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La Izquierda Diario
28 de junio de 2020 Twitter Faceboock

RESCATES: C.L.R. JAMES
La revolución y los negros

Continuando con las traducciones inéditas acerca del trotskismo y la cuestión negra publicamos un artículo de C.L.R. James (bajo el seudónimo de J. R. Johnson) en The New Internacional, volumen 5 Número 12, EE. UU., diciembre de 1939. C.L.R. James (1901-1989) nació en Trinidad (entonces colonia británica). Viajó a Gran Bretaña como periodista deportivo, escribió diversos libros y se unió al Marxist Group en la ILP donde fue un gran orador y organizador de la lucha de los africanos contra la guerra de Etiopía. Se opuso a la salida de los trotskistas de la ILP pero fue excluido de ella. En 1938 escribió su obra más importante Los jacobinos negros, sobre la revolución en Haití. Viajó a los Estados Unidos invitado por James Cannon, dirigente del SWP (Partido Socialista de los Trabajadores en español) con la perspectiva de ocuparse del trabajo entre los negros estadounidenses. Allí vivirá entre 1938 y 1953. En abril de 1939 viajó a México para entrevistarse con Trotsky para discutir sobre la cuestión negra en EE. UU. Abandonó el SWP junto con Max Shachtman, formando el WP. Dentro de este grupo formó la Tendencia Johhnson-Forest (seudónimo de Raya Dunayevskaya) que se unió nuevamente al SWP en 1947. En 1955 rompió definitivamente. Este artículo también fue publicado en A revolução e o negro, Ediciones Iskra, segunda edición, San Pablo, 2019. Para su traducción hemos utilizado las dos versiones.

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LA REVOLUCIÓN Y LOS NEGROS

La historia revolucionaria de los negros es rica, inspiradora y desconocida. Los negros se rebelaron contra los cazadores de esclavos en África; contra los traficantes de esclavos en el Atlántico; en las plantaciones.

Los negros dóciles son un mito. Esclavos en barcos esclavistas se tiraron al mar, hicieron grandes huelgas de hambre y atacaron a las tripulaciones. Hay registros de esclavos que sometieron a la tripulación y tomaron el control del barco llevándolo al puerto, un hecho de extraordinaria audacia revolucionaria. En la Guayana Británica, durante el siglo XVIII, los esclavos negros se rebelaron, tomaron la colonia holandesa y la controlaron durante años. Se retiraron al interior, obligaron a los blancos a firmar un tratado de paz y permanecieron libres hasta el día de hoy. Todas las colonias de las Indias Occidentales [en adelante Caribe, N. del T.] [1].

En 1912, las Antillas británicas se dividieron en ocho colonias; particularmente Jamaica, Santo Domingo y Cuba, las islas más grandes, tenían sus asentamientos de cimarrones formados por negros audaces que habían huido a la selva y se habían organizado para defender su libertad. En Jamaica, el gobierno británico, después de tratar en vano de extinguirlos, aceptó su existencia mediante tratados de paz, respetados escrupulosamente por ambos lados durante muchos años, y luego rotos por la traición británica. En Estados Unidos, los negros organizaron cerca de 150 revueltas contra la esclavitud. El único lugar donde los negros no se rebelaron es en las páginas de los historiadores capitalistas. Toda esta historia revolucionaria puede sorprender sólo a aquellos que, independientemente de la Internacional a la que pertenezcan, ya sea Segunda, Tercera o Cuarta, aún no se emanciparon de las mentiras perniciosas del capitalismo anglosajón. No es extraño que los negros se rebelaran. Hubiera sido extraño si no lo hubieran hecho.

Pero la Cuarta Internacional, cuyo interés es la revolución, no tiene que demostrar que los negros fueron o son tan revolucionarios como cualquier otro grupo social oprimido. Eso tiene su lugar en la agitación. Lo que nosotros como marxistas tenemos que ver es el tremendo papel desempeñado por los negros en la transformación de la civilización occidental del feudalismo al capitalismo. Sólo desde este punto de vista correcto podremos apreciar (y prepararnos para) el papel aún mayor que necesariamente deben desempeñarán en la transformación del capitalismo en socialismo.

