Foto: AFP
Si la semana pasada Joseph Blatter se lamentaba de un posible escenario poco armónico (debido al conflicto entre las federaciones Palestina e Israelí) para el 65° congreso de FIFA en Zurich en el que va por su quinto mandato, jamás imaginó la pesadilla que le tocaría vivir en la previa al 29 de Mayo. Un saldo de siete altos dirigentes arrestados sobre un total de 18 imputados que empañan no sólo su gestión sino la legitimidad del conjunto de la FIFA: el mundo está pendiente de cada novedad que surge de la causa abierta por el Departamento de Justicia estadounidense por fraude, soborno y lavado de dinero.
Hasta el momento los cañones apuntan hacia el fútbol latinoamericano: de los 18 imputados 16 son de países de Sudamérica (bajo la órbita de la CONMEBOL) y de Centroamérica y el Caribe (CONCACAF). En principio, las autoridades del fútbol europeo y el propio Blatter están exentos en el informe elaborado por la fiscalía al mando de Loretta Lynch. Pero sólo personas ingenuas podrían creer que estuvieron al margen de la gruesa corrupción practicada durante décadas por diversos funcionarios de FIFA.
La ingeniería de Blatter para encumbrarse en la cúpula del fútbol mundial es continuación y profundización de la utilizada por Havelange: incorporar federaciones ignotas, de países con poca tradición futbolística y de escasa práctica de este deporte, de las que se asegura fidelidad y voto. El discurso para esconder la inocultable maniobra es el de “darle la posibilidad a países más débiles para lograr un equilibrio frente a los más poderosos”. Pero se trata de un verso insostenible cuando se revisan las autoridades que componen los organismos de dirección de FIFA: en el comité ejecutivo que preside Blatter hay vicepresidentes de Papúa Guinea y de Islas Caimán (Jeffrey Webb uno de los arrestados, provisoriamente suspendido según informa el sitio web de FIFA). Otros miembros ejecutivos provienen del prestigioso fútbol de Burundi y de Chipre. Pero el récord Guiness dentro del comité ejecutivo se lo lleva Sonia Bien Aime: representa al fútbol de Turcas y Caicos, una paradisíaca isla al norte de Cuba que no tiene siquiera el status de nación, ya que se trata de territorios ultramarinos británicos. Dicen los que conocen que en Turcas y Caicos ni los turistas en la playa patean pelotas.
Ayer Blatter inauguró el congreso transmitiendo una imagen de tranquilidad y seguridad, casi al borde de la provocación hacia sus potenciales oponentes pues dio el discurso de apertura rodeado de alegres bailarines y pese a plantear que “vendrán días largos y malos para la FIFA”, cerró con la frase “disfruten del show”. El mensaje podría estar dirigido a varios de sus oponentes, sobre todo Michel Platini -titular de la UEFA que agrupa a las federaciones europeas- que aunque se bajó de postularse para suceder a Blatter, solicitó la renuncia del suizo y la postergación del congreso. Pero el congreso está en marcha y difícilmente Platini arriesgue alguna jugada que deje herido a Blatter porque podría significar el desplome de la organización.
En los papeles, el único oponente concreto es el príncipe Ali Bin al Hussein, hijo del fallecido Rey Hussein I de Jordania. Actualmente es otro de los vicepresidentes de FIFA y en principio cuenta con el apoyo de las federaciones europeas (UEFA, excepto Rusia que apoya a Blatter en señal de agradecimiento por la cuestionada asignación del país como sede del Mundial 2018) además del apoyo público de Maradona. Pero en pocas horas las cosas pueden cambiar.
Independientemente de que Blatter logre retener o no la presidencia, el desafío será recomponer la muy desgastada imagen de la FIFA, que ante la opinión pública mundial se muestra cada vez más como una lisa y llana organización mafiosa. |