Además de la explotación en la empresa somos principalmente las mujeres quienes tenemos que realizar las tareas domésticas y con ello nuestra jornada laboral es doble. Además, nosotras tenemos que hacer los trabajos de “cuidados” para nuestros familiares enfermos, por ejemplo, de Covid.
De acuerdo a instituciones como el INEGI en México hay alrededor de 3 millones de personas que se emplean en la Industria Maquiladora de Exportación. Un gran ejército de personas formado fundamentalmente por mujeres que trabajan prolongadas e intensas jornadas, en condiciones altamente precarias y con salarios que muchas veces no alcanzan para pagar el costo de la canasta básica de alimentos y sostener a la familia. En la maquila el 85% de las trabajadoras somos mujeres.
Además las zonas industriales maquiladoras son un caldo de cultivo para los feminicidios, expresando así que este fenómeno tiene un marcado carácter de clase. Fue en las zonas fronterizas principalmente maquiladoras donde surgieron los casos de mayor tasas de feminicidio. De hecho, este fenómeno creció a la par de la industrialización de la frontera, teniendo un segundo repunte con la militarización del país.
Con la llegada de las grandes filiales norteamericanas, japonesas y alemanas, cada vez más grandes, con mayor tecnología y claro, mayor número de trabajadoras y trabajadores, Ciudad Juárez se convirtió en el paraíso para el capital por su mano de obra barata. Una gran sucursal del trabajo precario. Paralelo a este desarrollo, el horror del feminicidio explotó.
El feminicidio, fue narrado de forma literaria por Roberto Bolaño en 2666 que describe el asesinato de mujeres obreras, fenómeno que despertó uno de los momentos más atroces en la historia de la Ciudad Juárez. Para autores como Diana Whashington y Sergio Rodríguez el fenómeno feminicida estaba asociado al crecimiento acelerado del industria maquiladora de exportación. Aunado a ello, en la urbe administrada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se registró entre 2011 y 2013 el asesinato de luchadores sociales como Susana Chávez, poeta que enunció "Ni una muerta más, ni una menos", frase que inspiraría a quienes acuñaron la consigna #NiUnaMenos. Josefina y Rubén Reyes Salazar encarnan casos que muestran el actuar de grupos paramilitares. Entre 2006 y 2011 se calculan que fueron ejecutadas 11 mil personas. La militarización de la frontera inhibió todo tipo de movilización social en la ciudad y a la par aumentó la cantidad de feminicidios en un 800%.
Las mujeres que luchan
Ser mujer maquiladora es tener muchas cosas en contra. Tenemos en contra a la empresa que nos roba los salarios, a los gerentes y jefes de línea que nos hostigan sexualmente, a la policía, militares y narcos que nos desaparecen en las noches cuando salimos de la jornada laboral, a los medios de comunicación que argumentan que “cuando las mujeres desaparecen” es porque en algo andaban, a los burócratas de los sindicato que no hacen nada por nosotras, al sistema completo pues.
En marzo de este año una jornada histórica de movilización emergió en México. Miles de mujeres en todo el país se fueron a paro. Sin embargo, en la industria maquiladora de Tijuana, Ciudad Juárez y Matamoros las trabajadoras mujeres no tuvimos permiso de las patronales para sumarnos al paro de mujeres del día 9 de marzo. La misma situación sufrieron las mujeres jornaleras de lugares como San Quintín en Baja California Norte.
Esto sucedió por el control corporativo y charril de sindicatos como la CTM y de las patronales en lugares importantes de producción de mercancías como en la industria textilera, de alimentación o de maquila, donde la producción siguió en su normalidad. Sin embargo, la maquiladora tiene una historia de lucha obreras muy emblemáticas protagonizadas por mujeres.
En 2016, por ejemplo, fue un movimiento que comenzó en EATON Bussman en Ciudad Juárez. Se trasladó, el 13 de agosto, a la planta de Scientific Atlanta. En septiembre de ese año sucedió lo mismo, el día 30, en adc ComScope; el 4 de noviembre, en la maquila Lexmark. El movimiento se unificó el 12 cuando se llevó a cabo una marcha de los cuatro movimientos ante la junta de conciliación. Unos 2 mil obreros en marcha plantearon: reinstalación a los despedidos, derecho a la libre sindicalización, aumento salarial.
El segundo hito es la huelga obrera de Matamoros: el movimiento 20/32, donde los obreros y las obreras exigían un aumento salarial del 20 % y un bono anual de 32 mil pesos. El movimiento tuvo por lo menos huelga en 90 empresas y participaron unos 90 mil trabajadores.
El tercer momento fueron los paros de abril, a inicios de la pandemia, en Mexicali, Tijuana, Ciudad Juárez, Matamoros, Ciudad Victoria y Reynosa donde hubo asambleas, motines, mítines y denuncias anónimas contra la prepotencia patronal.