¿Cuáles son las fechas decisivas en la historia moderna de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos? 1789, el comienzo de la Revolución francesa; 1832, la aprobación de la Reform Bill [Ley de Reforma] [2] en Inglaterra; y 1865, la destrucción del poder esclavista en los Estados Unidos por los estados del Norte [3]. Cada una de estas fechas marca un momento definitivo en la transición de la sociedad feudal a la capitalista. La explotación de millones de negros había sido un factor esencial en el desarrollo económico de cada una de estas tres naciones. Era razonable, por lo tanto, esperar que la cuestión negra desempeñara un papel no menos importante en la resolución de los problemas que enfrentaba cada una de esas sociedades. Sin embargo, nadie previó en los días prerrevolucionarios ni siquiera remotamente la magnitud de las contribuciones que los negros harían. Hoy los marxistas tienen muchas menos excusas para cometer el mismo error.

Los negros y la revolución francesa

La Revolución Francesa fue una revolución burguesa, y la base de la riqueza de la burguesía era el comercio de esclavos y las plantaciones de esclavos en las colonias. No debe haber ninguna duda sobre esto. “Triste ironía de la historia humana", dice Jaurès, “que las fortunas creadas en Burdeos y en Nantes por el comercio de esclavos dieron a la burguesía el orgullo de reclamar por la libertad y que contribuyó a la emancipación humana” [4]. El historiador del comercio de esclavos Gaston-Martin lo resume así: “aunque la burguesía comerciaba con otros productos además de los esclavos, el éxito o el fracaso de todo dependía de ese comercio”. Por lo tanto, cuando la burguesía proclamó los Derechos del Hombre, una de las reservas necesarias era que estos derechos no deberían extenderse a las colonias francesas.

En 1789 el comercio colonial francés era de once millones de libras, las dos terceras partes del comercio internacional de Francia. El comercio colonial británico en ese momento era solo de cinco millones de libras. ¿A qué costo se haría la abolición francesa? Había una sociedad abolicionista a la que pertenecían Brissot, Robespierre, Mirabeau, Lafayette, Condorcet y muchos hombres famosos incluso antes de 1789. Pero los liberales son liberales. Ante la revolución, estaban listos para capitular. Dejaron medio millón de esclavos en la esclavitud, pero al menos los mulatos, hombres con propiedades (incluidos esclavos) y educación, deberían tener los mismos derechos que los colonos blancos. Los magnates colonos blancos se negaron a dar concesiones y eran personas que no podían ser ignoradas: aristócratas por nacimiento o matrimonio, burgueses gracias a sus conexiones comerciales con la burguesía marítima. Se opusieron a cualquier cambio en las colonias que disminuyera su dominación social y política. La burguesía marítima, preocupada por sus millones de inversiones, apoyó las colonos y, contra once millones de libras de comercio por año, los políticos radicales se mostraron impotentes. Fue la revolución la que los empujó desde detrás y los obligó a avanzar.

Ante todo la revolución en Francia. El ala derecha girondina del club jacobino, derrocó a los Feuillants [5] pro-monárquicos y llegó al poder en marzo de 1792.

En seguida se dio la revolución en las colonias. Los mulatos en Santo Domingo se rebelaron en 1790, seguidos unos meses después por la revuelta de esclavos en agosto de 1791. El 4 de abril de 1792, los girondinos otorgaron derechos políticos y sociales a los mulatos. La gran burguesía estuvo de acuerdo, ya que los aristócratas coloniales, después de tratar en vano de ganar el apoyo de los mulatos [6] para la independencia, decidieron entregar la colonia a Gran Bretaña en lugar de tolerar la interferencia en su sistema. Todos estos dueños de esclavos, la nobleza francesa y la burguesía francesa, los aristócratas coloniales y los mulatos, acordaron que la revuelta de los esclavos debería ser reprimida y los esclavos permanecerían en la esclavitud.

