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1ro de septiembre de 2020 Twitter Faceboock

SEGUNDO INFORME DE GOBIERNO
Dos años de López Obrador: subordinación “progresista” ante Trump y EE. UU.
Pablo Oprinari | Ciudad de México / @POprinari

La dinámica que asumió la relación de AMLO con el gobierno de Donald Trump es un buen testimonio de la distancia existente, entre los dichos previos al triunfo electoral del 2018 respecto al curso que adoptó posteriormente.

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En 2017, AMLO lanzó el “Oye, Trump”, una compilación de sus discursos ante la comunidad mexicana en Estados Unidos, en los que criticaba al presidente del país vecino, mientras estaba en plena campaña para llegar a Palacio Nacional.

Sin embargo, en los dos años siguientes, se mostraron los límites del progresismo del gobierno del Morena, que mostró una creciente subordinación a las exigencias de la Casa Blanca, la cual cruzó todos los terrenos de la relación bilateral.

El gobierno de López Obrador estrechó la relación con uno de los presidentes mas xenófobos y racistas de los tiempos contemporáneos, cuya agresividad humillante contra México destacó durante los últimos 24 meses. A continuación desarrollamos algunos de los capítulos centrales de esta relación.

TMEC, favoreciendo (aún más) a las trasnacionales

La dependencia y subordinación a los EE. UU. tiene bases estructurales y cruza la extensa frontera de 3000 kilómetros. Esto fue impulsado por las administraciones previas, priistas y panistas, y se cimentó en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que desde 1994 fue pilar de la recolonización económica y política del país a manos de las transnacionales imperialistas.

Esto implicó la integración productiva y comercial transfronteriza, bajo la cual México se transformó en una plataforma exportadora de su industria maquiladora y automotriz, aprovechando la mano de obra barata y la cercanía geográfica con el mercado estadounidense.

Lo cual marcó además la incorporación de México a las cadenas de valor fundamentales del orbe capitalista, como la del sector automotriz-autopartes, acelerando e incrementando durante décadas las exportaciones.

Sin embargo, al llegar a la Casa Blanca, Trump -bajo el discurso de “American First”- buscó mejorar sustancialmente la posición de las transnacionales estadounidenses y exigió una renegociación del TLC, la cual terminó siendo transexenal. Sus exigencias respondían a las necesidades yanquis, en el marco de las confrontaciones comerciales con China.

El gobierno de la Cuarta Transformación de AMLO desde sus inicios dio señales de que continuaría por el camino de sus predecesores. Y fue bajo el mismo que se acordó el nuevo Tratado México Estados Unidos - Canadá (TMEC), el cual inauguró nuevas ventajas y mejores condiciones para el capital yanqui.

Entre las mismas, por ejemplo, está que las mercancías tengan un mayor porcentaje de contenido regional: esto implica, en la industria automotriz, hasta un 75 % del mismo, a la par que estipula un 70 % de acero y aluminio proveniente de los socios comerciales. Otras modificaciones que favorecen al poderoso vecino del norte se encuentran en el terreno de la propiedad intelectual, industrial y el intercambio digital, así como la apertura a inspecciones laborales por parte de EE. UU. en territorio mexicano.

Para que el TMEC pudiera entrar en vigor, el Congreso mexicano sancionó, a todo vapor, las modificaciones legislativas necesarias. La unanimidad de los partidos -desde el MORENA hasta la oposición de derecha- reflejó que la burguesía nativa apuesta al nuevo tratado para afrontar la crisis económica así como para continuar enriqueciéndose, como socia menor -pero muy privilegiada- de las trasnacionales estadounidenses.

En el II informe, AMLO volvió a reiterar que el mismo es fundamental ante la crisis actual y que favorecerá la “inversión extranjera”: lo cual implica, por supuesto, que se mantengan y profundicen las condiciones de precariedad laboral y superexplotación que es la ventaja que buscan las trasnacionales.

Esto ya lo vimos en los meses previos. Desde antes de que arrancase el TMEC, el gobierno de AMLO impulsó una apresurada reapertura de la industria maquiladora y automotriz desde el 18 de mayo. Esta acción, en respuesta a las exigencias de Washington y las grandes empresas, implicó un alto riesgo para millones de trabajadores y sus familias. El saldo fue un incremento de las muertes obreras por la pandemia, particularmente en la frontera.

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México, el muro fronterizo de Donald Trump

En el año 2019, Trump condicionó las negociaciones del T-MEC a que AMLO pusiera un freno a la migración proveniente de Centroamérica y el Caribe, amenazando con nuevos impuestos contra las exportaciones mexicanas de acero y aluminio.

Esto llevó a un nuevo acuerdo migratorio mediante el cual AMLO y su canciller Marcelo Ebrard, respondieron positivamente a estas exigencias. Entró en vigor el programa Quédate en México, que significó que en los últimos meses 65 mil migrantes quedasen varados en la frontera, esperando la respuesta de las autoridades de EE. UU., en condiciones de gran precariedad y peligro para su salud.

