Uribelarrea es una localidad suburbana de la provincia de Buenos Aires, ubicada aproximadamente a 16 Km de Cañuelas, cabecera del partido. Allí funciona desde hace aproximadamente 50 años el Hospital Subzonal Especializado Dardo Rocha, creado en su momento con el fin de alojar niños con problemáticas de salud mental y motoras, que no contaban con familiares que se hagan cargo de su situación, por diversos atravesamientos socio económicos.
Aquellos niños crecieron y hoy por hoy son personas adultas que promedian los 50 años de edad, personas que vivieron toda su vida institucionalizados. Derivados con la antigua ley de Patronato por orden del Juzgado de Menores, no existía trabajo ni estrategia posible para sostenerlos con su familia de origen.
Por eso, se trata de sujetos que han cortado todo vínculo con sus lazos de sangre, con su historia, dado el tiempo transcurrido y la ubicación del lugar, de difícil acceso, y más por aquellos tiempos. Sus legajos cuentan con papeles amarillentos y arrugados por el tiempo, que poco pueden decir de su identidad e historia.
Pero no solo fueron alejados de su familia y su historia. También la desidia estatal hizo lo suyo para limitar aún más su calidad de vida. Hasta el día de la fecha, son aproximadamente 80 personas, todas de sexo masculino, quienes habitan el lugar, sostenido con el esfuerzo del personal y el cariño de la comunidad de Cañuelas, pero con un gran déficit de recursos. A la falta de profesionales y personal de atención se sumaba la ausencia de presupuesto para infraestructura, limpieza, vestimenta, medicación, cuestión que históricamente vivió el Hospital.
Un hospital sostenido desde hace años por el esfuerzo del personal del lugar, y de todos los habitantes de la zona, quienes conocían a muchos de los pacientes, y les tenían cariño. Otra vez la unión de la comunidad con los trabajadores, supliendo el abandono del Estado.
Aun así, no alcanzaba. Quien haya tenido la posibilidad de recorrer sus pasillos, el patio, los lugares donde aquellos niños (hoy adultos) transitan su vida, pueden dar testimonio del abandono al que el Estado los condeno.
Por eso, en el marco de la pandemia impuesta por el covid-19, no sorprenden las noticias. El sábado se confirmó la muerte de otro paciente más del hospital, siendo la octava en menos de un mes, sin contar la cantidad de infecciones que se han producido, entre muchos más de los pacientes y del personal, incluido el director, actualmente removido de su cargo.
Ante una situación sanitaria que se encuentra fuera de control, recién ahora, tras decenas de contagios, y ocho dolorosas vidas perdidas, las autoridades sanitarias de la provincia de Buenos Aires toman cartas en el asunto, removiendo autoridades, ordenando desinfecciones, y cumpliendo protocolos tardíamente.
Mientras tanto, toda la comunidad de Cañuelas y los trabajadores del hospital, lloran la muerte de esos ocho pacientes, los que recorrían las calles del pueblo en salidas esporádicas, siendo parte del paisaje, con sus sonrisas, sus ocurrencias, su andar tambaleante y su vida de dolor a cuestas.
Una vez más lo vemos: el covid llegó para mostrar las rendijas por donde se filtra el dolor de este sistema injusto, mientras se cobra la vida de los olvidados de siempre.
Es imperante que los trabajadores de la Salud, y de todos los sectores perjudicados, se organicen contra este crimen social. |