Sin embargo, los esclavos se negaron a escuchar las amenazas y no se les hizo ninguna promesa. Guiados de principio a fin por hombres que habían sido esclavos y no sabían leer ni escribir, libraron una de las batallas revolucionarias más grandes de la historia. Antes de la revolución, parecían infrahumanos. Muchos esclavos fueron azotados bajo cualquier pretexto, incluso para levantarse y moverse de un lugar a otro. La revolución los transformó en héroes.

La isla de Santo Domingo fue dividida en dos colonias, una francesa y otra española. El gobierno colonial de los borbones españoles apoyó a los esclavos en su revuelta contra la república francesa, y muchas bandos rebeldes se alistaron junto a los españoles. Los colonos franceses invitaron a Pitt a hacerse cargo de la colonia, y cuando se declaró la guerra entre Francia e Inglaterra en 1793, los ingleses invadieron la isla.

La expedición inglesa, acogida por todos los colonos blancos, capturó pueblo tras pueblo en el sur y oeste de la francesa Santo Domingo. Los españoles, que actuaban con el famoso Toussaint Louverture, un ex esclavo, al frente de cuatro mil soldados negros, invadieron la colonia desde el este. Británicos y españoles rapiñaron todo lo que pudieron antes de llegar el momento de la división. “En estos asuntos”, escribió el ministro británico Dundas, al gobernador de Jamaica, “cuanto más tengamos, mejores serán nuestras pretensiones". El 4 de junio, Puerto Príncipe, la capital de Santo Domingo, cayó. Mientras tanto, otra expedición británica capturaba Martinica, Guadalupe y las otras islas francesas. Casi por un milagro, el comercio colonial de Francia, el más rico del mundo, estaba en manos de sus enemigos y se utilizaría contra la revolución. Pero las masas francesas extendieron sus manos.

El 10 de agosto de 1792 fue el comienzo de la revolución triunfante en Francia. Las masas de París y los que las apoyaban en toda Francia, indiferentes en 1789 a la cuestión colonial, ahora combatían con frenesí revolucionario cada abuso del antiguo régimen y ninguno de sus antiguos tiranos era tan odiado como los “aristócratas de la piel”. La generosidad revolucionaria, el resentimiento por la traición de las colonias que pasaron para el lado de los enemigos de la revolución, la impotencia frente a la Marina británica: todo esto dejó a la Convención cautivada. El 4 de febrero de 1794, sin debate, esta decretó la abolición de la esclavitud de los negros y finalmente apoyó la revuelta negra.

La noticia llegó de alguna manera a las Antillas francesas. Victor Hugues, un mulato, una de las grandes personalidades surgidas de la revolución, logró romper el bloqueo británico y llevó con él el documento oficial de la liberación de los mulatos y negros de las islas de las del Caribe. Entonces ocurrió el milagro. Los negros y los mulatos se vistieron con los colores revolucionarios y cantando canciones revolucionarias, se volvieron contra los británicos y los españoles, sus aliados de ayer. Con poco más que el apoyo moral de la Francia revolucionaria, le arrebataron sus conquistas a los británicos y españoles y llevaron la guerra al territorio enemigo. Los británicos, después de cinco años de intentar reconquistar las colonias francesas, finalmente fueron expulsados en 1798.

Pocos conocen la magnitud y la importancia de esa derrota garantizada por las manos de Victor Hugues en las islas más pequeñas y las de Toussaint Louverture y Rigaud en Santo Domingo. Fortescue, el historiador Tory [conservador, N. del T.] del ejército británico, estima la pérdida total para Gran Bretaña en 100.000 hombres. Sin embargo, en toda la Guerra Peninsular, Wellington perdió considerando todas las causas –muertos en batallas, enfermedades, deserciones– solo 40.000 hombres. La sangre y el oro británico fueron derramados profusamente en su campaña en el Caribe. Esta fue la razón de la debilidad de Gran Bretaña en Europa en los años críticos entre 1793-1798. Dejemos que el propio Fortescue hable por sí mismo: “Se puede decir que el secreto de la impotencia de Inglaterra durante los primeros seis años de la guerra reside en las dos palabras fatales: Santo Domingo”. Los historiadores británicos culpan principalmente a la fiebre, como si Santo Domingo hubiese sido el único lugar en el mundo donde el imperialismo europeo se enfrentó con la fiebre.

