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La Izquierda Diario
15 de septiembre de 2020 Twitter Faceboock

Desaparición, muerte y encubrimiento
Caso Facundo Castro: diez testigos claves que Berni preferiría que no existan
Daniel Satur | @saturnetroc

Algunos son amigos de Facundo. Otros vieron al joven en la Ruta 3 poco antes de su desaparición. Y otros, como la exnovia y su hermano, fueron apretados por la Bonaerense para declarar contra la víctima. Aquí diez testimonios que demuestran el encubrimiento del ministro de Seguridad y sus secuaces.

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En este sitio ya se dijo reiteradamente que bancar a Sergio Berni como ministro de Seguridad provincial es, objetivamente, bancar a la Policía Bonaerense, con todo lo que eso implica. Y vaya si corrobora semejante afirmación el caso de Facundo Astudillo Castro.

Todo lo que dice Berni y, especialmente, lo que calla sobre el caso demuestra lo que la propia familia de Facundo denuncia desde hace meses: un plan de encubrimiento con participación central de altas esferas gubernamentales, judiciales y, obviamente, policiales de la provincia de Buenos Aires.

En esta nota se reconstruyen, a partir del acceso a diversas fuentes, los testimonios de diez personas que, además de ser creíbles y coherentes, cargan con el mayor de los desprecios de la Policía, del fiscal Ulpiano Martínez, de la jueza María Gabriela Marrón y de varios funcionarios de Villarino, Bahía Blanca y del propio Ministerio de Seguridad.

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Las cartas marcadas de la Bonaerense

El viernes 5 de junio la Unidad Fiscal 20 de Bahía Blanca, con asiento en Médanos (partido de Villarino) daba inicio a la causa por “averiguación de paradero” de Facundo Astudillo Castro. Ese mismo día, en el destacamento de Pedro Luro, el comisario Fernando Grilloni y la oficial inspector Tamara Becerra comenzaban a protagonizar una trama de la que alguna vez deberán rendir cuentas.

Durante un mes (hasta que la causa pasó al fuero federal por “desaparición forzada”) Grilloni y Becerra fueron parte del pelotón de fusilamiento de la verdad, junto a muchos de sus camaradas de Villarino, de Bahía y de la alta jerarquía de la Bonaerense. Ellos se encargaron de tomar declaraciones a testigos que no sabían nada o que aceptaban contar lo que se les pedía. También apretaron a testigos para que declararan contra el propio Facundo. Y hasta buscaron acallar a testigos que tenían mucho para contar.

Comisaría de Pedro Luro
Comisaría de Pedro Luro

Testigo 1: el amigo del mensaje

El mismo 5 de junio declaró en la comisaría de Luro el testigo B (se preserva su identidad), uno de los mejores amigos de Facundo. Lo hizo ante el comisario Grilloni y la oficial Becerra. Allí el joven relató que con Castro se conocían desde hace una década y en febrero habían empezado a trabajar juntos en un emprendimiento comercial de B. Con la cuarentena, Facundo empezó a quedarse en la casa de B, donde a su vez funciona el negocio.

Ese día, ante la Policía, B contó que el 30 de abril le mandó muchos mensajes a Facundo preguntándole dónde estaba y ofreciéndole su casa si no tenía dónde quedarse. Facundo no respondió en todo el día. Pero a las 20:21, B recibió desde el teléfono de “Kufii” (así lo agendaba) un particular mensaje de texto: “Amigo estoy si señal y bateria en un rato te llamo” (sic). “Dale amigo avisa cualquier cosa”, respondió B, extrañado de que su amigo le mandara un SMS. Facundo nunca llamó. A la 1:29, ya del 1º de mayo. B le volvió a escribir: “Y wachon dónde andas?”. Como consta en la captura de pantalla que entregó en la causa, ese mensaje nunca llegó al teléfono de su amigo.

Como ya se relató en otro artículo, B dudó de entrada que haya sido Facundo quien mandó el SMS, porque su amigo nunca usaba mensajes de texto y menos aún le decía “amigo”. Para él siempre era Chanchi. Después se sabría que el mensaje fue receptado por una antena de Bahía Blanca, a donde nunca llegó Facundo, lo que hace sospechar a la querella que a esa hora el teléfono del joven desaparecido (y otras pertenencias) ya no estaba en su poder.

