Comunicado del Bachillerato Popular Dos de Diciembre/Villa 21-24
El jueves 11 de junio se terminó de aprobar, por amplia mayoría, educación a distancia en todos los niveles del sistema educativo, habilitando esta modalidad a menores de 18 años. Lo aprobado legaliza lo que ya se había decidido implementar desde el comienzo de la cuarentena: continuidad pedagógica.
¿Qué se hizo desde el Ministerio de Educación para garantizar dicha continuidad? Programas educativos en la televisión pública, plataforma virtual, elaboración y distribución de cuadernillos. Estas medidas, insuficientes, dejaron librado el derecho a la educación a la buena voluntad, el esfuerzo, los recursos y condiciones de docentes y estudiantes.
Cada escuela (y cada docente) hace lo que puede
Desde el Bachillerato Popular 2 de diciembre, escuela presencial para jóvenes y adultos que funciona en Barracas, intentamos (de acuerdo a lo establecido por el Estado Nacional y jurisdiccional) continuar con el proceso de enseñanza y aprendizaje. El aislamiento social obligatorio se decretó luego de la primera semana de clases. Todavía estábamos realizando inscripciones y actividades de integración y diagnóstico.
El primer desafío fue ponerse en contacto con los/as estudiantes. Habíamos armado listas, pero no todos tenían celular. La mayor parte de los recursos (costeados por los/as trabajadores/as) quedaron en la escuela y tuvimos que empezar a organizar, a la distancia, las acciones necesarias para sostener el vínculo con los/as estudiantes, informar sobre la situación y dar alguna respuesta a la demanda de “continuidad pedagógica”. ¿Es posible enseñar y aprender a distancia?
El único modo que tiene la docencia de alcanzar un salario que le permita reproducir su vida es acumular cargos en distintas escuelas o contar con otros trabajos. No es extraño que, en promedio, un/a docente del Nivel Medio tenga a su cargo entre 300 y 500 estudiantes. El seguimiento de las trayectorias (como se suele demandar), es inviable, con o sin pandemia. Con la cuarentena, todas las actividades, de todos los cursos, tuvieron que realizarse desde la casa: planificación, armado de materiales, dictado de clases, corrección, reuniones. A todo esto, se le sumaron cuestiones específicas de una enseñanza a distancia: seleccionar y adaptar contenidos y materiales, incorporar estrategias de enseñanza adecuadas a las redes o plataformas, seguir trayectorias de estudiantes que no cuentan con recursos o condiciones para lo que exige la virtualidad, responder consultas y dudas en cualquier momento del día, pensar nuevas formas de corregir y evaluar. Como si fuera poco, se dio por descontado que los/as docentes contaban con tecnología, conectividad y espacio adecuado para el teletrabajo. Se superpone el trabajo docente con el cuidado de hijos/as y las tareas generales de la casa. Es más, se suelen desdibujar los horarios de trabajo; la conectividad y/o los momentos en que los hijos duermen determinan cuándo podemos ponernos a trabajar. La madrugada, por ejemplo, suele ser uno de esos momentos.
Otra cuestión que fue quedando librada a la voluntad y pericia de los/as docentes es la formación en el uso pedagógico de las herramientas disponibles. Que la pandemia generó una capacitación forzada, es un eufemismo de que el Estado no dispuso de ningún medio centralizado y sistemático para una capacitación en todos los saberes necesarios para sostener nuestra actividad de forma virtual. Muchas acciones necesarias hoy, no formaban parte de nuestra rutina de trabajo.
Nuestros/as estudiantes, para llevar adelante lo que implica aprender, se encuentran en peores condiciones. La mayoría enfrenta situaciones de desocupación o precariedad en sus condiciones de trabajo. Nos referimos a trabajos en negro, informales, sin estabilidad ni convenios. Salarios o planes de miseria significa que no llegan a estar resueltas cuestiones básicas de alimentación, vivienda y salud. Cada año, un gran porcentaje del alumnado se ve forzado a dejar la escuela. Ya sea por la pérdida del trabajo o por un cambio arbitrario de horarios laborales; sea por el cansancio de largas jornadas de laburo o por todo lo que implica sostener una familia; sea por cuestiones de salud o desalojo, se ve negado el derecho a seguir estudiando. La crisis no hizo sino exacerbar estas situaciones. Casi ningún estudiante cuenta con computadora y muy pocos tienen conexión estable a Internet. Dado que la prioridad está puesta en la educación de los/as hijos/as, los recursos y el tiempo que tienen quedan a disposición de sus tareas. Poco se habla de que hasta una edad determinada, aprender a distancia requiere necesariamente el acompañamiento de un adulto. Además de ayudar a interpretar consignas y aclarar cuestiones de contenido, es necesario crear el ambiente apropiado para realizar tareas, organizar los tiempos, motivar, generar interés, etc. Nadie puede pensar que un/a estudiante de 10 años prende la computadora, baja una actividad, la realiza y la envía, de forma autónoma, y encima realiza un aprendizaje significativo. Justamente, es la escuela, con su presencialidad, la que va formando esa autonomía a lo largo de los años.
