El artista cordobés Elian Chali, que despliega sus muestras en más de treinta ciudades alrededor del mundo, dialogó con La Izquierda Diario sobre su necesidad de habitar la metrópoli a través de su hecho estético como una construcción cotidiana y como parte de un colectivo donde prime el registro del otro y la posibilidad de morir en la pregunta.
En una entrevista dijiste que te formaste de manera autodidacta, ¿cómo fueron esos comienzos?
Cuando señalo que mi formación es autodidacta, busco aclarar que no soy un artista con estudios académicos especializados. La formación autodidacta por lo menos en mí, se caracterizó por la experiencia de habitar ciertos espacios y circuitos, por enseñar y aprender de mis pares, por darle lugar a la germinación cruzada. No podría negar a grandes maestrxs en mi vida que muchas veces no son artistas, adultxs o humanxs incluso. Sin dudas el trabajar de manera internacional en contextos diversos, me amplió el espectro de observación y mi permeabilidad aumentó sensiblemente.
Además, tengo curiosidad por la investigación libre, deforme, obsesiva, desordenada. Me siento atravesado por algunos temas a los que le dedico una determinación que no entiendo bien ni pretendo controlarla, simplemente la sigo con la intuición y el pulso. Me marcan un camino pero no un objetivo.
Ser un artista callejero implica en algún aspecto una inmensa libertad, ¿Cómo vivís esta experiencia que forma parte de lo laboral pero que a la vez implica una forma de vida?
No estoy de acuerdo de que ser artista callejero implique una inmensa libertad. Muchas veces se ha señalado que el "lienzo interminable" que son las ciudades otorga libertad creativa, cuando en realidad la ciudad es una institución y un aparato de control paranoico excesivo. En ella rigen muchísimas reglas que no son exclusivamente las del mundo artístico por lo que activar otras estructuras de pensamiento y elaborar estrategias de intervención es sumamente necesario. Tengo intereses que desbordan de la ciudad como soporte formal para hacer obra, también me interesa la ciudad como teatro donde suceden las circunstancias sociales, problematizarla como dispositivo de disciplinamiento, ocuparla, contemplarla. Aquellos que habitan u observan la ciudad sin coyuntura como pura arquitectura y planeamiento urbano, demuestran un grado de alienación altísimo. La ciudad sin coyuntura y sin cuerpos me parece un gran corralón de materiales de construcción.
¿Cómo definirías el hecho artístico? ¿Cómo se plasma en tu obra?
No considero que exista un momento o hecho exacto. Adjudicar ese grado de divinidad y erudición al arte, me parece una mirada pretensiosa y burguesa para recortar al mundo de la potencia de hacer arte. Creo que el arte es una construcción cotidiana, en la que como máquina de producción de sentido, se van acoplando estrategias, puntos de vista, estética, perspectiva histórica, técnicas, construcción ética, atravesamientos del propio cuerpo y el cuerpo colectivo. Pienso que mi vida no es una obra, pero también pienso que mi obra no es solamente los resultados de imágenes que realizo. La práctica artística, el "obrar" es un Frankestein de vivencias y deseos. Mi intuición opera desde ese lugar.
¿Te considerás un trabajador del arte? ¿Cómo pensás tus creaciones?
Me considero trabajador y trabajador de la cultura. Pienso que lo que otorga ese rótulo es una forma de reconocimiento con todxs lxs trabajadorxs, de algún modo me ubica en el mundo, pero la obra específicamente no es lo que me hace un trabajador. Lo que me vuelve trabajador es considerar las condiciones en las que se dan las obras, valorar mi tiempo y el de todxs -no necesariamente ponerle un valor económico- entenderme como parte de un colectivo de trabajadorxs, reconocer y luchar por mis derechos e injusticias, situarme en una coyuntura específica. Lo que me hace trabajador, es la vida en el mundo. La obra -también- tiene otras capacidades de resonancia. Reconocerme como trabajador es parte de la formación de mi sujeto político y disputar ese lugar de subjetivación es fundamental para conservar el espíritu obstinado de mi quehacer artístico.
