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La Izquierda Diario
9 de agosto de 2020 Twitter Faceboock

MUSICA – ENTREVISTA
Karamelo Santo y la buena costumbre de ponerles ritmo a las luchas
Hernán Polilla
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https://youtu.be/b5XR6QQHTmg

Charlamos con Goy Karamelo sobre el pasado, presente y futuro de una de las bandas más comprometidas de la escena local

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El viernes 24 de Julio Karamelo Santo cerró el festival convocado por el Encuentro de Artistas y Trabajadorxs de la Cultura para exigir la aparición con vida de Facundo Castro y adhirieron al reclamo de este espacio, que ya reúne artistas de todo el país, por un salario de emergencia para quien lo necesite de $30.000 con fondos que bien podrían reunirse si se aprobara una ley de impuestos a las grandes fortunas. Horas más tarde la banda se sumó al festival por la libertad de Sebastián Romero, preso por luchar durante las jornadas de diciembre de 2018 en contra del saqueo a los jubilados y también dirán presente en el festival programado para el 15 de Agosto impulsado por les trabajadorxs de LATAM que se encuentran en lucha para evitar el cierre de la empresa que pretende dejar a más de 3000 familias en la calle y que cuenta con todo el apoyo de los artistas y técnicos organizados en el Encuentro.
Goy es compositor, arreglador, productor, cantante y guitarrista de Karamelo Santo y con él charlamos de música y política en tiempos de pandemia.

Karamelo es una banda que siempre está presente apoyando las luchas y también han colaborado mucho con las fábricas recuperadas bajo gestión obrera, ¿cómo viven ustedes esos escenarios y el poder aportar con estas causas?

Un poco es una costumbre provinciana. Allá en Mendoza, cuando nacimos en el año ´92 estábamos a full; fue la época del neoliberalismo menemista que era una cosa tremenda, el aniversario de los 500 años de la conquista, etc., y ya nos empezaban a llamar para tocar. El nacimiento de Karamelo fue en México. Estuve un año allá y, además de traerme las rastas, estuve trabajando con los zapatistas, la gente de San Cristóbal de las Casas y en una revista indigenista. Luego volví a la Argentina y nos prendíamos en todas las movidas. Quedó una costumbre muy linda de brindar nuestro apoyo que también es un poco lo que pensamos y soñamos: que la gente esté bien. Luego mucha gente se empezó a conectar con nosotros como los trabajadores de Zanon, de la Tupaj Katari de Jujuy, de la confederación mapuche, los chicos de HIJOS de Rosario y Mendoza… y así fuimos quedando conectados, sin perder la realidad musical que nosotros siempre tenemos que trabajar, pero es necesario visibilizar lo que pasa; y ahora con los artistas más que nunca porque con lo que sucede han quedado totalmente al viento. (…) Siempre fue un gusto apoyar a los artistas.

¿Cómo surgió la idea de fusionar ritmos latinoamericanos y de incorporar el lenguaje de los pueblos originarios a sus canciones?

Como te contaba, estuve en México justo cuando fue la explosión zapatista y se vivía una cuestión increíble pero no tenían una escena del rock. Yo quería armar una banda pero no conseguía con quien ensayar; todos me decían: No güey, eso es de “fresas” (chetos) Y bueno, me metí a trabajar en una revista indigenista a través de las tres hermanas periodistas que me hospedaban, contacté a la gente de San Cristóbal y ahí me metí mucho con el idioma huichol, náhuatl y volví a Argentina con esa influencia e idea de mezclar. A mí un poco la varita mágica me la dio Mano Negra que en ese período apareció con América perdida. No lo conocía a Manu Chao y un día estando en La Boca me llamó su agente de prensa para decirme que le gustaba Karamelo y quería conocerme. Después de eso me pasó lo mismo con David Byrne a quien le encantó el disco que habíamos hecho en ese momento; él fue quien inventó todo esto con Rey Momo, junto a Paul Simon con Graceland. Desde ahí quedamos prendidos en esa movida hasta el día de hoy, en que estamos un poco más cumbieros-power y ahora estamos volviendo al ska porque vamos mucho a México donde nos incorporan siempre a la escena e invitan a sus festivales. En Argentina, empezamos a viajar mucho por el interior del país, donde se nos acercó mucha gente del folclore, y a participar de los festivales regionales donde no podés caer como un punky de ciudad; pero Karamelo tiene tres gauchos tocando en la banda y nos criamos en el campo así que cuando vamos allá nos ponemos las batarazas, nos hacemos los gauchos y subimos al escenario transformados; no podés romperles así nomás los parangones culturales así que empezamos de a poquito tocando unas cumbias, chacareras, cuecas y al final terminan puteando a la policía, al gobierno… (risas)

La juventud mendocina sigue escuchando mucho a Karamelo pese a la distancia, ¿por qué crees que se mantiene esa relación tan fuerte después de tanto tiempo de andar girando por el mundo?

Hace mucho tiempo que no voy a Mendoza pero lo que aportó Karamelo fueron las canciones. Si bien el gran boom allá fueron Los enanitos verdes, quienes hicieron un trabajo increíble y creo que no fueron reconocidos como se merecen. Nosotros llegamos a Buenos Aires y nos recibieron con mucho amor. Tuvimos el apoyo de gente como Los Auténticos Decadentes, Todos tus Muertos, Un Kuartito, Bersuit… y nosotros hicimos canciones desde Buenos Aires hacia Mendoza. Hicimos un disco como Los Guachos, uno de los pocos conceptuales, en el que hablamos de esta diáspora o exilio artístico de los provincianos. Lo hicimos acá en casa, en plena crisis de 2000, con Manu Chao de productor en algunas canciones y fue un disco mágico que nos permitió viajar afuera; después vino tocar en el Pepsi Music o Cosquin Rock y en esos festivales creo que te “normalizan”. Después del tercer o cuarto disco Karamelo pasó a ser una banda más del montón en el rock nacional y creo que ahí nos desgastamos porque se metió mucho la industria; ellos vieron que éramos una banda que podía girar por Europa y nos podían internacionalizar; ahí nos tocó un manoseo que nos hizo entrar en crisis y casi nos separamos.