Independientemente de la negligencia o las distorsiones de los historiadores posteriores, los revolucionarios franceses sabían lo que la cuestión negra significaba para la revolución. Los debates sobre el tema colonial perturbaron repetidamente la Constituyente, la Legislatura y la Convención. Esto tuvo graves consecuencias en la lucha interna, así como en la defensa revolucionaria de la República. Según Jaurès: “Sin duda, si no hubiera sido por los acuerdos de Barnave y todo su partido sobre la cuestión colonial, la actitud general de la Asamblea después de la huida [del rey, N. del T.] a Varennes habría sido diferente”. Excepto las masas de París, ningún ala del imperio francés jugó, en proporción a su tamaño, un papel tan grandioso en la Revolución Francesa como el medio millón de negros y mulatos en las remotas islas del Caribe.

La revolución negra y la historia mundial

La revolución negra en Santo Domingo ahogó en su origen uno de los flujos económicos más poderosos del siglo XVIII. Con la derrota de los británicos, los proletarios negros derrotaron al Tercer Estado Mulato en una sangrienta guerra civil. Inmediatamente después, Bonaparte, representante de los elementos más reaccionarios de la nueva burguesía francesa, intentó restaurar la esclavitud en Santo Domingo. Los negros derrotaron a una expedición de unos 50.000 hombres y, con la ayuda de los mulatos, llevaron la revolución a su conclusión lógica. Cambiaron el nombre de Santo Domingo por Haití y declararon la independencia de la isla. Esta revolución negra tuvo un profundo efecto en la lucha por el fin del tráfico de esclavos.

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Podemos rastrear mejor esta estrecha conexión siguiendo el desarrollo de la abolición en el Imperio Británico. El primer gran golpe al dominio Tory de Gran Bretaña (y al feudalismo en Francia) fue dado por la Declaración de Independencia en 1776. Cuando Jefferson escribió que todos los hombres nacen iguales, estaba redactando la sentencia de muerte del feudalismo, donde los hombres estaban divididos por leyes en clases desiguales. Crispus Attucks, el negro, fue el primer hombre asesinado por los británicos en la guerra que siguió. No fue un fenómeno aislado o casual. Los negros pensaban que en esta lucha por la libertad podrían conquistar la suya. Se ha estimado que de los 30.000 hombres en el ejército de Washington, 4.000 eran negros. La burguesía estadounidense no los quería. Ellos forzaron su participación. Pero los negros de Santo Domingo también lucharon en la guerra.

La monarquía francesa acudió en ayuda de la Revolución de los Estados Unidos. Y los negros de las colonias francesas obligaron su aceptación en la fuerza expedicionaria francesa. De las 1.900 tropas francesas que recapturaron Savannah, 900 eran voluntarios de la colonia francesa de Santo Domingo. Diez años después, algunos de estos hombres, Rigaud, André, Lambert, Beauvais y otros (algunos dicen que también Christophe), con su experiencia política y militar, serán los más destacados entre los líderes de la revolución de Santo Domingo. Mucho antes de que Karl Marx escribiera, “Trabajadores del mundo, uníos”, la revolución era internacional.

La pérdida de las colonias esclavistas le quitó a la burguesía británica su fuente de algodón barato. Adam Smith y Arthur Young, heraldos de la revolución industrial y de la esclavitud asalariada, ya estaban predicando contra el desperdicio de tener esclavos como propiedad. Sordos hasta 1783, los burgueses británicos ahora escucharon y volvieron a mirar al Caribe. Sus propias colonias estaban en bancarrota. Estaban perdiendo el tráfico de esclavos ante los franceses y rivales de los británicos. Y la mitad de los esclavos franceses que compraban irían a Santo Domingo, la India del siglo XVIII. ¿Por qué deberían continuar haciendo esto? En tres años, se formó la primera sociedad abolicionista y Pitt comenzó a clamar por la abolición de la esclavitud: “por el bien de la humanidad, sin duda”, dice Gaston-Martin, “pero también, que se entienda bien, para arruinar el comercio francés”. Con la guerra de 1793, Pitt, alimentando la perspectiva de conquistar Santo Domingo, disminuyó el tono con relación a la abolición. Pero la revolución negra destruyó las aspiraciones tanto de Francia como de Gran Bretaña.

