Brasil se encuentra en una profunda crisis económica y sanitaria por la política suicida que tuvo y aún tiene su presidente, Jair Bolsonaro, frente a la pandemia de coronavirus. El mandatario es el más radical de los anti científicos y abiertamente privilegia la continuidad de la economía a costa de la vida de los trabajadores y el pueblo pobre.
El Ministerio de Salud informó la noche del domingo un total de 1.382 muertes y 12.581 contagios por COVID-19 en las últimas 24 horas, pero poco después presentó un nuevo balance en el que reportó 525 decesos y 18.912 nuevos infectados. En un comunicado enviado este lunes, la cartera precisó que el último boletín "corrigió duplicaciones y actualizó los datos" sobre el coronavirus en el país, que acumula ahora un total de 691.758 casos y 36.455 decesos, frente a los 685.427 contagios y 37.312 muertes contabilizados en un primer momento.
El ministro Salud es el General Eduardo Pazuello, que ni siquiera tiene formación médica sino que es un especialista en logística. Es uno de los tantos militares que tiene Bolsonaro en su gabinete y que constituyen uno de los principales soportes de su gobierno. Pazuello omite datos sobre la pandemia en un intento de confundir a la población para decir que está controlada o que el número de muertos está disminuyendo.
Brasil es el segundo país del mundo con más muertes por coronavirus, solo detrás de EE. UU. y no está descartado que lo supere si las cosas siguen este rumbo. En esta situación el portal del Ministerio de Salud quitó el número total de casos y muertes, dejando solo las cifras registradas en las últimas 24 horas. Además la publicación de los datos se retrasó desde las 19:00 a las 22:00 para que no sean reportadas en los programas de noticias de la televisión, de manera que menos personas conozcan el número de muertos. Es una vieja estrategia de la propia Dictadura Militar, que encubrió eficazmente el número de muertos por la epidemia de meningitis que se produjo en los años setenta y ochenta, en otras palabras: sin datos, no hay muertes.
Mientras se acumulan las muertes, el gobierno aprueba una reducción de la ayuda de emergencia para la población de $600 a $300 reales (unos U$D62). La otra propuesta, del ministro de Economía Paulo Guedes, era reducirla a R$200 en 3 cuotas.
La estrategia Guedes es decir que, como la pandemia ya ha sido mitigada, la población puede volver a trabajar, de la forma más precaria posible, y ya no es necesaria una ayuda de $600 reales. Una afirmación de un cinismo increíble ya que ese monto no alcanza para cubrir los gastos mínimos de ninguna familia. Además, no hay que olvidar que miles de personas que tenían derecho a la ayuda no la obtuvieron, debido a los numerosos fraudes del sistema, los inmensos retrasos de análisis y el hecho de que las personas no podían acceder a la aplicación o a las agencias de cobro.
Mientras que la población no tiene hospitales, camas de terapia intensiva, no alcanzan los tests y el acceso a la salud empeora, Guedes cree que el escenario es prometedor, ya que los despidos masivos generan mejores situaciones para que las empresas generen empleos. Un sinsentido que solo se compara a la negación de la crisis sanitaria y la gravedad de la pandemia por parte de Bolsonaro.
Pero el pasado domingo hubo manifestaciones en todo Brasil que pueden marcar un cambio en la coyuntura. Si bien fueron en principio contra el racismo, repudiando monstruosos asesinatos policiales contra los negros, como el de George Floyd en Estados Unidos y de João Pedro en Brasil, expresaron un hartazgo mucho más profundo y un rechazo generalizado a las politicas de Bolsonaro. Puede ser una oportunidad para que los trabajadores y el pueblo pobre vayan por más, enfrentando a Bolsonaro y cuestionando a todo el régimen heredado del golpe de estado. |