¿Cuántas razones hay para leer Mi Vida, la autobiografía de León Trotsky? Miles de razones, pero aquí solo señalaremos algunas.
Escrito en sus días de exilio cuando el planeta no tenía visado para él, el libro condensa la experiencia de un revolucionario que militó toda su vida por una sociedad sin explotados ni explotadores, sin desigualdades, donde reine la libertad y la abundancia: el comunismo.
1) El libro cuenta cuando desde su infancia iba al primer día de clase con la gorra del colegio reluciente, el terciopelo suave y los lápices preparados. El sol brillaba en una mañana hermosa. Pero de repente se acercaba un joven obrero, adolescente, con una herramienta en la mano ¿iba a un taller o venía de él? No importa, porque este joven obrero al cruzarse al pibe Lev, lanzó un escupitajo sobre la gorra reluciente de terciopelo. El pibe Trotsky, quedó sorprendido. Pero en su adultez militante comprendió cuánto había de simbólico en ese gesto; el resentimiento social, la desesperanza, una perspectiva sin futuro visible en una Rusia atrasada que parecía congelada por los siglos de los siglos.
En esa infancia también conoció la traición. Sí. Pero no fue Stalin, sino un compañero de la escuela el que lo delató por organizar una protesta frente al profesor autoritario. Cualquier parecido conAnother Brick In The Wall, de Pink Floyd, es pura coincidencia. Y así, como la meritocracia nunca tuvo nada que ver con la rebeldía, al pibe lo echaron de la escuela. Sí, al alumno más brillante y con mejores calificaciones.
2) Mi vida tiene mil reflexiones políticas de León Trotsky, y su pasión por la literatura evidentemente dejó una huella muy profunda en él como escritor. Sus frases por momentos son poéticas aunque esté describiendo la situación más terrible. ¿No fue el propio Deutscher acaso quién dijo que Trotsky bien pudo haber sido un personaje de Shakespeare? Y ya que mencionamos a Deutscher, me atrevo a señalar que en Mi Vida Trotsky habla de sí mismo con mucha humildad. Prueba de ello también es, su monumental obra la Historia de la Revolución Rusa donde solo habla de sí mismo cuando el relato lo amerita. Con “humildad” nos referimos aquí a que Deutscher nos presenta a un Trotsky mas titánico que el que aparece en Mi Vida, porque para hablar de él cita a las fuentes, diarios personales y memorias de los enemigos de la Revolución rusa y, por lo tanto, enemigos de clase del propio Trotsky. Pero volviendo a Mi Vida, uno se encuentra de repente sumergido en el mundo ruso donde él empezó a militar, donde tuvo sus primeras cárceles, fugas y exilios. Pero también se está frente a dos revoluciones, la de 1905, de la que fue dirigente hasta su derrota y la de 1917 de la que volvió a ser dirigente (otra vez) en su victoria.
3) Y en un mundo que ya lleva varias décadas sin revoluciones, siempre está latente la pregunta ¿llegará la revolución? ¿Llegará? ¿Llegará como un día llega la primavera? ¿Es imposible, es una utopía? Él mismo responde a esa pregunta y sostiene que toda revolución es imposible hasta que se vuelve inevitable y lo inevitable se vuelve real. En la gran Revolución Francesa de 1789, el rey Luis XVI también pensaba que la revolución era imposible, hasta que su cabeza conoció el filo de la guillotina. El filo de la guillotina que pasó tan rápido que un día se sufre en el antiguo régimen y al otro hay uno nuevo en el que nacen las esperanzas.
En el texto que hoy presentamos, León Trotsky habla de esa noche, la noche que todo lo decide. ¿Qué pasa en esa noche? Los soldados cansados de la Primera Guerra Mundial quieren la paz, los campesinos la tierra y los trabajadores el pan. Allí vemos a Trotsky en el Smolny, que era un viejo palacio lujoso, monárquico, de las bailarinas del Zar. El mármol blanco y el terciopelo contrastaban con los capotes llenos de barro de los soldados, con los overoles azules de los trabajadores que formaban las Guardias Rojas compuestas por hombres y mujeres. Allí funcionaba el Comité Militar Revolucionario que fue creado a propuesta de un pibe y del que Trotsky era el dirigente. Era el brazo armado de la Revolución y el Smolny parecía un verdadero campamento espartano. Todos los hilos concentrados en un solo puño. Y mientras la Rusia burguesa dormía atormentada, se desarrollaba la revolución más incruenta y exitosa de la historia.
“Cuando la clase obrera se preparaba para lanzarse a la lucha, estaba poseída de un entusiasmo indescriptible. Pero ahora cruzado el umbral del poder, este entusiasmo apasionado cedía el paso a la reflexión y a la preocupación […] ¿Podremos con todo esto?, se preguntaban muchos en silencio […] ¡Podremos!, contestaban todos. En una perspectiva lejana se apuntaban peligros nuevos, pero por el momento sentíamos nuestro gran triunfo y esta sensación nos cantaba en la sangre”.
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