El Tratado de Viena en 1814 le dio a Francia el derecho de recuperar Santo Domingo: los haitianos juraron que preferirían destruir la isla. Con el abandono de las esperanzas de recuperar Santo Domingo, los británicos abolieron el comercio de esclavos en 1807. Estados Unidos los siguió en 1808.

Si el interés de Gran Bretaña en las Indias Orientales era uno de los grandes arsenales financieros de la nueva burguesía (por eso las diatribas de Burke, portavoz del partidoWhig contra Hastings y Clive), el interés en el Caribe aunque nunca tan poderoso como en Francia, fue una piedra angular de la oligarquía feudal. La pérdida de los Estados Unidos fue el comienzo de su declive. De no ser por la revolución negra, Santo Domingo los habría fortalecido enormemente. La burguesía reformista británica les dio una paliza, el eslabón más débil de la cadena oligárquica. Una gran revuelta de esclavos en Jamaica en 1831 ayudó a convencer a quienes tenían dudas.

En Gran Bretaña, [la expresión, N. del T.] “Mejor la emancipación desde arriba que desde abajo” anticipó el zar por treinta años. Uno de los primeros actos de los reformistas victoriosos fue abolir la esclavitud en las colonias británicas. Pero si la revolución negra no se hubiera dado en Santo Domingo, la abolición y la emancipación podrían haber sido pospuestas por treinta años más. La abolición no llegó a Francia hasta la revolución de 1848. La producción de azúcar de remolacha, introducida en Francia por Bonaparte, creció a pasos agigantados y colocó los intereses de la caña de azúcar, basados en la esclavitud en Martinica y Guadalupe, cada vez más a la defensiva. Uno de los primeros actos del gobierno revolucionario de 1848 fue abolir la esclavitud. Pero como en 1794, el decreto fue simplemente el registro de un hecho consumado. La actitud de los esclavos era tan amenazadora que en más de una colonia, el gobierno local, para evitar la revolución esclava, proclamó la abolición sin esperar la autorización de Francia.

Los negros y la guerra civil

1848, el año siguiente a la crisis económica de 1847, fue el comienzo de un nuevo ciclo de revoluciones en todo el mundo occidental. Las revoluciones europeas y el cartismo en Inglaterra fueron derrotados. En Estados Unidos, el conflicto irrefrenable entre el capitalismo en el Norte y el sistema esclavista en el Sur fue rechazado por última vez por el Compromiso de Missouri de 1850. Los acontecimientos políticos que siguieron a la crisis económica de 1857 [7] hicieron imposible futuras negociaciones.

Fue una década de lucha revolucionaria en los países coloniales y semicoloniales alrededor de todo el mundo. 1857 fue el año de la primera guerra de independencia de la India, generalmente llamado de forma incorrecta el “motín indio”. En 1858 comenzó la guerra civil en México, que terminó con la victoria de Juárez tres años después. Fue el período de la revolución Taiping en China, el primer gran intento de romper el poder de la dinastía manchú. El Norte y el Sur de los Estados Unidos se dirigieron a su enfrentamiento predestinado con desánimo, pero los negros revolucionarios ayudaron a precipitar el problema. En las dos décadas anteriores al inicio de la Guerra Civil, miles abandonaron el Sur. La organización revolucionaria conocida como Underground Railway [el ferrocarril subterráneo], con audacia, eficiencia y agilidad, esfumó la propiedad humana de los dueños de esclavos. Los esclavos fugitivos estaban a la orden del día. La Fugitive Slave Law [Ley de esclavos fugitivos] de 1850 fue un último intento desesperado del gobierno federal para terminar con esta abolición ilegal. Diez estados del Norte respondieron con leyes de libertad personal que anularon las fuertes sanciones de la ley de 1850. Quizás la más famosa entre todos los blancos y negros que recorrieron el Underground Railway es Harriet Tubman, una negra que había escapado de la esclavitud. Hizo diecinueve viajes al Sur y ayudó a sus hermanos y esposas y a otros trescientos esclavos a escapar. Sus estragos en territorio enemigo hicieron que su cabeza valiera $ 40.000. Josiah Henson, el original del “tío Tom”, ayudó a escapar a casi doscientos esclavos. Nada enfureció tanto a los dueños de esclavos como este drenaje de veinte años en su sistema económico ya en bancarrota.