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Testigos 2 y 3: el otro amigo y la “segunda mamá”

Otro gran amigo de Facundo es Daniel, quien junto a su madre Virginia Gongora dieron la primera alerta sobre la ausencia del joven, cuando pasaban los días y no recibían noticias suyas. Virginia y Cristina Castro se conocen desde hace casi diez años, viven muy cerca y se consideran hermanas de la vida. Incluso Facundo la consideraba su “segunda mamá”.

Conociendo quiénes son, de entrada fue notorio el maltrato de la Bonaerense para ellos. Así lo contó a este diario la propia mujer tiempo después, cuando decidió relatar lo vivido en los momentos más desesperantes de la búsqueda.

Facundo pasó la noche previa a desaparecer en la casa de Daniel. A las 4 de la mañana se fue, decidido a llegar (haciendo dedo) a Bahía Blanca para reconciliarse con Daiana. Sabiendo de ese viaje, Daniel y Virginia intentaron comunicarse muchas veces con Facundo ese 30 de abril y los días posteriores. La preocupación fue en aumento (no acostumbraba a pasar mucho tiempo sin responder) y un día se pusieron en campaña para encontrarlo.

Virginia relató a este diario que el 6 de junio la oficial Becerra la llamó para hacerle preguntas sobre una publicación que había hecho en Facebook y la citó a la comisaría. Virginia fue y Becerra le tomó una testimonial. Después anotó los datos del hijo en un papel de rotisería para, supuestamente, llamarlo a declarar. Nunca lo llamaron.

Virginia volvió a declarar a la comisaría diez días después y ahí preguntó por qué no llamaron a su hijo. “La declaración de su hijo no está porque no tuvimos tiempo de hacerla”, le respondió la oficial Becerra. Y casi como si le estuviera haciendo un favor le dijo que le avisara a Daniel que lo esperaban a declarar.

El nivel de ataque a Gongora y a su hijo fue tal que, el 16 de junio, en la comisaría de Pedro Luro le deformaron a Cristina Castro una declaración para mostrarla enojada con su amiga. En el acta de la testimonial, además de la información de interés que Cristina había llevado para sumar al expediente, Grilloni y Becerra agregaron que la mujer se quejaba de su amiga Virginia porque consideraba que sus comentarios en redes sociales “entorpecen la tarea de la Policía”. Algo que no se condice con la realidad.

Comisario Fernando Grilloni
Comisario Fernando Grilloni

Testigos 4 y 5: el foco en la víctima

Un dato adquiere relevancia a la luz del devenir de los acontecimientos. En las declaraciones tomadas por la Bonaerense a las personas que conocían bien a Facundo, abundan afirmaciones que convergen en una caracterización del joven como altamente depresivo, con relaciones conflictivas (sobre todo con la madre y la novia) y que cuando se enojaba era de irse y pasar varios días incomunicado. Características que, dicho luego por los mismos testigos, no se condicen con el verdadero “Kufa”. ¿Qué buscaba instalar la Bonaerense? ¿Que Facundo podría haber atentado contra su vida? De manual.

En ese sentido, es casi perverso haberle armado una declaración a la misma Daiana, donde en palabras de la joven se muestra a un Facundo adicto a las drogas y al borde del suicidio. “Si no volvemos a estar juntos me mato”, le habría dicho Facundo a su exnovia, según lo redactado en el acta testimonial de mediados de junio por la oficial Vanesa Menéndez de la comisaría primera de Bahía Blanca.

Otro tanto hicieron con uno de los hermanos de Daiana, Marcelo, quien vive en Mayor Buratovich y también fue citado por la Bonaerense a declarar como testigo. Pero como lo relató él mismo a este diario, antes de hacerle firmar una declaración totalmente direccionada y con afirmaciones que nunca hizo, lo encerraron en una sala de la comisaría y lo apretaron para que declare contra su excuñado. Uno de los que participaron del interrogatorio fue nada menos que el comisario Grilloni, quien viajó desde Pedro Luro para presenciar la testimonial y rubricarla con su firma.

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Una vez abierta la causa por desaparición forzada, Daiana y Marcelo declararon ante la Fiscalía Federal de Bahía Blanca. Allí denunciaron que en las actas que les hizo firmar la Bonaerense figuran palabras que nunca dijeron. Y relataron los reiterados aprietes de la Policía, incluyendo un allanamiento ilegal de la casa de Daiana, sin orden judicial y a los golpes. Marcelo identificaría más tarde, por fotos, al oficial Mario Sosa (el que aparece en la foto junto a Facundo el 30 de abril) como uno de los que la noche de su declaración lo condujeron a su casa bajo amenaza de allanarla (aunque luego se arrepintieron).

