tuvo un denominador común que fue sobrevolando por encima de todo: La peste negra.
La progresiones de éstas mutaciones actuaron como reguladores e incluso como aceleradores del cambio. Estas luchas permiten que la clase social emergente acapare mayores cotas de poder y la acumulación de capital abre una nueva etapa de empresas. Esta clase en ascenso propuso un decisivo desarrollo de la técnica, las incipientes máquinas reducen la cantidad de fuerza de trabajo que aparecen para servir a la burguesía que encuentra en ellas una respuesta concreta a sus necesidades.
La peste y las hambrunas habían desplazado una parte importante de los señores hacia lugares más seguros; esto trajo consecuencias inmediatas, como la apropiación y privatización de grandes extensiones de tierra. Los siervos, al ser liberados de sus obligaciones feudales, también perdieron sus derechos a ocupar una parcela y cultivarla, pues ésta pasó a ser propiedad privada.
Las oleadas de población desposeída, sin los recursos de los señores para solventar su huida e impedida de ganarse la vida, pasaron a vagar por los caminos. La aparición de tantos hombres y mujeres sin recursos, mendigando en las ciudades, generó que se fundaran las “Casas para Pobres" en las que se les recluía y obligaba a trabajar para tener derecho a la caridad pública. Esas instituciones, en las que se podía concentrar el trabajo forzado de centenares de personas, incluyendo niños, se transformaron en un modelo para la producción de bienes en serie.
El crecimiento de las fortunas urbanas lleva a un importante sector de la burguesía a invertir cuantiosas sumas en los campos, la pasividad de la nobleza había bajado la productividad de la tierra. Las nuevas inversiones produjeron nuevos métodos para lograr mejor rentabilidad, los jornaleros entenderán rápidamente que sus nuevos amos no serán más amables ni menos exigentes que los viejos señores.
La llegada de la peste a Europa generó una conmoción decisiva frente a la muerte. De a poco la comunidad de fieles fue desplazando su religiosidad a los momentos previos a la muerte y dejó de lado todo propósito de una vida cristiana a lo que el clero no pudo poner freno. Fue una interpretación de la muerte, distinta a la religiosa, que desplazaba el paraíso por el sentido macabro de su deceso, por la fealdad de la muerte, por la visión del cuerpo putrefacto.
La iglesia sufre una crisis profunda y una merma en su prestigio, su división había fraccionado al pueblo cristiano y la trama que había logrado hilar con los factores de poder, tanto los viejos como los emergentes, fue perdiendo el balance rápidamente. Fue eliminada una parte de ella (Iglesia Càtara) considerándola hereje y se valió de la plaga para imponerse como la única fe verdadera, ante la multiplicidad de culturas, religiones y razas que deambulan sin norte ante tantas desgracias. La iglesia no estuvo exenta de los vertiginosos cambios que se estaban produciendo.
Se reconoce ahora, que la Peste Negra desempeñó un papel importante en el declive del feudalismo. La vieja autoridad estaba minada y desacreditada. El edificio infecto en su conjunto, se tambaleaba con riesgo de caerse, alentó la acumulación de capital y abrió una nueva sensibilidad colectiva, de un sentido laico de la muerte.
Como resultado, el sistema feudal, aunque modificado sustancialmente, sobrevivió durante un período, manifestando todos los síntomas de un orden social enfermo y en declive. La sensación de que el fin del mundo se acercaba, es común a cada período histórico en el que un determinado sistema socioeconómico ha entrado en declive irreversible.
El mundo no llegó a su fin, sólo el sistema feudal. El sistema antiguo caía en un estado de rápida e irremediable decadencia. Los hombres y las mujeres estaban desgarrados por tendencias contradictorias. Sus creencias vagaban a la deriva en un lugar infectado por una amplia pandemia que fue la partera de un nuevo sistema que comenzaba a despojarse de su placenta. El capitalismo. |