En respuesta a estas exigencias, el debut de la Guardia Nacional (GN) -que el presidente presentó como un “cuerpo de paz” en su II Informe de gobierno- se realizó reprimiendo y conteniendo a los migrantes. Desde entonces, la GN actuó como la patrulla fronteriza al sur del Río Bravo, y más de ciento veinte mil migrantes centroamericanos deportados en el último año.

Las exigencias de Trump en materia migratoria -que continúa la política de deportaciones que llevó adelante el gobierno demócrata de Barack Obama- fueron acompañadas de otras medidas que no encontraron respuesta del gobierno mexicano. Por ejemplo los intentos de continuar con la construcción del muro fronterizo, las amenazas de intervención transfronteriza realizadas a fines de 2019, así como la profundización de la política anti inmigrante al interior de los Estados Unidos en plena pandemia.

Trump anunció la cancelación del programa “dreamers”, y deportó a decenas de miles de mexicanos, expulsados hacia sus comunidades de origen desde uno de los países con mayor índice de contagios, lo cual puso en riesgo su salud. Desde marzo, la situación de millones de migrantes en el país del norte se agravó, ya que tuvieron que afrontar la pérdida de empleos, y la falta de acceso al seguro de desempleo y a los servicios de salud. Ante esto, el servilismo del gobierno nacional compite con el de sus antecesores priistas y panistas. Fue aceptado sin que mediara protesta alguna, preocupado por cuidar la relación con Trump y mirando “para otro lado” ante las amenazas xenófobas y racistas. Racismo y xenofobia las nuevas restricciones anti inmigrantes llegaron para quedarse.

La visita, último capítulo de una subordinación “amistosa”

La conclusión de esto fue la visita de AMLO a Washington, a inicios de julio.
Acompañado por una comitiva nutrida por los empresarios más importantes de México, AMLO fue incluso más allá de los términos tradicionales de la diplomacia burguesa: llamó “amigo” al presidente de Estados Unidos y llenó su visita de gestos acordes a la ubicación subordinada que desplegó en estos 24 meses.

Agradeció efusivamente a Trump por su apoyo durante la pandemia, y en el reciente informe dijo incluso que aquél “nos trató con respeto y lo más importante, elogió a nuestros paisanos que viven y trabajan honradamente en Estados Unidos”. AMLO, no olvidemos, durante su visita evitó toda mención a la cuestión de los migrantes -los mismos que persigue y deporta Trump-, y declinó reunirse con estos.

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Esta visita se dio además justo cuando Trump afrontaba el desafío de grandes movilizaciones, donde millones cuestionaron la violencia policial y el racismo estructural constitutivo del estado imperialista. En Estados Unidos, afroamericanos y latinos enfrentan la discriminación y la violencia de la policía y la migra.

Pero nada de esto importó a López Obrador, quien le dio un espaldarazo simbólico a su colega de la Casa Blanca. Y fue por ende una elocuente muestra de que México, bajo el gobierno de la 4T, se convirtió en un aliado del republicano Trump, al punto que éste ahora incluye las imágenes de la visita en sus spots de campaña.

Uno de los objetivos centrales de la mencionada visita era mostrar la importancia que para el gobierno mexicano tiene el flamante T-MEC, y manifestar de forma muy ilustrativa la subordinación política y económica del gobierno mexicano a la Casa Blanca. Después del viaje, la respuesta de Trump se mantuvo en los términos que acostumbra: medidas y una retórica xenófoba y racista, tal como la expresó en el arranque de la Convención Republicana.

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Los primeros dos años de gobierno de la 4T demostraron que, en la relación con el imperialismo estadounidense, hay una continuidad respecto a los gobiernos neoliberales anteriores, la cual continuará independientemente de quién ocupe la Casa Blanca después de las elecciones del 20 de noviembre.

Frente a la subordinación y la dependencia que perpetúan, desde el gobierno, los partidos que representan los intereses de la clase dominante en México, es necesaria una política antiimperialista e internacionalista. Que proponga la ruptura con el imperialismo, el no pago de la deuda externa, y la renacionalización de todas las empresas entregadas a las transnacionales, sin indemnización.

Que busque la unidad con el poderoso proletariado multiétnico estadounidense y con las multitudes que salen a las calles a protestar contra el racismo y la violencia policial.

Para impulsar conjuntamente esta lucha, y para defender a ambos lados de la frontera plenos derechos políticos y civiles para todos los migrantes en Estados Unidos y en México. Que repudie la subordinación y la entrega al imperialismo y a las transnacionales, y que constituya una poderosa unidad de los trabajadores y los pueblos de América del Norte, contra los capitalistas y sus gobiernos.

 
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