La maquila en toda la frontera concentra una fuerte cantidad de trabajo juvenil: mujeres jóvenes (16 a 24 años es la edad promedio), solteras y con estudios mínimos de primaria, que provienen de zonas rurales y que representan del 80 al 90% de la mano de obra en este sector en México.
En el sector de la electrónica, se selecciona a aquellas con edad promedio de 20 años, con estudios de primaria como mínimo y solteras; en el de la costura, la edad promedio requerida es de 26 años, sin primaria terminada (predominan las madres como jefas de familia) y la experiencia en costura es indispensable; y en la industria automotriz hay una preferencia por contratar hombres jóvenes, y las pocas mujeres que ingresan aparecen en áreas localizadas. Por eso esas luchas fueron protagonizadas por mujeres en alianza con sus compañeros.
Las mujeres nos pusimos a la cabeza de la consigna “Queremos vivir” durante los paros laborales en abril de 2020 en el inicio de la pandemia. Somos las mujeres trabajadoras quienes queremos evitar que la voracidad capitalista ponga en riesgo la vida de los trabajadores para contraer coronavirus.
Fue gracias a esos paros que miles de trabajadores vulnerables pudieran acceder al confinamiento algunos días para evitar contagiarse, aunque los empresarios y el gobierno nos obligaron a volver al trabajo. De ahí que sea clave e importante que las mujeres retomemos la lucha.
Somos estratégicas
Todos pusieron el grito en el cielo durante esos paros laborales: empresarios, burócratas sindicales, gobiernos, cámaras empresariales pues quedó clarísimo en abril, cuando paramos la producción de decenas de maquila en toda la frontera, que las mujeres ocupamos un lugar estratégico, controlamos esos “puntos de vulnerabilidad” de las cadenas de suministros a escala mundial, pues como dice el Manifiesto Internacional de Pan y Rosas “constituimos -colectivamente, junto a nuestros compañeros- el sujeto social que posee la potencialidad de afectar el funcionamiento del capitalismo.” Parar la industria maquiladora detiene la cadena de valor que enriquecen a los países imperialistas.
Desde Pan y Rosas México planteamos que no se reanuden labores en la industria maquiladora y automotriz, así como de toda la industria no esencial, exigimos que se paguen salarios al 100% con licencia para el confinamiento para los maquiladores y automotrices para estos sectores, así como la prohibición de los despidos que se están desarrollando bajo pretexto del coronavirus. Las licencias con el total del sueldo pagado también son necesarias para todas las trabajadoras que no puedan asistir a sus centros de trabajo por el cuidado de enfermos, niñas y niños.
A la par, exigimos la realización de tests o pruebas de detección masivas antes de cualquier reanudación de labores, como una medida elemental para conocer la dinámica del covid-19 en la región y tomar las medidas sanitarias correspondientes. Toda empresa que viole las medidas que planteamos antes, que cierre o despida masivamente, debe ser expropiada bajo control obrero, sin indemnización, y debe discutirse en asambleas obreras la posible reconversión industrial para la producción de insumos para enfrentar la pandemia de coronavirus.
Para enfrentar el feminicidio es necesario que nuestras condiciones estructurales cambien radicalmente, es vital exigir un plan integral contra la violencia, que no se base en el aumento de militares sino en atacar esas condiciones estructurales, como mencionamos aqui.
A la par hay que exigirle a las direcciones sindicales que peleen por guarderías, comedores y lavadores comunitarios y que así estas tareas no sigan recayendo sobre nosotras obligándonos a cumplir dobles jornadas laborales y profundizando nuestra explotación. Estas deben ser garantizadas por el Estado con recursos que vengan de cobrarle impuestos a las grandes fortunas de los empresarios que se enriquecen a costa de nuestra precarización. Sumado a esto es necesario exigir la desmilitarización inmediata del país y la frontera norte.
Articulemos nuestras demandas con las de otros sectores de trabajadores y trabajadoras que también están resintiendo los ataques a sus derechos laborales, si unimos nuestras luchas tendremos mucha más fuerza. Impulsemos un Movimiento Nacional Contra la Precarización y los Despidos.
Como señala este texto “las mujeres somos las primeras en ser despedidas, las primeras en quedarnos sin hogar, las primeras en endeudarnos para poder solventar nuestras necesidades básicas y de nuestras familias. Somos las que tenemos que aceptar trabajos “basura” para poder sobrevivir apenas, quizás en un mundo más violento debido a misma crisis. Pero también, podemos y debemos ser protagonistas en la lucha por mejores condiciones de trabajo, las mujeres que pretendamos nuestra emancipación de toda opresión, debemos luchar entonces contra el capitalismo y sus formas de explotación, y por los derechos de las mujeres y la juventud, junto a nuestros compañeros de clase, que sufren la explotación y precarización de la vida también.”
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