Vos sos ingeniero electrónico y productor de muchos discos. Además de la actualización técnica del sonido, la industria de la música exige temas cada vez más cortos y la composición de productos aislados, descontextualizados y enlatados. ¿Cómo afecta a les músicos para su subsistencia y la difusión de sus obras estas nuevas imposiciones del capitalismo a través de sus plataformas digitales?

Es complicado salir de eso. Hay que partir de la pauta de que hoy la única monetización posible es a través de Spotify. Sadaic está fundido. Trató de hacer una teatralización diciendo que iba a cobrar los festivales online a Facebook, que son los dueños del mundo. Todo bien, yo amo a Sadaic, tengo obra social… pero seamos serios: Facebook es Coca Cola o más. AADI está igual; bajó todo; cobrás algo pero es muy poco. La gente no escucha radio, está metida en las redes, escuchando online.
La Izquierda tiene un canal que ha tenido un éxito buenísimo. Se ha ido todo el mundo a informarse ahí.
La gente está ondemand, que quiere decir: “Quiero escuchar lo que yo quiero”. Esa es la realidad de nuestros días. Esa costumbre de determinado fascismo de buscar “la voz” que nos represente a todos no existe más. La gente se ha dado cuenta que tiene su propia voz. Que puede decidir. Es por eso que Spotify, si bien es una herramienta capitalista, también demuestra dónde se ven los pingos. Nosotros somos una banda con 80.000 reproducciones estables por mes, por las cuales Spotify nos deposita 100 o 200 dólares. Tenemos discos anteriores firmados con productoras que no nos dan regalías y se hacen los boludos. Indiscutiblemente, Spotify, Youtube, Apple music y todas esas plataformas son lo que nos queda de todo esto. Spotify paga a AADI y derechos de autor a través de Sadaic. Igualmente a nosotros muchas veces nos conviene estar registrados en alguna asociación de compositores gringa porque acá se manejan mal; hay mucha intervención política en las sociedades de autores, intérpretes y compositores; la agarra un partido político, te la invade y empiezan a decidir con el dedo. Nosotros nos íbamos de gira a Europa, en Roskilde, Glastenbury o Montreaux, tocábamos para 40.000 personas, pasábamos planilla de Sadaic y entraban entre 15.000 y 25.000 dólares; en ese momento sos un campeón y después pasas a ser pelotudo de vuelta. Es injusto porque todo eso se maneja con un trasfondo político. No es que Sadaic no sirva; no sé si hay una obra social de artistas mejor que la de Sadaic, es muy buena. Pero bueno, hemos aprendido.

¿Cómo afecta la pandemia y la precarización laboral en tu ámbito artístico y cultural?

Es terrible. Estoy sobreviviendo con esos 100 dólares de Spotify. Por suerte no tengo deudas grandes. Hago algunos trabajos extras con el estudio que tengo armado en casa, algún mastering, mezclas y algunas cosas que me mandan. Pero en general está todo muy complicado. Los artistas del interior del país están ahogadísimos.
Desde que empezó la pandemia empecé con un programa desde el Facebook de Karamelo Santo, tocando la guitarra, recibiendo materiales de distintos lugares, de folclore, tango, chamamé y me di cuenta que la gente quería todos los días ese espacio; ahí me empecé a conectar con muchos músicos del interior que me contaban cosas terribles. Yo entraba con un humor y me chocaba encontrándome con esas realidades. Músicos callejeros en Misiones que los corre la policía; brasileros que cruzan la frontera para acá porque hay menos coronavirus pero no pueden laburar. Conozco mucha gente que trabaja en la calle en todo el país y con esto el arte callejero se ha acabado. A los músicos les digo que tienen que subir su música a las redes. Hoy es mucho más accesible y por muy bajo costo.
La pandemia me hace acordar a la dictadura militar. En el año 78 mi viejo no me dejaba salir a la calle, ni él salía, teníamos miedo. Yo no tuve otro período tan parecido a la dictadura como es esta pandemia. No podías salir a la calle, el profesor te cortaba el pelo si lo tenías largo, no podías pegar nada en la carpeta… así y todo nosotros empezamos a escuchar rock durante la dictadura militar, sabiendo que “estaba mal”.
Ahora hay que sobrevivir. La supervivencia es básica y hay que juntarnos, intercambiar por mail o WhatsApp y ver qué acciones directas podemos llevar. Ahora nos enteramos que hay intendentes y concejales que están cobrando el IFE. La realidad es que nosotros nos tenemos que defender. Los políticos son un papelón… la casta de nobleza de este país. Nosotros los músicos tenemos que visibilizarnos. Usemos las redes. Hay que subir la música a Spotify. Y seguir haciendo estos festivales.
Mientras, sigo haciendo desde el Facebook de Karamelo los miércoles a las 19h, o los jueves según las ganas que tengo (risas) los especiales de producción para artistas independientes, explicando cómo subir música en las apps, ensayar virtualmente, la ingestión de la música en las redes, etc. Y todos los días se están conectando 200 o 300 personas por día para aprender sobre toda esa movida que hoy por hoy es lo que hay que saber.

 
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