Se han multiplicado notas, artículos científicos y de opinión sobre la muerte y los efectos de esta en los sujetos. Sobre la angustia, los trastornos de ansiedad y la depresión. Esa pandemia que sobreviene en la salud mental, una pandemia del corto mediano y largo plazo y que no se agota en los 14 días de aislamiento estricto. Esa, en donde ni siquiera tenemos la certeza bioquímica de una PCR que permita su detección.
En abril, un grupo de académicos de la Universidad de Chile advertían: “La salud mental es clave para sobrevivir a esta pandemia” (2) pero ¿Sobrevivir en tiempos de pandemia cuando ni siquiera antes de esta, había “salubridad” mental, no será exigir mucho? (Ver nota: Sobrecarga laboral y el deterioro de la salud mental en el trabajo) .
Se habla de los muertos, del número de muertos por día. De, los cuerpos que se acumulan en las morgues, hospitales y centros de salud “primaria” y poco, de los vivos que llevan en sí, un trozo de esa muerte. Prefiero desplegar el duelo, como elemento práctico más productivo, quizá, que ese registro de muertes - estériles - que no cesan de escribirse ¿Por qué? porque la muerte en cuanto cuerpo (biológico) es una certeza inconmovible que no permite desarrollo. El sujeto se convierte en objeto, y ese objeto de pronto ya ni es objeto sino, huesos, polvo. Materia inerte. La muerte es del cuerpo sin embargo el duelo, es de los vivos. De los que quedan y a fin de cuentas: son el común social que disputa y puede cambiar las cosas.
Reivindico entonces en el duelo - como función dual de los sujetos vivientes - una posibilidad de cambios y transformaciones. El duelo no es solo con los cuerpos que se paralizan, que cesan, es un procesos que se desarrolla sobre los otros, sobre los lugares, sobre las ideas. Toma también los momentos, los lazos sociales y los grandes ideales religiosos y/o políticos. Uno puede, vivir el duelo de muchas cosas - vivas o no. Sobre esto, Jean Allouch, psicoanalista francés precisaba: “no es la pérdida de cualquier ser querido lo que pone a un sujeto de duelo [...] uno está de duelo no porque un allegado se haya muerto, sino porque el que ha muerto se llevó consigo en su muerte un pequeño trozo de sí” (3)
Sobre la función dual del duelo
Esa función del duelo, que acostumbramos a ver con su significación negativa de perdida, olvido y derrumbe no es completa. Freud en su artículo “Duelo y Melancolía” comentaba la importancia de diferenciar ambos procesos y de subrayar la trascendencia del duelo en sus aspectos de separación (corte) e incorporación (ajuste) del proceso, objeto o lugar perdido.
Aquello que muere afuera para el sujeto, durante el duelo, se introduce en este (introyecta), posicionándose. El objeto perdido encuentra un lugar en el “si mismo” de tal manera que abre y habilita nuevamente al sujeto de la perdida a retomar los lazos con el mundo, con los otros sujetos, con los lugares y con las ideas. Esa doble función duelar: sujetar y separar arrastra indudablemente a los seres vivos a desarrollarse con mayor profundidad y complejidad. Una profundización que en el campo de lo social se despliega en la re-configuración de la estrategia, de las ideas y de relaciones ínter-subjetivas. En donde también adviene la memoria.
Memoria y acción social
Para no quedarnos en las particulares - casi clínicas del duelo - es que debemos superficializar un poco más los términos.
Cuando el duelo en su función, incorpora el objeto de la perdida en si mismo. Este sujeto se identifica con cierta parte, característica o simbolismo de este objeto, incorporándolo como un rasgo de sí. Rasgo que se vuelve funcional y posibilita a las personas retomar sus lazos con el mundo. Similares procesos ocurren con el concepto de memoria social, término que determina el como: Momentos de la historia de una comunidad determinada (conjunto de sujetos) van siendo sostenidos en el tiempo, incorporados en el actuar común y reivindicado dentro de las prácticas sociales, políticas y humanas.
Si bien, hay cierta tendencia a dejar esta “memoria” social como fechas conmemorativas estáticas, unificadoras de la diferencia y por lo tanto, oclusivas sobre ciertos procesos, esta tendencia obedece más a una estrategia política que a una característica propia de los procesos de memoria colectiva. Por ejemplo Enzo Traverso en su “Melancolía de Izquierda” (4) contrasta el proceso de “memoria del Holocausto Nazi” versos la “memoria de los muertos de pacientes VIH y las reivindicaciones de salud publica en Estados unidos”. Mientras en los primero, la Memoria servía como tope, límite y clausura de procesos de heterogeneidad política y social (régimen totalitario versus democracias capitalista), el segundo muestra el rol “activo” de la memoria, demandante y reivindicando la diferencia humana y la necesidad de igualdad social:
“Uno de los ejemplos más significativos [relata Traverso], de un trabajo fructífero de duelo que, en vez de paralizar la acción, la estimula de manera autorreflexiva y consciente tiene que ver con las reacciones de los activistas gay frente a las consecuencias disruptivas del sida, pandemia cuyo estallido coincidió con la caída del comunismo [...] lejos de promover la pasividad, este trauma inspiró una nueva forma de militancia procedente del duelo [...] Necesitaban reconstruir una comunidad destruida [...] creando centros médicos, brindando atención psicológica, defendiendo los derechos recién conquistados”
Volviendo a la pregunta del inicio entre acción política y subjetividad, su articulación está o podría encontrarse ahí, en ese momento en donde los límites del sujeto tejen un lazo social con otros. Aun sin poder cancelar la irreductible diferencia de los seres humanos, el duelo y la memoria, de procesos trágicos de muerte como los producidos por la pandemia posibilitan abrir, punto de anclaje común que activen procesos de reivindicación y lucha por una sociedad distinta.
Retomando el título de la nota: “Ahí en el duelo” en donde parte de la sociedad conocida ha caído. En donde parte de los supuestos de saber se han perdido y agujereado por la realidad, por ese “encabritamiento de lo Real”, “ahí” es donde desde la memoria constituyente y conjunta podríamos unir las diferencias en un proyecto que necesariamente para inscribirse en la historia, pase por hacer y ejercer acto político.
“La vida no es sin pérdidas” dijo Freud en Duelo y Melancolía y sin embargo, para Rosa Luxemburgo “el camino al socialismo [ esa utopía de la sociedad sin clases] está sembrada de grandes derrotas [y duelos consecutivos], nos hemos plantado en esas derrotas y no se puede renunciar a ninguna de ellas, pues de cada una extraemos una parte de nuestra fuerza, una parte de nuestra lucidez”
Bibliografía:
1) Lacan en las lógicas de la emancipación. A partir de textos de jorge alemán. Ed POLVORA.
2) Salud Mental en situación de Pandemia: Documento para mesa social covid-19. Documento elaborado por académicos y académicas de la U. de Chile con experiencia clínica y en investigación en Salud Mental y revisión de la evidencia científica disponible
3) Allouch, Jean. (2011) Erótica del duelo en tiempos de la muerte seca. Ed El cuenco de plata. Buenos Aires. Pp 38.
4) Travezo, E. (2016) Melancolía de Izquierda. Fondo de Cultura Económica. pp56 |