No es necesario detallar aquí las causas de la mayor guerra civil de la historia. Todos los escolares negros saben que lo último que Lincoln tenía en mente era la emancipación de los negros. Lo importante es que por razones internas y externas Lincoln tuvo que atraerlos a la lucha revolucionaria. Dijo que sin la emancipación el Norte podría no haber ganado y probablemente tenía razón. Miles de negros luchaban en el lado Sur con la esperanza de ganar su libertad de esa manera. El decreto de abolición rompió la cohesión social del Sur. No solo se trata de lo que el Norte ganó sino de, como señaló Lincoln, lo que perdió el Sur. En el lado norte 220.000 negros lucharon con tanta valentía que era imposible hacer con las tropas blancas lo que se podía hacer con ellos. Lucharon no solo con valentía revolucionaria sino con fiereza y disciplina ejemplar. Los mejores de ellos estaban llenos de orgullo revolucionario. Luchaban por la igualdad. Una compañía apiló sus armas frente a su comandante como protesta contra la discriminación.

Lincoln también fue llevado a la [idea de la, N. del T.] abolición por la presión de la clase obrera británica. Palmerston quería intervenir por el lado Sur, pero Gladstone se opuso en el gabinete. Dirigida por Marx, la clase obrera británica se opuso tan enérgicamente a la guerra que fue imposible organizar un acto pro guerra en cualquier lugar de Inglaterra. Los Tories británicos se burlaron de la afirmación de que la guerra era por la abolición de la esclavitud: ¿Lincoln no había dicho esto tantas veces? Los trabajadores británicos, sin embargo, insistieron en ver la guerra como una guerra por la abolición y Lincoln, para quien la no intervención británica era un asunto de vida o muerte, decretó la abolición con una rapidez que demuestra su profunda falta de voluntad para dar tal paso revolucionario.

La abolición fue declarada en 1863. Dos años antes, el movimiento de los campesinos rusos, tan alegremente aclamados por Marx, asustó al zar llevándolo hacia una semi-emancipación de los siervos. El Norte obtuvo su victoria en 1865. Dos años después, los trabajadores británicos ganaron el Second Reform Bill [Segundo Proyecto de Ley de Reforma, N. del T.], que garantizó el voto de los trabajadores urbanos. El ciclo revolucionario concluyó con la derrota de la Comuna de París en 1871. Si hubiese triunfado en París, la historia de la Reconstrucción habría sido muy diferente.

Los negros y la revolución mundial

Entre 1871 y 1905 la revolución proletaria estuvo adormecida. En África, los negros luchaban en vano para mantener su independencia contra las invasiones imperialistas. Pero la Revolución Rusa de 1905 anticipó una nueva era que comenzó con la Revolución de Octubre en 1917. Mientras medio millón de negros lucharon por la Revolución Francesa en 1789, hoy la revolución socialista en Europa tiene como aliados potenciales a más de 120 millones de negros en África. Donde Lincoln tuvo que buscar una alianza con una población esclava aislada, hoy millones de negros en los Estados Unidos han ingresado en la industria, luchando codo a codo con los trabajadores blancos en los piquetes, ayudando a hacer piquetes para las huelgas con ocupación de fábricas, desempeñando su papel en las luchas y enfrentamientos de sindicatos y partidos políticos. Solo a través de esta perspectiva histórica podemos entender las enormes potencialidades revolucionarias negras en la actualidad.