Tan evidente fueron esas actuaciones policiales, que el fiscal Ulpiano Martínez (amigo de la Bonaerense), no tuvo más remedio que impulsar una causa penal contra los uniformados por “apremios ilegales” contra Daiana, Marcelo y el resto de la familia.

Testigos 6 y 7: “vimos a un nene tirado en la ruta”

Hay dos testimonios claves que para casi todo el mundo vienen pasando desapercibidos, pero muy especialmente para Berni y sus secuaces. Se trata del matrimonio de Villarino compuesto por O y R (se reservan las identidades por seguridad), quienes el 30 de abril viajaban junto a sus dos hijos por la Ruta 3. Ambos cónyuges, quienes no conocen a Facundo ni a su familia, fueron llamados a declarar el 22 de junio a la comisaría de Origone (el mismo lugar donde cuarenta días después el perro Yatel del perito Marcos Herrero halló el amuleto con forma de sandía, propiedad indubitable de Facundo).

Tal vez la Bonaerense creyó que los testimonios de O y R serían fáciles de manejar para el comisario Luis Godoy y el teniente Néstor Sevald, ambos a cargo de tomas las declaraciones. Pero no fue así. Y lo que vio ese matrimonio es más que importante para saber por dónde hay que empezar a la hora de preguntarnos qué le pasó a Facundo.

Es sabido que el capitán de la Bonaerense Alberto González (a cargo de la subcomisaría de Origone el 30 de abril) dijo que ese mediodía fue al kilómetro 750 de la ruta 3, tras recibir un llamado de un “vecino” al que le habían avisado que un joven estaba deambulando por la banquina. Según el policía, al llegar al lugar encontró a Facundo, le preguntó a dónde iba, le sacó una foto a su registro de conducir (dice que el joven no tenía DNI) y lo dejó seguir tras corroborar que unos kilómetros antes ya le habían labrado un acta por violar la cuarentena.

González también dijo que, segundos después de dejar a Facundo en la ruta, vio por su espejo retrovisor que el joven se subía a una Renault Duster Oroch. Después dijo que podía ser también una Honda RCV. Pero a la madre del propio Facundo le dijo que, en verdad, vio al joven alejarse caminando.

En lo único que no mintió González es que el mediodía del 30 de abril lo llamaron por teléfono. El “vecino” es un empleado municipal que lo llamó para contarle lo que acababa de relatarle su amigo O. Según la Bonaerense, al policía le dijeron que Facundo estaba caminando por la banquina. Pero eso no es lo que figura en el acta testimonial de ambos.

Lo que O y R aseguran es que vieron al joven (“parecía un niño”, diría la mujer) tirado en la ruta. No caminando. Mucho menos haciendo dedo. Textualmente dijeron que el joven estaba “sentado sobre la cinta asfáltica” (la ruta), “con las manos apoyadas en el piso” y que no bajaron a preguntarle nada por “temor”, ya que no lo conocían. Eso le dijeron al empleado municipal, que a su vez llamó a González. ¿Quiénes dirán la verdad? ¿Los testigos que, sin mayor interés en el caso, dijeron que vieron al joven tirado en la ruta? ¿O González y sus camaradas?

Comisaría de Teniente Origone
Comisaría de Teniente Origone

Testigos 8, 9 y 10: el último registro de Facundo

A fines de junio, tras intentar frustradamente dar testimonio ante la Policía Bonaerense para contar lo que habían visto el 30 de abril, L, M y N (una pareja y el hermano de uno de ellos, de quienes se preservan sus identidades) se contactaron con Cristina Castro. Apenas le relataron los hechos a la familia de Facundo y a su abogado Luciano Peretto, los presentaron como testigos de la querella.

