Una nueva y masiva manifestación se produjo el domingo en la capital bielorrusa como parte de las protestas que se desataron en ese país tras el triunfo electoral el 9 de agosto de Lukashenko con un absurdo 80% que, después de haber proscripto a varios candidatos y candidatas, dio a todos la certeza de que hubo fraude.
La gente salió a las calles casi de inmediato tras conocerse los resultados y frente a la represión del gobierno, las marchas crecieron, llegando al pasado 16 de agosto con alrededor de 100.000 manifestantes. Las protestas incluyeron a importantes sectores obreros (que trabajan bajo un régimen muy represivo) que hicieron paros y se sumaron a las movilizaciones con vistosas columnas.
La nueva movilización del domingo parece haber superado la masividad del 16 según varios medios, marcando que la bronca sigue y posiblemente haya llegado a un punto de hartazgo tras 26 años de gobierno ininterrumpido de Lukashenko. No obstante se vio una mayoría de banderas rojo y blanca que usa la oposición liberal y que tiene un origen histórico en el anticomunismo, lo que podría marcar un cambio clave en el carácter de las protestas.
Acostumbrado a hacer y deshacer a su antojo, el presidente se mantiene firme, por el momento, basado en la represión. Incluso llegó a decir la semana pasada en tono provocador que “no habrá elecciones hasta que me maten” (RT, 17-8-20). Cuánto le pueda resultar esta estrategia es difícil de prever, pero mucho dependerá de que el movimiento pueda superar la dirección de la oposición encabezada por Svetlana Tijanóvskaya.
La dirigenta, habiendo reemplazado la candidatura de su marido (preso por el régimen), obtuvo casi el 10% de los votos y aglutina tras su figura a casi todo el arco opositor, liberal, social cristiano y socialdemócrata. Pero Lukashenko, haciendo gala de su misoginia, había dicho que el país “no está preparado para votar por una mujer” (RTL, 17-7-20). Tras participar en las primeras movilizaciones, recientemente debió autoexiliarse en Lituania para no correr la misma suerte que su compañero. Semanas antes, también sacó a sus hijos del país a raíz de la persecución política que sufren las mujeres activistas (y sus hijos), hechos denunciados por Amnistía Internacional.
No obstante la represión, sigue llamando a la no-violencia (lo que en los hechos significa no defenderse de la represión) y se propone de mediadora para consensuar nuevos comicios con el gobierno.
Que la lucha se desarrolle progresivamente, es decir, en favor de los intereses de la clase obrera y demás sectores populares, va a depender de la independencia política que logre el movimiento respecto de la oposición liberal y populista, y no caiga en una lógica del tipo de las “revoluciones coloridas” a través de las cuales las potencias imperialistas impusieron a principios de siglo gobiernos afines en algunos de los antiguos países del Pacto de Varsovia. |