Medio millón de esclavos al escuchar las palabras “Libertad, Igualdad y Fraternidad” que gritaban millones de franceses a miles de kilómetros de distancia, despertaron de su apatía. Ocuparon la atención de Gran Bretaña durante seis años y, citando a Fortescue, “prácticamente destruyeron al ejército británico”. ¿Y los negros en la África actual? Este es un simple esbozo de los registros:

África occidental francesa: 1926-1929, 10.000 hombres huyeron hacia los bosques para escapar de la esclavitud francesa.

África ecuatorial francesa: 1924, levantamiento. 1924-1925, levantamiento, 1000 negros asesinados. 1928, de junio a noviembre, levantamientos en Sangha del Norte y en Lai. 1929, un levantamiento que dura cuatro meses; los negros organizaron un ejército de 10.000.

África occidental británica: 1929, una revuelta de 30.000 mujeres en Nigeria; 83 asesinados, 87 heridos. 1937, huelga general de la Gold Coast. Agricultores [productores africanos de cacao, N. del T.] junto a estibadores y camioneros.

Congo Belga: 1929, revuelta en Ruanda-Burundi, miles son asesinados. 1930-1931, revuelta de los Bapende, 800 masacrados en un solo lugar, Kwango.

Sudáfrica: 1929, huelgas y disturbios en Durban; el barrio negro estaba completamente rodeado de tropas y fue bombardeado por aviones.

Desde 1935 ha habido huelgas generales con asesinatos de negros en Rodesia, Madagascar, Zanzíbar. En el Caribe hubo huelgas generales y acciones de masas como las que no se han visto en las islas desde la emancipación de la esclavitud hace cien años, decenas han sido asesinados y heridos.

Lo anterior es sólo una selección aleatoria. Los negros en África están presos y golpean contra los barrotes continuamente. Es el proletariado europeo el que tiene la llave. Permitan que los trabajadores de Gran Bretaña, Francia y Alemania digan: “Levántense, hijos del hambre” tan fuerte como los revolucionarios franceses gritaron “Libertad, Igualdad y Fraternidad”, y ¿qué fuerza en la tierra puede detener a esos negros? Cualquiera que conozca algo sobre África entiende esto.

El Sr. Norman Leys, un oficial médico del gobierno en Kenia durante veinte años, miembro del Partido Laborista Británico, y tan revolucionario como el fallecido Ramsay MacDonald, escribió un estudio sobre Kenia en 1924. Siete años más tarde volvió a escribir. Esta vez tituló su libro Una última oportunidad en Kenia. La alternativa, decía, era la revolución.

En Caliban in Africa, Leonard Barnes, otro socialista convencional, escribe lo siguiente: “Entonces él [el blanco sudafricano] y el nativo que tiene cautivo siguen fatalmente río abajo con la corriente, girando locamente a lo largo de los rápidos sobre la gran catarata, ambos unidos en el momento omnipotente”. Esa es la revolución envuelta en papel plateado. La revolución persigue a este inglés conservador. Escribe nuevamente sobre los bantúes:

“Se agachan en la esquina, albergando una odio oscuro y buscando desesperadamente un plan. No pasarán muchos años decidiéndose. El tiempo y el destino, aún más predominantes que un puente levadizo de los Afrikaner, los están sacando de la defensiva. Algo debe ceder; no será el destino ni el tiempo. Debe llevarse a cabo una reconstrucción social y económica integral. ¿Pero cómo? ¿Por razón o por la violencia?”.

Él plantea como alternativas lo que en realidad es una sola cosa. El cambio tendrá lugar por la violencia y por la razón combinadas.

“Tenemos una concepción equivocada de los negros”

Volvamos de nuevo a la revolución de Santo Domingo con su insignificante medio millón de esclavos. Escribiendo en 1789, el mismo año de la revolución, un colono dijo de ellos que eran “injustos, crueles, bárbaros, semihumanos, traicioneros, engañosos, ladrones, borrachos, orgullosos, prejuiciosos, sucios, sinvergüenzas, furiosamente envidiosos y cobardes".

