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La Izquierda Diario
27 de junio de 2020 Twitter Faceboock

Estados Unidos
Nuestra generación conquistará el socialismo
Left Voice

Estados Unidos se encuentra en medio de grandes levantamientos generalizados contra la violencia estatal racista, liderados por una vanguardia de jóvenes negros. Con muchísimos jóvenes que impulsan y dirigen movimientos sociales, es la juventud de la clase trabajadora quien debe asegurar que nuestros movimientos no caigan o sean cooptados por el Partido Demócrata. Para eso necesitamos crear un partido político propio, uno en el cual la juventud esté unida a la clase obrera para apuntar la lucha directamente contra el sistema capitalista.

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Hay una historia sobre el joven Vladimir Lenin en la que un oficial que lo había arrestado le preguntó: "¿Por qué causas problemas, joven? Te estás rompiendo la cabeza contra la pared". A esto, el joven Lenin respondió: "La pared está podrida. Un buen empujón y se caerá".

Nuestra generación entendió que el muro está podrido.

En las últimas semanas, miles de personas, encabezadas por una nueva generación de jóvenes negros, tomaron las calles en rechazo a la violencia estatal y el racismo. Los jóvenes están mostrando apoyo unificado a la lucha por la liberación de la comunidad negra, la comunidad LGTB y una oposición a la opresión en todas sus formas. Mucho se dijo acerca de que la idea del socialismo está ganando popularidad entre los millennials y la Generación Z –aquella que va desde los nacidos a mediados de los 90’ hasta la primera década del 2000-(N.deT.).

Un estudio reciente muestra que el apoyo al socialismo y al capitalismo entre estos grupos es 50 y 50. Este es un enorme -y para algunos, impactante- aumento de popularidad en comparación con las generaciones anteriores. Algunos expertos políticos se arrancan los pelos ante esta noticia, mientras que algunos muestran desdeño. Otro sector atribuye a figuras como Bernie Sanders la responsabilidad de que muchos de nosotros odiemos el capitalismo. Pero las condiciones materiales en las que crecimos moldearon nuestra visión del mundo y nos llevaron a la conclusión de que el capitalismo no tiene nada que ofrecernos. Las condiciones a las que nos enfrentamos los millennials y la Gen Z son las mismas.

Nuestras generaciones ya vivieron no una, sino dos recesiones supuestamente únicas en la vida. Muchos de nosotros cargamos con enormes deudas que probablemente nunca podremos pagar. El mercado laboral empeora cada vez más, obligándonos a muchos a realizar trabajos precarios en una economía flexibilizada ultra-explotadora. Incluso antes de la crisis actual, había muy pocos trabajos buenos o carreras para la juventud. Además de todo esto, los aumentos en aranceles para educación y salud, más el costo de vida nos dejó al borde del desastre económico. Nuestra generación cree que la mayoría de nosotros nunca podrá jubilarse. Padecemos esta crisis desde mucho antes de que el Covid-19 causara esta nueva recesión.

Vimos un aumento en la forma en que el imperialismo norteamericano subcontrata trabajos a otros países, para explotar a esos trabajadores, jóvenes y viejos, por su mano de obra barata. Aquí en los EE.UU. nos enfrentamos a una economía precaria y vemos a muchos jóvenes mayoritariamente negros forzados a entrar en el complejo industrial de las prisiones-en dónde deben realizar trabajos cuasi esclavos para grandes multinacionales- (N.deT.). Para la juventud afroamericana y latina, es más probable cumplir una sentencia de prisión que pagar la deuda universitaria. Incluso fuera de la prisión, la policía aterroriza a los jóvenes negros, siendo la violencia policial una de las principales causas de muerte de este sector social.

Como generación, nuestro primer recuerdo colectivo fue el 11 de septiembre y las guerras criminales de Afganistán e Irak durante la administración Bush que le siguieron. Guerras devastadoras que todavía estamos peleando en nombre del imperialismo estadounidense. Hemos visto huracanes que arrasan ciudades, destruyen comunidades y se cobran innumerables vidas. Año tras año, hemos sido testigos de temperaturas récord, mientras los líderes electos y los capitalistas no hacen nada para abordar el cambio climático.

Vivimos el imperialismo de Bush con sus guerras por el petróleo. Vimos que la "esperanza y el cambio" de Obama era un discurso vacío de un político que, una vez en el poder, se inclinó por Wall Street mientras aumentaban las deportaciones y los bombardeos con drones en diferentes países. Y ahora tenemos a Donald Trump y su autoritarismo, intolerancia y violencia contra las comunidades marginadas. Sentimos la urgencia de luchar contra Trump y todas sus políticas racistas, sexistas, xenófobas y peligrosas, pero no podemos olvidar que todos los presidentes que vimos en nuestra vida, de ambos partidos, hicieron la realidad cada vez más difícil a los jóvenes al continuar con el sistema económico que nos ha empobrecido.

