“Todo lo sólido se desvanece en el aire”.
La frase, clásica, tiene más vigencia que nunca. Al llegar a los 90 días de cuarentena en Argentina, algo parece estar llegando a su punto de quiebre.
El exitismo de las primeras semanas respecto de cómo se manejaba la pandemia, se va resquebrajando de a poco ante la prolongación y profundidad de la crisis. Los picos de popularidad de Alberto Fernández, aunque su imagen se mantiene muy alta, comienzan a mezclarse con dudas y nubarrones sobre el presente y el futuro.
Tres meses después de aquel 20 de marzo en el que comenzó la cuarentena, parece estar configurándose una tormenta perfecta y empiezan lentamente a quedar al desnudo las consecuencias de las medidas tomadas durante este tiempo. Lo peor de la triple crisis sanitaria, económica y social, está por venir.
Al momento de escribir esta nota, se acerca al número 1000 la cifra de fallecidos por coronavirus en el país. Pero a esa tragedia se suma una grave preocupación hacia adelante. Para decirlo en palabras del propio oficialismo, el jefe de asesores del gobernador Axel Kicillof, Enio García, señaló que “tenemos una luz roja encendida, porque en 30 o 40 días podemos llegar a colapsar".
Ese mismo alerta sobre un posible colapso del sistema de salud lo comparten muchos especialistas y da cuenta de que la estrategia de hacer una cuarentena dura para “ganar tiempo” está en crisis. Además de las inversiones en salud que no se hicieron durante este tiempo (por priorizar por ejemplo el pago de 570 millones de dólares de deuda en plena emergencia), el propio ministro Ginés Gonzalez García admitió otros errores graves como no haber empezado antes con los rastreos. Vale recordar que justamente la exigencia de tests masivos, criticando la insuficiencia de la cuarentena como única estrategia, fue un planteo que la izquierda hizo desde el comienzo.
Durante las próximas semanas se verá hasta qué punto de gravedad llega la crisis sanitaria.
En este marco crítico, el posible regreso a una cuarentena más estricta, sobre todo en el área metropolitana de Buenos Aires, entrará en contradicción con la realidad de una economía fuertemente golpeada.
Según un estudio de la Universidad Católica Argentina (UCA) ya son aproximadamente 900.000 las personas que perdieron su trabajo durante la pandemia. Además, cerca de 4 millones están sufriendo recortes salariales, de acuerdo a los datos del Observatorio de La Izquierda Diario.
Las perspectivas son a que esto empeore. No solo el contexto internacional es malo (según el Banco Mundial la economía global tendrá este año su peor caída desde la Segunda Guerra Mundial), sino que en Argentina los efectos de la pandemia también se combinan con la crisis de deuda y una economía que en 2020 tendrá su tercer año consecutivo de caída.
Las negociaciones de reestructuración de la deuda que encara el ministro Guzmán no hacen más que empeorar las cosas. No solo se legitima una deuda fraudulenta, sino que se compromete al país a la continuidad de un saqueo que condena al atraso y la dependencia. Pero aún en el caso (menos probable) de que fracasen las negociaciones y se entre en default, la situación también puede ser caótica por la negativa del Gobierno a tomar medidas soberanas indispensables como la nacionalización de la banca o el monopolio estatal del comercio exterior.
El plan de renegociar la deuda viene además, de forma inevitable, con ajuste fiscal. Sus primeras víctimas fueron los jubilados desde el comienzo, y esta semana volvieron a serlo, ya que el Gobierno ratificó ese rumbo suspendiendo por decreto la movilidad jubilatoria hasta fin de año. La inmensa mayoría de los adultos mayores seguirán percibiendo haberes de pobreza.
Pero no es solo contra ellos. Al igual que para la mayor parte de los trabajadores privados, también están suspendidas las paritarias de los trabajadores estatales, y a una parte de ellos el aguinaldo se les pagará en cuotas.
Junto con eso, a medida que el Gobierno vaya reduciendo los planes que puso en pie durante la pandemia, como la IFE o los ATP, se recrudecerán los ataques contra los trabajadores y las condiciones de vida de los sectores populares.
Mientras tanto el ministro Daniel Arroyo, como si fuera un analista y no un funcionario, señaló esta semana que “la situación social es crítica y va a ser crítica un tiempo largo, porque la cantidad de personas con dificultades va a ser muy grande en Argentina”.