Tres años más tarde Roume, el comisionado francés, señaló que a pesar de que lucharon con los españoles monárquicos, los revolucionarios negros, organizándose en secciones armadas y pelotones populares, seguían rígidamente todas las formas de organización republicana. Adoptaron consignas y gritos de guerra. Designaron jefes de sección y divisiones que por medio de estas consignas podían convocarlos y enviarlos de vuelta a casa nuevamente de un extremo a otro de la provincia. Sacaron desde sus profundidades un soldado y un estadista de primer orden, Toussaint Louverture, y líderes de segundo nivel plenamente capaces de equipararse a los franceses en la guerra, la diplomacia y la administración. En diez años organizaron un ejército que luchó contra el de Bonaparte de igual a igual. “¡Pero qué hombres son estos negros! ¡Cómo luchan y cómo mueren!” escribió un oficial francés recordando la última campaña después de cuarenta años.

Desde su lecho de muerte Leclerc, cuñado de Bonaparte y comandante en jefe de la expedición francesa, escribió en una carta para la familia: “Tenemos... una concepción equivocada del negro”. Y nuevamente: “Tenemos en Europa una concepción equivocada del país en el que luchamos y de los hombres contra los que luchamos...”. Necesitamos saber y reflexionar sobre estas cosas hoy en día.

Amenazados durante toda su existencia por el imperialismo, europeo y estadounidense, los haitianos nunca pudieron superar la amarga herencia de su pasado. Sin embargo, esa revolución de medio millón no solo ayudó a proteger la Revolución francesa, sino que dio inicio a grandes revoluciones. Cuando los revolucionarios latinoamericanos vieron que medio millón de esclavos podían luchar y vencer, reconocieron la realidad de su propio deseo de independencia. Bolívar, enfermo y desmoralizado, fue a Haití. Los haitianos lo cuidaron hasta que recuperó la salud, le dieron dinero y armas con los que volvió a su tierra. Fue derrotado, regresó a Haití y fue nuevamente recibido y asistido. Y fue desde Haití que navegó para comenzar la campaña final, que terminó con la independencia de los cinco Estados.

Hoy, 150 millones de negros, infinitamente más arraigados en la economía mundial que sus antepasados de hace cien años, superarán con creces la obra de ese medio millón de Santo Domingo en el trabajo de transformación social. Los continuos levantamientos en África; la negativa de los guerreros etíopes a someterse a Mussolini; los negros estadounidenses que se ofrecieron como voluntarios para luchar en España en la Brigada Abraham Lincoln –como Rigaud y Beauvais se habían ofrecido como voluntarios para luchar en Estados Unidos–, templando sus espadas contra el enemigo en el extranjero para usarlas contra su enemigo en casa: estos relámpagos anuncian el trueno. El racismo que ahora se interpone en el camino se doblegará ante el tremendo impacto de la revolución proletaria.

En Flint, durante la huelga de dos años atrás, setecientos blancos del Sur, sumergidos desde la infancia en el racismo, se encontraron cercados en el predio de la General Motors con un negro entre ellos. Cuando llegó el momento de la primera comida, el negro, sabiendo quiénes y qué eran sus compañeros, se paró en el fondo. Inmediatamente se propuso que no debería haber discriminación racial entre los huelguistas. Setecientas manos se levantaron juntas. Ante el enemigo de clase, los hombres reconocieron que el racismo era algo subordinado y que no se podía permitir que interrumpiera su lucha. El negro fue invitado a sentarse primero, y cuando alcanzaron la victoria, en la marcha triunfante de la fábrica, le dieron el primer lugar. Este es el pronóstico del futuro. En África, en Estados Unidos, en el Caribe, en una escala nacional e internacional, millones de negros levantarán sus cabezas, dejarán de estar arrodillados y escribirán algunos de los más masivos y brillantes capítulos de la historia del socialismo revolucionario.

Introducción y traducción: Gabriela Liszt

 
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