Su autor nos ofrece un ensayo con una dinámica explicativa donde el espacio geográfico y el relato histórico se interrelacionan y retroalimentan mutuamente. Este ir y venir entre la historia y la geografía nos introduce en una obra contextualizada, que permite una mirada amplia sobre los orígenes del pueblo galés y su desarrollo histórico plagado de vicisitudes, desventuras y resistencia a la dominación.
Una resistencia marcada por testimonios que muestran una lucha continua por preservar sus raíces lingüísticas y culturales, como así también la búsqueda de su autonomía territorial y política.
Mare muestra un panorama de las distintas diásporas galesas en el mundo, y entre ellas profundiza en la que vino a la Argentina a asentarse en las agrestes costas del río Chubut, siguiendo la utopía de Michel Jones y otros connacionales de propiciar una experiencia organizativa innovadora, ya que la misma promovía el habla del galés y las tradiciones galesas junto con el desarrollo de una religión cristiana disidente, dentro de una república democrática integrada por una comunidad de granjeros independientes y obreros libres asociados en cooperativas. Su concreción se ejemplifica en el libro con un arduo trabajo de investigación, recolección de datos y testimonios, donde abundan los personajes que jalonaron el acontecer de Y Wladfa.
Establece conceptualmente una importante diferencia entre colonización como conquista y colonización como asentamiento de colonos que han sufrido un exilio obligado por distintas causas, y que buscan un lugar en el mundo. Con ello vivifica la reivindicación de los refugiados de toda índole y de los migrantes en general.
El libro rescata la relación de respeto y beneficio mutuo entre galensos y tehuelches. Los contactos pacíficos y amistosos quedaron en evidencia durante la fatídica «campaña del Desierto», donde, a pedido de los indígenas, muchos galeses intercedieron por ellos pidiendo clemencia y respeto ante las autoridades nacionales, siendo ignorados. Los habitantes de Y Wladfa se negaron también a considerar como héroes nacionales a los mentores y hacedores de aquel genocidio. Esta relación tuvo su contraparte en lo referido a la pretensión de «evangelizar» a los indígenas afectos a lo que los colonos consideraban «supersticiones primitivas» frente a la «única fe verdadera»: la religión cristiana. En igual sentido relata cómo, después de la campaña de Roca, pudieron extenderse hacia el oeste.
Lo expresado en el párrafo anterior da por tierra con la presunción que toda ocupación de un territorio necesariamente lleva el aniquilamiento de una cultura por otra, tal como nos ha sido enseñado en nuestra escuela sarmientina.
Mijaíl Bakunin dice en Patria y nacionalidad que, si bien la individualidad y la nacionalidad no pueden ser tomadas como principios porque separan y dividen a los seres humanos, sí debe ser tomado como principio el respeto a la individualidad y a la nacionalidad, y que herirlas es un crimen. Federico Mare hace honor a esta apreciación y enaltece un hecho natural y social que se expresa en el concepto de nacionalidad del pueblo galés. Seguramente, como intelectual socialista libertario, se sentirá “siempre y sinceramente el patriota de todas las patrias oprimidas”. Su libro así lo demuestra. |