Nuestras vidas, nuestra comodidad y nuestro ocio quedaron a la merced vengativa de gente como Jeff Bezos y Elon Musk –dos megamillonarios dueños de Amazon y Tesla entre varias otras-(N. de T.) Esto nos ha dejado con comunidades destruidas y trabajos precarios con bajos salarios. Hemos visto a nuestros movimientos sociales ser cooptados, nuestros líderes nos traicionan, y nuestras condiciones materiales continúan decayendo con cada año que pasa. Y ahora, el virus. Ya sabemos lo que hace el capitalismo, y vimos cómo la llamada “democracia” lo apoya.

Teniendo en cuenta todo esto, ¿es de extrañar que nos opongamos al capitalismo?

Una mirada rápida a la historia nos muestra que las generaciones pasadas de jóvenes americanos también estuvieron al frente de movimientos radicales: desde las sentadas en los mostradores para blancos durante el movimiento por los Derechos Civiles en los 60, hasta los levantamientos estudiantiles contra la guerra de Vietnam. Sin embargo, los años 80 y 90 marcaron el divorcio entre la clase obrera y los movimientos sociales como resultado de una agresiva ofensiva neoliberal. En las últimas tres décadas, los trabajadores vieron cómo sus propias organizaciones y líderes se volvían en su contra. Las clases dominantes también hicieron concesiones para asimilar, cooptar y debilitar los aspectos más subversivos de estos movimientos sociales que cuestionaban el capitalismo patriarcal, heterosexista, transfóbico, racista e imperialista.

Hubo un fuerte descenso en la afiliación sindical durante la segunda mitad del siglo pasado hasta hoy. Un tercio de la población estadounidense estaba sindicalizada en la década de 1950, sólo una décima parte lo está ahora. Los jóvenes se vieron particularmente afectados por este retroceso del movimiento obrero ya que a muchos de nosotros se nos prohíbe formar sindicatos. Somos temporales, contratistas independientes, supervisores de bajo nivel. Trabajamos para franquicias. Es nuestro trabajo como jóvenes revolucionarios de la clase trabajadora revitalizar y encender al movimiento obrero y unirnos a ellos. Tenemos que hacerlo de manera concreta, participando en huelgas, piquetes y bloqueos de carreteras, no sólo para lograr aumentos salariales, sino para mostrar que queremos que la clase obrera y los oprimidos vivan dignamente.

Especialmente en las últimas semanas, los jóvenes de todo el país han sido inspiradores, luchando por nuestras demandas en las calles. Queremos ver estas demandas realizadas y para ello debemos unirnos con la fuerza más importante, la clase obrera, que tiene el poder de aplastar el capitalismo y llevar adelante las demandas por las que salimos a pelear todo este tiempo, como la abolición de la policía y el fin del racismo. No podemos poner nuestros esfuerzos de organización en el Partido Demócrata. El Partido Demócrata es el cementerio de los movimientos sociales por una razón, y muchas generaciones pasadas de líderes han llevado a sus movimientos sociales allí para morir. Nuestra generación no puede caer en esa trampa. El Partido Demócrata no tiene nada que ofrecernos.

No hay ejemplo más claro que la decepcionante capitulación de Bernie Sanders al establishment Demócrata en las primarias para las elecciones presidenciales de noviembre. La campaña de Sanders fue un despertar político para muchos de nosotros. Muchos donamos dinero, votamos e hicimos campaña por él porque parecía prometer algo diferente - la posibilidad de un mundo mejor para los jóvenes. Pero, después de cinco años de construir su llamada "revolución política", ¿qué pasó? Sanders se retiró, y dio todo su apoyo a Joe Biden, como en 2016 hizo con Hillary Clinton, y ahora está avergonzando a aquellos que no lo apoyamos. A nuestra generación se le llama irresponsable por negarse a votar por Biden, un acusado de agresión sexual que tiene un largo historial de racismo e imperialismo, y que ayudó a crear las crisis de encarcelamiento masivo y de deuda estudiantil que están paralizando nuestro futuro.

Esta aparente traición de Sanders es decepcionante pero, por desgracia, era de esperar. Nos ha demostrado lo que George McGovern, Jesse Jackson –viejos referentes de la lucha por los derechos civiles- (N.de T.) y todos los demás que trataron de reformar el Partido Demócrata antes ya habían dejado en claro: es imposible convertir un partido burgués en un partido de la clase obrera. Una y otra vez, todos los intentos de reformar a los Demócratas han terminado en la cooptación y la derrota. Una vez más, se nos predica sobre la necesidad de votar por el mal menor de los Demócratas. Pero ahora, en este momento de levantamientos, podemos ver que esta idea es ridícula. Fueron los demócratas quienes dejaron a los policías que asesinaron a George Floyd salir impunes hasta que las protestas forzaron su arresto. En muchos estados, fueron los gobernadores demócratas quienes llamaron a la Guardia Nacional, y fueron los alcaldes demócratas quienes los apoyaron. Miles de nosotros hemos sido golpeados, gaseados, agredidos con balas de goma, y encarcelados en ciudades dirigidas por los demócratas. No son el mal menor, sino otra ala del mismo mal. Necesitamos un partido propio.

