Ante el escándalo el jefe de policía Chris Magnum ofreció su renuncia, en un intento de apaciguar las aguas ante la indignación que están suscitando las múltiples acciones violentas y racistas de la policía desde el asesinato de George Floyd, en mayo pasado.
Lo hizo durante una conferencia de prensa que realizó con la alcaldesa de Tucson, Regina Romero, una demócrata. La funcionaria, por su parte, declaró "Estoy profundamente preocupada e indignada. Estos oficiales habrían sido despedidos si no hubieran renunciado".
Cinismo puro: durante las administraciones del demócrata Barack Obama, aunque no desplegaba el discurso de odio favorito de Trump, la policía también asesinaba afroamericanos y latinos.
Antes de perder la vida, Carlos López estaba esposado, en posición boca abajo, con la cabeza y el cuerpo cubiertos con una bolsa plástica, y suplicó por agua y por su abuela. A los doce minutos dejó de respirar.
Magnus intentó alegar que los agentes no ahogaron al joven. Pero en el video se puede ver que le aplican toques y uno de los uniformados lo sostiene fuertemente contra el piso boca abajo. Carlos sufrió un paro cardíaco y murió, en el garage de su casa, asesinado por la maldita policía.
De acuerdo con la versión de Magnus, los uniformados respondieron una llamada por “conducta desordenada” y que al llegar el joven actuaba erráticamente. En el video se ve cómo lo amedrentan con una pistola paralizante.
Hicieron lo que jamás se debe hacer en esos casos: una persona con angustia mental o que sufre algún tipo de intoxicación no debe ser colocada ni mucho menos mantenida boca abajo porque la probabilidad de muerte es muy alta.
Los oficiales que asfixiaron a Carlos Ingram López renunciaron, para librarse del escarnio. Pero la policía estadounidense, nacida para perseguir a los esclavos que huían de las plantaciones, tiene en su ADN el racismo y la rapiña sobre los que se erigió el imperialismo estadounidense, en la esclavitud de la población africana desarraigada para garantizar mano de obra gratuita para las plantaciones, la expoliación y la masacre de los pueblos originarios, la invasión de México entre 1846 y 1848 y el robo de la mitad del territorio, dejando a miles de mexicanos como extranjeros discriminados y sin derechos en lo que era su hogar.
El caso de Carlos López se da a conocer mientras persisten las protestas de #Black Lives Matters y cuando un amplio sector de la multiétnica población estadounidense está expresando su hartazgo de un estatus quo que garantiza impunidad a los policías, el brazo armado del Estado que asesina para mantener intimidados a los de abajo, cada vez más empobrecidos mientras los magnates ven acrecentar sus fortunas a costa del trabajo y la miseria de la clase obrera multiétnica. Lo que está a debate es qué hacer con la policía como institución.
Como señala Carmin Maffea “para terminar con la violencia policial la solución es la abolición del sistema capitalista racista en el que los hombres blancos ricos, muchos de los cuales heredaron sus propiedades directamente de la trata de esclavos, pretenden mantener a las personas en condiciones de hambre, alojamiento precario, fatiga y alienación. Y cuanto más dura sea la opresión, más brutal será la violencia utilizada para mantener a la clase obrera ‘en su lugar’”.
Ante el asesinato de Carlos López es indispensable que el Black Lives Matters y la comunidad latina estrechen lazos para enfrentar la violencia racial que despliega la policía contra las minorías, junto con la juventud anglosajona para la cual ya no existe el sueño americano. También en México y Centroamérica, donde muchos tenemos seres queridos en el corazón del imperialismo, acosados por las políticas antimigratorias de Trump y la policía, tenemos que alzar la voz. Unamos lo que lo dividen las clases dominantes: a un lado y otro del Río Bravo decimos bien alto que las vidas negras y latinas importan.
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