L, M y N viven en Pedro Luro. El jueves 30 de abril salieron en un vehículo familiar hacia Bahía Blanca a buscar una mascota y unos pocos bártulos que les faltaban trasladar de una mudanza. Ya tenían consigo los permisos para transitar con ese objetivo. A las 15 aproximadamente cargaron combustible en la estación de servicio Shell del pueblo y partieron por la ruta 3. En sus teléfonos hay mensajes que certifican que estaban realizando ese viaje

Cerca de las 15:30, apenas pasado el pueblo de Buratovich, vieron que “un nene de unos 13 años” (así lo creyeron por su contextura física) era abordado por dos policías (masculinos) mientras caminaba casi pegado al alambrado (“hacia abajo de la banquina, no haciendo dedo”). Creyendo que podrían ser objeto de un control en medio de la cuarentena y al ver al patrullero frenar delante suyo sobre la banquina, bajaron ellos también la velocidad. Segundos después vieron cómo los efectivos llamaban al joven mientras abrían la puerta trasera derecha del móvil.

Apenas pasaron frente al patrullero N comenzó a subir la velocidad de su auto mientras M, su hermana, se dio vuelta para seguir la secuencia. “Lo último que vi, antes de que agarremos la curva, fue que el chico estaba por subirse a la (Toyota) Hilux”, relató la mujer.

Los tres testigos coinciden en que el hecho se produjo bastante lejos de Teniente Origone (yendo desde Pedro Luro a Bahía Blanca, apenas unos kilómetros “saliendo de Burato, antes de la famosa curva y contracurva de la ruta 3”).

Durante un mes y medio esa secuencia fue olvidada por los tres. Pero cuando la búsqueda de Facundo se viralizaba en las redes sociales, casi al unísono recordaron la escena. Y si bien no podían afirmar certeramente que aquel “niño” era Facundo, están más que seguros que las características físicas, la vestimenta y la mochila Wilson que vieron coincidían con la descripción dada por la familia.

Con esa información quemándoles la conciencia, el 19 de junio L decidió llamar al 911 para aportar la información que tenían. Según él mismo relató, lo atendió una oficial de Pedro Luro que, tras escuchar el motivo de su llamado, le pasó el teléfono a otra policía (posiblemente Tamara Becerra) quien se dedicó a desvalorizar su testimonio. “No se preocupe, ya hablamos con testigos que lo vieron mucho más allá de donde dicen ustedes, así que gracias por el llamado y cualquier cosa le avisamos”, escuchó L. Por unos días creyeron que Facundo había sido encontrado.

Hasta donde pudo corroborar este diario, la Policía informó que no tiene registros de haber recibido ese llamado en el 911. Nuevamente, ¿a quién creele? ¿A los tres testigos que, sin conocer casi los Castro, decidieron exponerse personalmente para dar un testimonio clave? ¿O a la Bonaerense?

Policías bonaerenses Mario Sosa, Jana Curuhuinca, Siomara Flores y Alberto González
Policías bonaerenses Mario Sosa, Jana Curuhuinca, Siomara Flores y Alberto González

Una semana después del llamado al 911, Facundo seguía sin aparecer. Al ver en los medios el cada vez más desesperado pedido de Cristina y la campaña por la aparición del joven que crecía en las redes sociales, los tres decidieron contactarse con la familia y decirles todo lo que sabían.

El 26 de junio el abogado Luciano Peretto filmó tres videos en los que L, M y N, a cara descubierta y con un relato sostenido y convincente, detallaron todo lo que vieron el 30 de abril, poniéndose a disposición para cuando el Poder Judicial decidiera llamarlos a declarar. Una vez enviados los videos a la Ayudantía Fiscal de Médanos, su titular Dimas García (quien había delegado toda la “investigación” en la Bonaerense) no pudo evitar firmar una citación testimonial para los tres.

Finalmente el 4 de julio L, M y N declararon por videoconferencia ante Dimas García, participando de las audiencias el doctor Peretto en representación de la familia de Facundo.

La querella siempre denunció que los tres testigos fueron objeto de una campaña difamatoria para hacer aparecer sus declaraciones casi como falso testimonio. Una campaña impulsada por el entorno del intendente de Villarino Carlos Bevilacqua, junto a la Bonaerense y con la ayuda inestimable del operador mediático Germán Sasso y sus sitios La Brújula y La Nueva.

Fallido intento de Berni con la testigo E.R. o H

Desde que aparecieron en escena, a L, M y N se les dedicó mucho trabajó para convertirlos en mentirosos. La obra cumbre de esos intentos fue la “construcción” de una testigo supuestamente “clave”, opuesta y negadora de esos tres relatos concordantes. Se trata de E.R. (por sus iniciales), también llamada H, quien pidió sin muchos fundamentos ser considerada testigo de identidad reservada.