¿Cómo transitás este aislamiento social preventivo obligatorio?
Mis planes como los de todxs, se vieron cancelados o pospuestos, pero no me afectó demasiado. Esta época me convoca a observar y me aumentó bastante la curiosidad. No es que desee el fin del mundo, pero nos están transmitiendo vía streaming el fracaso como especie. Si queremos imaginar otro mundo para hacer la vida un poquito más vivible, debemos estar más atentxs que nunca, ya que el neoliberalismo nos quiere obnubilados, obedientes y tristes.
Pasé por todos los estados emocionales posibles y claro, afectado por las realidades de quien tengo cerca y no tanto. Nos están reorganizando el tiempo, el tacto, el deseo, la rabia. Si mi cuerpo se siente triste y cansado, lo atiendo. Pero con un ojo cerrado y el otro abierto.
El capitalismo nos exige prototipos de seres humanos, ¿Cómo afecta este sistema en tu propia discapacidad y cómo influye la pandemia?
La pandemia para cualquier persona con dependencia del sistema clínico-médico ha sido un problema fatal. A muchxs ya nos cuesta demasiado corazón transitar los eternos caminos burocráticos de la salud y con un sistema sanitario colapsando, se multiplica esa dificultad. La pandemia actualiza una vez más qué cuerpos importan y bueno, lxs discas, lxs viejxs, lxs locxs, las putas, lxs migrantes no importamos, así que esto es un ensayo general de supervivencia más en el capitalismo tardío. Por suerte nos quedan las noches, los encuentros ilegales, las amistades, las grietas para escurrirnos.
El prototipo del ser humano capitalista se basa en su capacidad de producción y consumo. En las economías del deseo. En cuerpos con veinte dedos, dos pulmones, ojos sanos, que se desplace con sus dos piernas y en lo posible, bello. En capacidades neurolingüísticas suficientemente adaptables y obedientes al entorno social. El prototipo es heterosexual y cis. También es clase media como base. Lxs que no logramos estar bajo esta norma, nos tocan tecnologías de la periferia; el amor de la amistad, el autocuidado y el cuidado de quienes nos rodean, las medicinas ancestrales y transferidas en el barrio, el activismo y la militancia de lo sensible, la sexualidad diferida del oculocentrismo, ser frecuentemente enemigxs. Luchar por esa ficción retorcida que es la justicia. Nos toca la construcción colectiva. Nos toca el registro del otrx. Nos toca morir preguntando.
¿Qué proyectos bosquejás como artista para contrarrestar este confinamiento?
Mi trabajo visual sucede mayoritariamente en el espacio público. No solamente se encuentra suspendida la posibilidad de activar en la calle, sino también existe el riesgo de la violencia institucional que se viene cargando a muchxs pibxs durante la cuarentena, el riesgo del contagio y sobre todas las cosas, no tengo una prioridad absoluta por estos días, más bien divido mis fuerzas y emociones en estar cerca de la gente que quiero, seguir pensando obras, muy enganchado con la escritura y claro, siempre pensando en imágenes.
También estoy participando de distintos colectivos como AVAA (artistas visuales autoconvocadxs) y Torceduras & Bifurcaciones, foro de corporalidades políticas, un proyecto que junto a Lucas, un amigo trans activista y Rosario otra amiga disca activista, venimos pensando hace más de un año y ahora está tomando forma material. Durante todo septiembre sucederán una serie de conversatorios con invitadxs de todo el país abordando la diversidad funcional/sexual/corporal, discapacidad y neurodivergencia desde una perspectiva crítica.
Hoy mi obrar está enfocado en cómo nos relacionamos. Atender ese tejido vincular y ver cómo nos atraviesa la incertidumbre del mundo que nos toca. Las circunstancias demandan mucho de la creatividad y de lxs artistas, porque estos tiempos tan mezquinos están exigiéndoles demasiado al procesador emocional y la interpretación, fantasía e invención de las artes puede ser una curita precaria para el tajo de la malla relacional.