A comienzos de esta semana se hacía público el acuerdo alcanzado entre EH Bildu e Ikasle Sindikatua/Sindicato de Estudiantes, por el que la organización estudiantil impulsada por Izquierda Revolucionaria se comprometía a pedir el voto a EH Bildu en las próximas elecciones vascas “para articular gobiernos alternativos al PNV y defender una política de izquierdas apoyada en la movilización social”.
Pero ¿cuál es esta alternativa? ¿Qué se puede esperar de una EH-Bildu que ha optado por ser sostén del gobierno de coalición y aspira a gobernar con esos mismos partidos en Euskadi?
En el Congreso de los Diputados, la abstención de EH-Bildu fue fundamental para investir a Pedro Sánchez y desde entonces ha sido una de las piezas claves del apoyo parlamentario al gobierno de coalición PSOE-UP, el llamado gobierno “progresista” que ha decidido mantener la reforma laboral, los CIEs y lo esencial de la política educativa del PP. Todo con el apoyo del mismo PNV que ve como el programa de la patronal es siempre atendido por el ejecutivo de Sánchez e Iglesias.
Durante la pandemia, lejos del relato del “escudo social”, las medidas tomadas por el gobierno central han ido en la línea de salvar a las grandes empresas y hacer pagar la crisis a la clase trabajadora.
Lo vimos cuando se enviaba a trabajar a millones sin garantizar las medidas de seguridad necesarias, cuando se permitieron 1 millón de despidos o cuando las arcas del Estado asumían los salarios de 3 ,5 millones de trabajadores -ahorrándoselos a las grandes empresas- mediante los ERTEs pactados con las burocracias sindicales de CCOO y UGT y la patronal.
En el ámbito educativo tampoco van por un camino distinto al de los anteriores gobiernos del PP y el PSOE. La reforma universitaria de Castells pretende profundizar la adaptación de la universidad a las demandas del mercado y los planes para la Formación Profesional también siguen ese guía, para muestra de ello la nueva FP de “rider”.
Actualmente, el PNV y el PSE son socios de gobierno en el País Vasco y contaron con la ayuda de Elkarrekin Podemos, que facilitó con su abstención los presupuestos para 2020. Aunque EH-Bildu fuera la segunda fuerza, tal y como apuntan las encuestas, la opción para desbancar al PNV pasaría de una u otra forma por la alianza con Podemos y el PSE. Es decir, un cogobierno con los socios en Vitoria y Madrid del partido de la patronal vasca.
Esta es la opción abiertamente defendida por EH-Bildu durante toda la campaña. Reeditar en el País Vasco un gobierno “progresista” al estilo del gobierno central. Una política que va en la línea del devenir de la izquierda abertxale en la última década, en la que ha profundizado su apuesta por un proyecto reformista de izquierda y de gestión de las instituciones, en particular en el ámbito municipal.
La mayoría de los compromisos programáticos que acompañan el acuerdo no son solo difíciles de alcanzar por medio de un gobierno “progresista vasco”, sino que son directamente inalcanzables mediante un acuerdo con el PSOE y UP, o con la hoja de ruta de gestión institucional de EH-Bildu.
No hace falta irse muy atrás para constatarlo, el propio pasado reciente lo demuestra. Puntos como la derogación de la reforma de las reformas laborales, la ley de extranjería o el cierre de los CIEs están lejos de ser el objetivo del PSOE-UP. El reconocimiento del derecho de autodeterminación de Euskal Herria, Catalunya y Galiza parece del todo imposible si se recuerda la brutal represión en Catalunya.
Ni siquiera medidas en el ámbito educativo como la total gratuidad de la educación para la clase trabajadora y el fin de la financiación de la educación privada tienen salida, pues requeriría enfrentarse al gran negocio de la concertada en el País Vasco y medidas excepcionales como impuestos a las grandes fortunas para sufragarlo. Ambas cuestiones opuestas por el vértice a la política del “progresismo” en esta materia.
De ninguna manera un gobierno tripartito EH-Bildu- PSE-Podemos supone una alternativa a las políticas neoliberales del PNV, como ya vemos en el gobierno central. Defender un camino inviable para lograr esos puntos programáticos es tanto como renunciar a conquistarlo.
Los compañeros y compañeras del Sindicato de Estudiantes deberían abandonar esta línea de ubicarse como el apoyo crítico a los diferentes partidos de centroizquierda y adoptar una política de independencia total de los gobiernos “progresistas”. Para enfrentar la crisis económica que se avecina, la elitización de la universidad y los ataques a la educación, es urgente trabajar por que emerja un movimiento estudiantil que busque la alianza con la clase trabajadora, se organice por medio de asambleas y coordinadoras democráticas y pelee por un programa anticapitalista para hacerle pagar esta crisis a las grandes empresas y fortunas. |