En el día de ayer el neurólogo Facundo Manes fue Trending Topic por sus declaraciones en el programa de Marcelo Longobardi en Radio Mitre, sobre la situación de la salud mental de la población y los efectos de la pandemia y la cuarentena.
Supuestamente son datos de un estudio de la Fundación INECO, que dirige. Supuestamente, porque hasta ahora nadie pudo ver el estudio, es solo lo que dice Manes, entrevistado por Marcelo Longobardi y amplificado ad nauseam, claro, por grandes medios como Infobae, Clarín o La Nación.
"Hoy seis de cada diez argentinos tienen síntomas de depresión, algo que quintuplica los valores de la pre pandemia"; “Ocho de cada diez jóvenes del país tienen síntomas de depresión leve, moderada y severa; y más de seis de cada diez tienen síntomas leves, moderados o severos de ansiedad”; “Tenemos que evitar que esto se cronifique. Si no, la Argentina va a tener que ser reconstruida”, dice el estudio.
"No vamos a poder estar en una cuarentena eterna. La cuarentena sirve para rastrear, hisopar, aislar, mejorar el sistema de salud. Pero si eso no se puede hacer porque somos un país pobre, habría que cambiar la estrategia", agregan.
“Hay que darle herramientas a la sociedad para regular emocionalmente su conducta. [...] “Hay que empoderar a la gente mediante el uso de mascarilla, higiene de manos y bajar el miedo. Menos miedo y más cuidado”; "Somos seres sociales y la soledad es un sentimiento muy importante, como la sed, el hambre y el dolor. Este virus agarra lo mejor de nuestra especie, la capacidad de vincularnos, de abrazarnos, y lo usa en nuestra contra", explica.
Es neurólogo y en 2001 fundó con otros provenientes de la UPAU (la juventud de la conservadora UCEDE) un partido con programa neoliberal, cuya primera acción, según La Nación, fue enviar una carta al –en ese entonces– presidente de los Estados Unidos (George W. Bush) pidiéndole “que no aprobara envíos de dinero a la Argentina mientras ésta no completara las ‘reformas estructurales’ pendientes que exige el Fondo Monetario Internacional, especialmente la reducción del gasto público y la reforma política.”
Se hizo famoso como divulgador del fenómeno mundial de las neurociencias desde La Nación, Clarín y C5N (incluso ya es un tema de investigación académica cómo lo instalaron como referente político); creó el Instituto de Neurología Cognitiva (INECO), llegó a ser rector de la Universidad Favaloro, en 2016 Macri lo contrató como asesor en temas de educación y en 2017 fue nombrado por María Eugenia Vidal al frente de la Unidad de Coordinación para el Desarrollo del Capital Mental de la PBA. El concepto de capital mental sintetiza bien su enfoque sobre lo mental lo económico y político: neoliberalismo revestido de reduccionismo biologicista. Dijo en ese momento que “la pobreza genera un impuesto mental. Tenemos que intentar, con el aporte de la ciencia moderna, cambiar el esquema mental: que la gente bajo situaciones vulnerables deje de pensar en la próxima hora y empiece a pensar en un proyecto, que quiera mejorar en su vida”.
Ideológicamente representa una corriente mayoritaria de las neurociencias, que reduce la complejidad de lo mental a lo biológico y cerebral, medicalizante y manicomial ligada al negocio de las farmacéuticas y socialmente muy conservadora, promovida a nivel mundial desde gobiernos imperialistas, que se apoya en avances en el conocimiento del cerebro para desplegar un programa biopolítico en diferentes niveles, desde la psicopatología hasta la neuroeducación, neuropolítica, y un largo etcétera.
Algunos de sus libros son: Usar el cerebro, El cerebro argentino, Neurociencias para presidentes (con Nora Bär). Como muestra del tipo de razonamiento típico del reduccionismo biológico, podemos citar este fragmento de Usar el cerebro: “En tiempos remotos, los hombres cazaban y las mujeres juntaban los alimentos cerca de la casa y cuidaban a los niños. Las áreas del cerebro pueden haber sido moduladas para permitir a cada sexo llevar a cabo su trabajo”. A nivel psicológico se llama psicología evolucionista, y a nivel social, sexismo machista.