En el Bachillerato, la presencialidad fue una elección consciente. La idea de que por ser adultos pueden llevar adelante una cursada a distancia está negada por la experiencia. Como afirmaban los estudiantes antes, y ahora aún más, el aula es casi el único espacio viable donde realizar tareas y propuestas de aprendizaje. Los obstáculos aparecieron desde el primer momento y se fueron agudizando a medida que pasaban las semanas. Varias estudiantes nos escribieron diciendo que estaban desbordadas con las tareas y el cuidado de sus hijos/as, con el recorrido de escuelas y comedores para conseguir comida, falta de agua, problemáticas de vivienda y de salud. Varias plantearon que no podrían realizar actividades de la escuela hasta volver a las aulas.
Hasta el momento, la forma principal que nos permitió sostener el vínculo con los/as estudiantes fue la difusión a través de Whastapp. De esta manera, fuimos enviando, de manera gradual, propuestas de trabajo de las distintas materias. Acordamos la frecuencia, la forma de realizar devoluciones y correcciones y algunos criterios sobre la extensión de las tareas. También, armamos grupos cerrados de Facebook que contribuyó a un intercambio más fluido entre algunos/as estudiantes y docentes. Estos fueron los canales viables para enviar información, actividades, efemérides y saber cómo iban llevando la cuarentena. La mayoría no tiene conexión estable ni datos. Es por eso que en varias oportunidades nos pidieron que enviáramos todo por whatsapp y, en lo posible, como foto, ya que no todos podían bajar un archivo en PDF o Word. Mucho menos ver videos. Probamos con devoluciones grupales e individuales con el fin de propiciar la comunicación.
Hay varios/as estudiantes que expresaron la imposibilidad de realizar los trabajos sin acompañamiento docente. Volver a estudiar, para algunos adultos, representa un desafío enorme. Hay todo un trabajo de andamiaje y acompañamiento que, en el aula, busca fortalecer la autoestima y generar confianza y autonomía para la realización de tareas. “No entiendo ninguna consigna”, “No puedo ni empezar”, “Me da vergüenza mostrar lo que hice”, son algunas de las frases que nos escriben. Incluso quienes van enviando las tareas, sienten que falta esa instancia en que los/as profes aclaran una consigna o proponen una forma de realizarla.
¿Qué se ha hecho desde Adultos? Que sepamos, poco y nada. Los/as estudiantes no han recibido computadoras ni conectividad. Nuestra escuela, a pesar de que hace años venía demandando viandas, no cuenta con comida para entregar. No hemos recibido siquiera cuadernillos elaborados para entregar a estudiantes que no disponen de medios para recibir y realizar las tareas. Nada novedoso en una modalidad que no cuenta siquiera con una caja chica para comprar artículos de limpieza e higiene, computadora, impresora, libros, útiles, hojas.
Organizar la acción
Los/as trabajadores/as del Bachillerato 2 de Diciembre denunciamos que en nuestra escuela y en muchas otras no está garantizada la continuidad pedagógica. Si el Estado, a través de sus legisladores, habilita la educación a distancia, debe ocuparse de garantizar que sea posible. Como mínimo, docentes y estudiantes deben contar con recursos adecuados: computadoras y conectividad. Además, se debe garantizar que cada docente tenga que hacer un seguimiento del proceso de aprendizaje de una cantidad limitada de alumnos/as. En este sentido, acompañamos la lucha para que se normalice la designación de suplencias y cargos sin cubrir.
Reclamamos un incremento de las Becas Ciudad para los/as estudiantes, acorde a las circunstancias. Si se quiere garantizar acceso, permanencia y promoción de alumnos/as de escuelas del Nivel Secundario, es necesaria una suma mensual que permita afrontar los gastos que implica estudiar. Demandamos, a su vez, que no haya una fecha límite para la inscripción a la Beca, ya que muchos/as estudiantes tienen grandes dificultades para tramitarla de manera virtual.
También, como venimos reclamando desde hace años, demandamos viandas nutritivas para los/as estudiantes. En el contexto de crisis y pandemia se necesitan más que nunca.
Nos sumamos a la lucha general contra el pago del aguinaldo en cuotas, por reapertura de paritarias y el no retorno a las escuelas hasta que no estén garantizadas las condiciones de infraestructura para el distanciamiento social y los servicios necesarios
En caso de que el Estado mantenga la impostura de la “continuidad pedagógica”, cualquier proceso de enseñanza aprendizaje se hace inviable. Solo se podrá sostener una ficción que seguirá recayendo sobre la corporalidad y salud mental de los/as trabajadores de la educación, con un magro resultado.
Invitamos a otras escuelas de la Modalidad de Jóvenes y Adultos y a escuelas de otros niveles del Distrito 5, a identificar las problemáticas a las que nos enfrenta la Educación a Distancia y, de esa manera, hacer más contundentes las demandas. |