Eso es lo que hay que impedir.
Una oleada de chantajes empresariales
Muchos empresarios tienen claro lo que pretenden y actúan en consecuencia para lograr sus propósitos.
Uno de los dirigentes de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Urtubey, señaló este jueves, a propósito del anuncio de Latam de cerrar su filial argentina, que “esto es el inicio de lo que va a sufrir el sector empresarial, que será peor que lo que sucedió en el 2001”.
Casi al unísono, otros referentes patronales como Daniel Funes de Rioja (industria de la alimentación) o Javier Madanes Quintanilla (de Aluar y Fate), tomaron como propios los argumentos de la CEO de Latam y culparon a los “costos laborales” y a los gremios por el cierre.
Es que los empresarios tienen algunas cosas claras. Hasta ahora, saben que ante cada acusación que le hacen al presidente de ser “chavista” o “comunista”, Alberto Fernández retrocede y muestra gran disposición a ceder a los poderosos.
Haciendo un repaso, surge rápidamente que hasta el momento dejó en la nada el impuesto a las grandes fortunas, mejoró para los acreedores una y otra vez la propuesta de renegociación de la deuda, subsidió con millones de pesos a los empresarios para que paguen sueldos y aceptó esperar una “propuesta superadora” para Vicentín mientras deja en compás de espera el proyecto de expropiación.
En ese marco, y en posición de víctimas, los empresarios lanzan una oleada de chantajes y van por todo para que sean los trabajadores los que paguen la crisis. El mensaje que le dan así al Gobierno es que hacen falta más salvatajes y subsidios a los capitalistas (en momentos en los que se discute reducir los ATP por el costo fiscal), así como avanzar en mayores ataques contra las grandes mayorías, si se quiere evitar una desocupación como la de 2001-2002.
A todo esto, quienes parece que siguen en la más estricta de las cuarentenas son las cúpulas de las centrales sindicales y gremios, que vienen dejando pasar todos los ataques e incluso le han puesto la firma al pacto con la UIA para rebajar salarios. Es necesario exigirles que salgan de su pasividad y se pongan al frente de los reclamos, empezando por las condiciones de salubridad en los lugares de trabajo y otros temas urgentes como la lucha por los puestos de trabajo en Latam.
Ellos tienen su plan, organicemos el nuestro
Desde el comienzo de la crisis, el PTS en el Frente de Izquierda Unidad viene planteando un programa de salida, tanto sanitario frente al desastre de la salud pública, como medidas de emergencia ante la situación social y económica, priorizando nuestras vidas y no sus ganancias. En los próximos días publicaremos un folleto para discutir con miles de compañeros y compañeras esas perspectivas. También, como parte de nuestra organización internacional, hemos hecho actos alzando nuestra voz, ante una crisis que no tiene fronteras.
Asimismo venimos apoyando y siendo parte de cada lucha, como ahora la de los trabajadores de Latam contra el cierre y la defensa de los puestos de trabajo y tantas otras, como la masiva marcha que protagonizaron este jueves los trabajadores municipales en Córdoba o el proceso de organización de miles de jóvenes precarizados que se ponen de pie.
Al mismo tiempo, estamos impulsando una gran campaña llamada “las vidas de los trabajadores importan”, para poner en pie en los lugares de trabajo comisiones de seguridad e higiene para garantizar las condiciones adecuadas frente al avance de la pandemia y los contagios en cada empresa, contra los empresarios y burócratas que solo piensan en sus intereses.
Pero como planteó a La Izquierda Diario Camilo Mones, dirigente del PTS, esto es solo el comienzo, ante una crisis que será larga y profunda: “Nosotros buscamos una ‘preparación activa’ para conquistar una fuerza militante, capaz de ser un actor de mayor peso en la clase trabajadora para cuando la situación realmente se haga más crítica. Para hacer esto vamos a impulsar plenarios regionales y virtuales por ahora, de forma regular, mensualmente. Creemos que debemos apelar a todos los que quieren luchar e impedir que la crisis la paguemos los trabajadores, para coordinarnos, apoyarnos mutuamente y para que este sector de vanguardia también discuta un programa para oponerlo al de los capitalistas que será cada vez más duro”.
Desde La Izquierda Diario y el PTS, te invitamos a organizarte con nosotros por esta perspectiva.
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