Miles tomaron las calles de Beirut este sábado gritando "Thawra" ("Revolución" en árabe) frente a las puertas del parlamento libanés. La policía y las fuerzas de represión respondieron con gases lacrimógenos y balas de goma. Se produjeron enfrentamientos entre los manifestantes y las fuerzas represivas cerca de la Plaza de los Mártires, en el centro de la ciudad, donde los activistas habían montado una falsa horca para los principales políticos del Líbano.
En un intento por descomprimir la situación, el Primer Ministro, Hassan Diab, presentará un proyecto de ley que propone elecciones anticipadas, aunque aún se desconocen los detalles.
Según la Cruz Roja Libanesa al menos 32 manifestantes fueron derivados a hospitales cercanos al lugar de la protesta. Además unas 100 personas fueron asistidas en la misma Plaza de los Mártires.
La cadena árabe de noticias Al Jazeera informó que un grupo de manifestantes encabezados por oficiales retirados del ejército libanés irrumpió en el Ministerio de Asuntos Exteriores en el centro de Beirut y lo declaró "cuartel general de la revolución". Además quemaron un retrato del Presidente Michel Aoun.
"Nos quedamos aquí. Llamamos al pueblo libanés a ocupar todos los ministerios", dijo un manifestante en un megáfono.
La toma de posesión, que se transmitió en directo por la televisión local, se produjo cuando la atención de las fuerzas represivas se concentraba en una tensa manifestación contra la élite gobernante a unos cientos de metros de distancia. Más tarde el Ministerio fue desalojado por las fuerzas represivas que, además, comenzaron a perseguir ferozmente a los manifestantes que permanecieron durante toda la tarde en las calles y aún continúan allí.
Cada vez es más claro que la causa del crimen social fue la desidia del gobierno, que desoyó múltiples denuncias de las autoridades sobre los riesgos del almacenaje de sustancias explosivas en el puerto.
Las protestas se profundizaron a partir de este último hecho que generó mucha rabia entre los libaneses. Pero sus raíces se deben rastrear en la crisis económica de arrastre de décadas de enriquecimiento de las casta política que controla el gobierno bajo un "consenso sectario". El pueblo libanes dijo basta en 2019 por el impuesto insólito a las llamadas de Whatsapp, que fue la gota que rebasó el vaso. El resultados fue la renuncia del primer ministro Saad Hariri en octubre de ese año. Desde entonces las manifestaciones no cesaron, ni siquiera con las restricciones impuestas por la pandemia de covid-19. Este movimiento no sólo cuestionó las políticas neoliberales y la corrupción gubernamental, sino que desafió a todo el sistema confesional y burgués libanés.
Los manifestantes han defendido varias veces los objetivos seculares del levantamiento, a pesar de haber estado en peligro por el hostigamiento de distintos grupos sectarios, entre ellos Hezbollah y Amal, que buscan aprovechar los contrastes etno-religiosos para dividir al movimiento - una táctica utilizada por todos gobiernos en Medio Oriente-. Este es un aspecto progresivo y que lo diferencia de movimientos previos. Sin embargo, a pesar de las demandas de que "caiga todo el régimen" o de los gritos de "revolución", el actual movimiento carece de una dirección y un programa para llevar adelante estás demandas.
En una columna publicada en el sitio Révolution Permanente, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario, analizamos la situación que atraviesa el país. Joseph Daher, un activista y académico anticapitalista suizo-sirio especializado en Medio Oriente y África del Norte, revisó el carácter excepcional del movimiento desatado en 2019 y su potencial: "La amplitud y profundidad de las protestas populares actuales superan con creces las anteriores. Las protestas estallaron no solo Beirut, sino también en todo el país: Trípoli, Nabatiyeh, Tiro, Baalbeck, Zouk, Saida y otras ciudades. El domingo 20 de octubre, alrededor de 1,2 millones de personas se reunieron en Beirut, y poco más de 2 millones de personas se manifestaron en todo el país, en un país de 7 millones de personas […] La composición El movimiento social del movimiento lo distingue de los movimientos anteriores: está mucho más anclado en la clase trabajadora y popular que las manifestaciones de 2011 y 2015, en las que las clases medias habían jugado un papel más importante. […] Los manifestantes tomaron las calles de todo el país para denunciar los fundamentos mismos del sistema político y económico. A sus ojos, todos los partidos sectarios de la clase dominante son responsables del deterioro de sus condiciones socioeconómicas."
La explosión que dejó cientos de muertos, miles de heridos y 300,000 personas sin techo debilitó aún más un sistema político fallido y sin fuerzas. Profundizó la situación en la que la mitad de los 7 millones de libaneses viven bajo la línea de pobreza, los servicios básicos son obsoletos, las cañerías rebalsan la materia fecal y pocas horas al día hay luz eléctrica. El mismo Hassan Diab admitió en mayo, que el país se encontraba en una emergencia alimentaria a partir de que el 80% del trigo es importado e un marco de falta de divisas. En este contexto, miles de jóvenes están desempleados sin posibilidades ni esperanzas de conseguir empleo. A todo esto se suma la situación de los refugiados sirios que no tienen siquiera protección alguna más que la de las ONGs.
Algunos miembros del bloque joumblati, el Partido Socialista Progresista, la oposición socialdemócrata, acusan al gobierno de haber devastado Beirut. El diputado Marwan Hamadé presentó oficialmente su renuncia el pasado miércoles, afirmando "no tener más confianza en las instituciones libanesas, y en particular en el Parlamento". Esta crisis política es también una crisis del modelo confesional y comunitario libanés, nacido con el acuerdo de Taif en 1989 para poner fin a la guerra.
Por otro lado, Emmanuel Macron visitó Líbano este viernes para llevar su hipócrita ayuda humanitaria, como si no conociera la realidad previa del país. Muchos, ante la desesperación, lo recibieron con los brazos abiertos incluso se firmó un formulario para que Líbano pase a estar bajo control francés durante la crisis. Pero también muchos lo repudiaron en las calles.
La bronca por la explosión ocurrida en Beirut, la capital del Líbano, es una consecuencia de que luego de la independencia del imperialismo francés, la devastación por la guerra civil sectaria y la invasión de Israel, mantuvieron a una burguesía confesional vinculada por los 30 años de neoliberalismo a los negocios franceses e imperialistas. La valentía de los jóvenes que irrumpieron en las puertas de ministerios y combatieron a las fuerzas represivas es un síntoma de que la lucha de clases se está profundizando en Líbano. |