Julio Florencio Cortázar Descotte nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914. El escritor, Cortázar, no fue solo escritor. Fue maestro, traductor y realizó muchas publicaciones y conferencias para analizar su obra. Terminó sus estudios en la escuela normal Mariano Acosta. Como aseguró en una entrevista “era profesor en letras pero me facultaba para enseñar en los colegios secundarios lo que tuviera ganas: gramática, geografía, instrucción cívica, historia”.
Y si, porque si algo caracteriza a Cortázar es la capacidad de hacer que ciertos límites, encuadres, encasillamientos, se vean, a simple vista, difuminados. En el año 1939 Julio escribió el artículo “Esencia y misión del maestro” en el que señalaba que “ser culto es también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño".
Lo que para otros era casualidad, coincidencia o excepción, para él era el fantástico
Unos años después, siendo ya un escritor muy conocido, declaró en su conferencia “El sentimiento de lo fantástico” de 1982, que “lo fantástico y lo misterioso no son solamente las grandes creaciones del cine, de la literatura, los cuentos o las novelas. Está presente en nosotros mismos; evidencia una capacidad propia del ser humano: la imaginación”
Hoy Julio Cortázar es cita de autoridad, se lo enseña en la escuela, se lo homenajea y se lo reversiona. Un hombre que nació en el seno de una familia acaudalada, que experimentó con el lenguaje, con el formato en sus novelas, que desarrolló una gran producción de cuentos fantásticos, sigue logrando que generaciones enteras de niños, jóvenes y adultos se maravillen ante lo que parece “cotidiano”.
¿Quién no se sorprendió al leer “Instrucciones para subir una escalera”? ¿O con el final de “La continuidad de los parques”? La posibilidad de hacer al lector dudar si lo que sucede es sueño o realidad, o ambas cosas que da “La noche boca arriba”, como también el asombro que genera un suéter azul capaz de cobrar vida y generar un final terrible en “No se culpe a nadie”. No es solamente un escritor. Porque nadie duda que Rayuela es una obra magistral, pero, ¿qué pasa con el relato “Las manos que crecen”? Ese final no se lo esperaba nadie.
Para Cortázar, es imposible explicar lo “fantástico”, ya que a cualquier definición se le escaparía algo. Él hablaba del “sentimiento de lo fantástico, porque creo que es sobre todo un sentimiento e incluso un poco visceral. Ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir. Me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros”.
“Parezco haber nacido para no aceptar las cosas tal como me son dadas”
Con estas palabras el autor graficó su visión del mundo y de su literatura. De ese sentimiento hizo una infinidad de cuentos y relatos, historias sobre lo inesperado y lo extraño mezclado con lo cotidiano. Los ruidos detrás de la puerta de roble que escucharon Irene y su hermano los llevó a la certeza de cerrar la puerta y tirar la llave por la alcantarilla para evitar el riesgo de que “cualquiera quiera entrar con la casa tomada”. Esto es solo un ejemplo de los más conocidos.
Cortázar declara en otra entrevista que para él lo fantástico se sitúa en su noción de la realidad, asegurando que su campo es el de lo irracional. “A mí me sucede todo el tiempo, en cualquier momento que podemos calificar de prosaico, en la cama, en el ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o leyendo”. También señaló que “todo cuento breve plenamente logrado, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas o alucinaciones” y que “habiendo vivido siempre con la sensación de que entre lo fantástico y lo real no había límites precisos, cuando empecé a escribir cuentos ellos fueran de una manera casi natural, yo diría casi fatal, cuentos fantásticos”.
Con esta forma tan particular explica Cortázar de qué manera su noción de fantástico se proyecta en su propia vida. ¿A quién no le pasó alguna vez volver sobre sus pasos con la sensación de que algo inexplicable acababa de suceder: una mirada extraña o un sonido que no debería estar ahí?
Hoy en medio de esta pandemia, los medios intentan generar diferentes discursos e hipótesis sobre el caso de Facundo Castro. Este caso es real y no pertenece al género de la fantasía. Todos los días se ven diferentes formas de la precarización de la vida: los esenciales son los que ponen el cuerpo, y se escucha con fuerza el grito de aparición con vida de Facundo.
Es un buen momento para recuperar la capacidad de no dar nada por sentado y de no aceptar las cosas como nos son dadas, y también, de poder maravillarnos con un crepúsculo o emocionarnos con la música, como dice Julio. Que la imaginación sea una herramienta más para cuestionar todo y pelear por una vida que merezca ser vivida.