A juzgar por estas lecciones históricas, la juventud de la clase trabajadora puede llegar a la conclusión de que Sanders, Alexandría Ocasio-Cortez, y todos los demás miembros del ala progresista del Partido Demócrata no están de nuestro lado. No quieren construir un partido socialista de la clase trabajadora. En cambio, están felices de servir al partido que eligió a Joe Biden, un repugnante ejemplo de la depravación del capitalismo y la complicidad de los demócratas en ese sistema, como su candidato presidencial.

Estamos en un momento político increíblemente dinámico. La lucha de clases está regresando en todo el mundo, y por primera vez en años, los EE.UU. son el centro mundial de esta lucha. Hemos ganado mayores concesiones del estado, pero no podemos desperdiciar este momento o dejar que se desperdicie. No podemos simplemente saltar de un movimiento social a otro, tratando de abordar esta o aquella demanda sin un programa de conjunto. La manera de liberar de la opresión a las comunidades afroamericanas, LGTB, las mujeres y todos los demás es destruir el sistema capitalista, lo que sólo podemos hacer uniéndonos a la clase obrera y utilizando su posición estratégica en los medios de producción. Los movimientos sociales, por sí solos, no serán suficientes. No se puede curar una enfermedad sólo con el tratamiento de sus síntomas.

Sabemos que no es una tarea fácil. Hemos visto a muchos activistas de movimientos anteriores quemarse tratando de luchar contra este sistema. Y hemos visto a los líderes de estos movimientos traicionar sus bases y venderse al Partido Demócrata. También hemos visto otros movimientos liderados por jóvenes, como el movimiento climático, que dicen ser apolíticos. El momento actual es dinámico, y podríamos estar al comienzo de una época de levantamientos y revoluciones. Pero es nuestra responsabilidad desarrollar este momento y continuar la lucha, incluso después de que la burguesía nos ofrezca concesiones. Ya no podemos conformarnos con migajas.

La lucha contra el capitalismo no puede hacerse a escala local, ni en las urnas, ni sólo a través de redes de ayuda mutua. Para poder defendernos del Estado y luchar por más, necesitamos una organización política formada y dirigida por la clase obrera. La juventud de la clase trabajadora debe ser una parte central de esta organización - como inmigrantes, como estudiantes, como gente de color, como discapacitados, como mujeres, y como gente queer y trans. Los jóvenes trabajadores somos una parte vital de la lucha contra el capitalismo porque podemos traer energía renovada y más fuerzas a las filas de los trabajadores. Pero un movimiento obrero fuerte y combativo no es suficiente, por sí solo. Necesitamos organizarnos en un partido alrededor de un programa y estrategia compartida para el socialismo y contra el capitalismo - para clarificar nuestros objetivos y la manera de alcanzarlos. Necesitamos un partido que ayude a organizar a la clase obrera contra el estado capitalista y toda la explotación y opresión que representa. Nuestra generación puede ayudar a romper el hechizo y unirse a nuestros miembros de la clase obrera para construir un partido propio.

Necesitamos un partido que no deje la cuestión de la revolución para otro día, sino que aproveche cada injusticia capitalista y luche contra ella usando nuestra arma más fuerte: la unidad con los trabajadores. Una unidad capaz de coordinar las protestas en las calles y las huelgas en los lugares de trabajo para aprender a luchar y a ganar; un partido que se base en la clase obrera y esté unido por una estrategia común para la revolución socialista - contra el capitalismo y la opresión en todas sus formas. Necesitamos un partido porque queremos ganar.

Nuestra generación mostró una valentía y combatividad asombrosas en este momento, con la juventud negra dirigiendo la lucha en las calles. Los jóvenes trabajadores se están levantando y exigiendo más que las sobras que el sistema capitalista nos ha dado. Demostramos un compromiso inquebrantable de luchar por los más oprimidos, ya sean negros, LGTB, mujeres o inmigrantes indocumentados. También que estamos dispuestos a luchar contra la desigualdad social, y ahora debemos extender esa lucha para enfrentarnos al propio capitalismo.

Porque un mundo mejor es posible. Un mundo libre de explotación y opresión, un mundo en el que no tomemos todas las decisiones sobre nuestro futuro con el inminente espectro del colapso económico y climático en el horizonte. Podemos estar en la vanguardia de la construcción de un futuro socialista. Hemos demostrado, una y otra vez, que estamos dispuestos a luchar. Llevemos esa lucha al sistema que nos explota, oprime y asesina.

Sabemos que el muro está podrido, y sabemos que un empujón lo derribará. La tarea ahora es organizar una fuerza lo suficientemente fuerte para dar el empujón final.

Este manifiesto de la juventud se publicó originalmente en Left Voice, es sitio en inglés de la Red Internacional La Izquierda Diario. Lleva las firmas de Ezrea Brain, Madelein Freeman, Maryam Alaniz, Olivia Wood, Nina DeMeo y Carmin Maffea

 
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