Es importante saber, entonces, que está aprovechando la situación para desplegar su figura política, usando como excusa sus pergaminos "científicos".
Los padecimientos en salud mental y el deterioro de las condiciones de vida no son datos naturales
Ahora bien, ¿Qué hay de cierto en las declaraciones? Aunque los titulares son exagerados y buscan el impacto humeante que caracteriza a Manes, lo que es cierto es que hay un creciente nivel de padecimiento mental.
A nivel mundial, por ejemplo, un estudio de The Lancet en UK muestra que la crisis en salud mental recae sobre trabajadores (temor al desempleo), y sobre todo en mujeres con hijos pequeños a su cuidado e inmigrantes. También hay estudios alarmantes sobre burnout (síndrome del quemado) en trabajadores de la salud.
En Argentina, hace unas semanas vimos a otro radical, el decano de la Facultad de psicología de la UBA mostrado datos del observatorio que montó con los recursos públicos: 70% de los participantes experimentan malestar psicológico a los 50-55 días de cuarentena obligatoria, y dentro de aquellos que recurren a la medicación para manejar el malestar psicológico (ansiedad, ánimo, insomnio) del 54,38% al 72,30%. Al igual que Manes, los usó para tirarse contra la cuarentena por derecha y hacer un planteo ultraliberal de que cada uno se tiene que cuidar solo y a lo sumo dar herramientas psicológicas. Pero la contestación desde sectores del kirchnerismo académico fue naturalizar el padecimiento mental es algo “normal” en esta situación.
Manes agarra lo peor de cada planteo: dice que la clave es empoderar a la gente para que se autorregule y que la cuarentena hay que terminarla porque genera depresión, pero también dice que es normal pasarla mal en esta situación y que como "somos un país pobre" hay pocos recursos para la estrategia epidemiológica.
Y todos naturalizan la situación. Es que, más allá del virus, hay decisiones políticas, con intereses de clase, que profundizan la crisis sobre los trabajadores para no tocar intereses de los grandes empresarios y millonarios, sostienen una cuarentena represiva (seguimos preguntando por Facundo Astudillo Castro, y ahora exigiendo justicia por Blas Correas) y la flexibilizan a pedido de los empresarios generando nuevos focos. Recursos hay, pero o están en manos de los millonarios dueños del país o se van en seguir pagan deuda odiosa o los millonar preparan nuevos negocios extractivistas y destrucción ambiental; y bajan un discurso perverso de “responsabilidad individual”.
También hay recursos para testeo, rastreo y aislamiento de casos. Hay tres test moleculares de fabricación nacional, dos de ellos desarrollados con fondos públicos, pero el gobierno se niega a declararlos de utilidad pública mientras mantiene niveles de positividad de testeo arriba de 40 % (cuando la OMS sugiere abajo de 10 %). Eso genera angustia y desesperación, y recae sobre el pueblo trabajador.
Más allá de Manes, hay que decir que el crecimiento del padecimiento mental y vemos su impacto cotidianamente. Desde el gobierno no hay registros oficiales ni está integrado un enfoque sobre la salud mental de la población en la estrategia epidemiológica, mientras continúa el negocio de la medicalización.
En particular, lejos del discurso psiquiatrizante, la depresión no es ni biológica ni natural, y está relacionada con la precarización capitalista de la vida y alienación, por un lado, y a la ausencia de un horizonte de transformación social de esas condiciones. Esto que decía el intelectual marxista Frederic Jameson de que “es más fácil imaginar el fin de la humanidad que el fin del capitalismo” tiene efectos devastadores sobre la subjetividad. Es importante no aceptar como natural ese horizonte capitalista, sino cuestionarlo, y también frente a la pandemia.
En salud mental, un abordaje no medicalizante implica poner el acento en las bases psicosociales del padecimiento mental, y exigir no solo recursos psicológicos, sino cuestionar al sistema social, con un enfoque de salud integral, dialéctico y anticapitalista.
En el marco de la pandemia, significa pelear una salida que afecte los intereses de los empresarios y capitalistas: impuesto a las grandes fortunas, unificación del sistema público y privado de salud, declaración de utilidad pública de laboratorios, prohibición de despidos y protocolos adecuados.