E.R. nunca había declarado ante la Bonaerense, en la primera etapa de la causa. Recién el 13 de julio fue literalmente “metida” en el expediente por los bonaerenses Mario Sosa y Siomara Flores, dos de los policías más implicados en la desaparición de Facundo. Fue cuando la causa por “desaparición forzada” ya se tramitaba en el fuero federal y apenas tres días antes de que L, M y N declararan ante la Fiscalía Federal 1 de Bahía Blanca.

En las mismas horas en que la Bonaerense entregaba a la testigo E.R., el Municipio de Villarino entregaba dos informes (uno el 13 y el otro el 14 de julio) de las lectoras de patentes del control fitosanitario ubicado en el límite con Bahía Blanca. En el primero de esos informes el auto en el que viajaban L, M y N figura volviendo a Pedro Luro a las 17:44, pero no yendo horas antes a Bahía (tal como lo pueden certificar ellos mismos). Y en el segundo informe directamente no figuran ni yendo ni volviendo. El auto que sí figura en ambos informes es el de E.R., aunque la propia testigo no recuerda si ese día viajó.

Teniendo en cuenta la secuencia detallada arriba, no es casual que desde mediados de julio Sergio Berni haya hablado hasta el cansancio de la testigo E.R., dándole todo el crédito a las supuestas certezas que dio (en verdad, su testimonio es pobre y maleable) al tiempo que nunca consideró siquiera atendibles todos los testimonios que se describen arriba.

Lo peor de todo es que Berni es consciente que así lo sienten y piensan Cristina, sus otros dos hijos, el abuelo de Facundo, los abogados y muchísima gente más. Y no le importa.

Subcomisaría de Mayor Buratovich
Subcomisaría de Mayor Buratovich

Más pruebas

Otro hecho clave que a Berni le resbala es la llamada de Facundo a su madre el 30 de abril a las 13:33, donde intercambiaron algunas palabras y allí el joven le dijo “no sabés dónde estoy, no me vas a ver más”. Cristina Castro pudo decodificar mucho después (durante la desesperada búsqueda de su hijo) el sentido de esa expresión de Facundo.

Esa llamada se produjo un rato antes de que cinco personas vieran a Facundo en la ruta, saliendo de Buratovich en dirección a Origone. Primero, a las 14, O y R dos lo vieron casi tirado en la ruda. Y entre las 15:20 y las 15:30 L, M y N, un poco más al norte pero en la misma zona, lo vieron a punto de subir a un patrullero. Pese a las precisiones de dos grupos distintos de testigos, Berni, la Bonaerense y sus servidores insisten en que Facundo por esas horas Facundo ya estaba lejos de esa zona.

Y no hay que olvidar que, tiempo antes de “plantar” a E.R. junto a su compañero Sosa, la oficial Siomara Flores ya había afirmado ante agentes de su misma fuerza que el 30 de abril levantó a un joven que hacía dedo en Buratovich y lo llevó hasta Origone, afirmando luego que se trataba indudablemente de Facundo. Flores es, además de policía, hermana de Jana Curuhuinca (la que junto a Mario Sosa detuvo, ¿golpeó? y fotografió a Facundo).

Por razones de extensión, muchos detalles que rodean a cada uno de los diez testigos debieron ser dejados de lado. Pero con lo ya dicho, más las circunstancias por demás irregulares en las que se halló el cuerpo el 15 de agosto (junto a una zapatilla de Facundo y una huella de 4x4) y la mochila con sus pertenencias el último sábado, alcanza para preguntarse por qué el ministro de Seguridad y su tropa insisten en afirmar que la Bonaerense no tuvo nada que ver.

Ayer Sergio Berni fue repudiado por casi todo el arco de organismos de derechos humanos, luego de que insultara la histórica lucha por memoria, verdad y justicia de Madres, Abuelas, Hijos y sobrevivientes del genocidio. Pero hace rato que el ministro de Axel Kicillof (ratificado tras la rebelión policial de la semana pasada) debería haber sido desplazado de su cargo por encubrir crímenes atroces a manos de sus subordinados, como los casos de gatillo fácil que riegan de sangre el conurbano en plena cuarentena. O como el caso de Facundo Astudillo Castro, del que en esta extensa nota apenas se mostró un poco de tanta impunidad.

 
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