En la última semana, la Cámara de Diputados cobró protagonismo en los titulares de los diario y medios televisivos. Con maniobras de todo tipo y vaivenes de un sinnúmero de negociaciones entre políticos y financiadores privados, comenzó la primera ronda de aprobación de la “reforma política”. Esta escenificación, que incluyó votos de protesta y rupturas partidarias, además de una vergonzosa demostración de mesquindad de la bancada del único partido de izquierda en el Congreso –el PSOL– ha demostrado que la intensión de la reforma es institucionalizar lo más podrido de la democracia para ricos de Brasil.

Después de la aprobación del financiamiento privado para los partidos y de la cláusula barrera que solo permite partidas del fondo partidario y tiempo en televisión a partidos que tengan al menos un parlamentario elegido (lo que en la práctica excluye solo a partidos de la izquierda – PSTU, PCB y PCO), el presidente del Senado brasilero, Renan Calheiros (PMDB, aliado del PT) decidió pronunciarse para demostrar que, si dependiese del Senado, la reforma podría llegar a ser aún más antidemocrática.

Renan Calheiros declaró que “es importante fijar una cláusula de barrera que prohiba la creación de ‘nanoleyendas’ y poner fin a la promiscuidad de lo público con lo privado, fijando un techo de contribuciones para que el candidato no tenga dueño y el elegido no tenga patrón. Nuestro sistema político-partidario es aún muy anacrónico, ultrapasado. Esta es la gran oportunidad que tenemos para reformarlo”. Hace ya algunos meses Renan viene buscando un discuro para reuvicarse en la política. Sin embargo, por más crítica que parezca la forma de su discurso a las derechadas del Congreso, su contenido se mantiene el mismo que el de la vieja elite coronelista (oligárquica) brasilera.

El establecimiento de una cláusula de barrera que prohíba la creación de “nanoleyendas” no impedirá la promiscuidad de los partidos burgueses. Basta observar que el mayor partido fisiológico en la política brasileña es el gigante PMDB, de cual los clanes Calheiros, Sarney, Collor y otras figuras de la vieja elite brasilera son parte. Lo que cualquier cláusula de barrera hace, incluyendo la supuesta cláusula “light” que apoyó la bancada del PSOL como “mal menor” es impedir la expresión política de los trabajadores y la juventud que se ponen en movimiento y buscan organizarse para expresar sus posiciones e ideas nacionalmente.

Para poner fin a la promiscuidad de lo público con lo privado no basta fijar un techo de contribución. Los partidos burgueses son la expresión política de los grandes empresarios, industriales y de los intereses de las elites y patrones. Los candidatos y sus elegidos no solo tienen dueño y patrón, sino que muchas veces son los mismos patrones. Como ejemplo ilustre citamos a Paulo Skaf, presidente de la Federación de Industriales del Estado de San Pablo (FIESP), ex candidato a prefecto por el PSB y ahora miembro del PMDB, pero en todo Brasil hay muchos otros casos.

La única forma de evitar esta promiscuidad es garantizar que un político no pueda ganar más que una profesora o un obrero calificado, y que estos ganen de piso el salario mínimo exigido por el DIEESE. Hay que extinguir las regalías y beneficios de los políticos que solo sirven para sintonizar su vida con la de una casta social privilegiada y no con la vida y la realidad de un trabajador. Hay que exigir la revocabilidad del mandato de aquellos que no cumplan el programa por el cual fueron elegidos e inmediatamente constituir comisiones independientes del Congreso y del Palacio, que juzguen, encarcelen y confisquen los bienes de todos los políticos involucrados en casos de corrupción.