El reinicio de clases se da en medio de la crisis sanitaria y económica que ha dejado estragos brutales en la calidad de vida de millones de familias trabajadoras.
El acceso a dispositivos electrónicos e Internet se vuelve vital en esta situación, pero miles no tienen acceso a esto.
Melchor Sanchez, titular de la recién creada Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED), reconoció que la reciente Encuesta de Movilidad de la UNAM arroja que 136 mil 557 alumnos, de los 360 mil que aproximadamente están matriculados en la universidad, NO cuentan con acceso a Internet.
El problema afecta sobre todo a estudiantes del nivel medio superior y superior pero no es ajeno a estudiantes de posgrado. De igual manera quienes estudian en las Facultades de Estudios Superiores (FES), que se ubican en la periferia de la ciudad, son los más afectados en comparación con las escuelas y facultades del campus central.
La misma encuesta señala que entre los estudiantes de las Escuelas Preparatorias y los Colegios de Ciencias y Humanidades, el 35% no tiene computadora en casa, mientras que, entre los estudiantes de las FES la cifra de eleva hasta el 43%
El fantasma de la deserción o un ataque al acceso a la educación
A partir del estudio “Desarrollo Humano y Covid-19 en México: desafíos para una recuperación sostenible” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, desde las páginas de La Izquierda Diario dimos cuenta cómo a nivel nacional más de medio millón de estudiantes universitarios abandonarán sus estudios.
Los obstáculos que las clases virtuales imponen, con millones de despidos y la precarización generalizada, son casi infranqueables para los jóvenes que nos hemos visto obligados a buscar trabajo para ayudar con los gastos de nuestras casas.
Es decir que, en la UNAM cerca de 56 mil estudiantes abandonaran temporal o definitivamente sus estudios, esto producto de la reducción de un 15.5% de la matrícula.
El cinismo de las autoridades y el regreso a la normalidad
Enrique Graue, aseguró que la universidad está comprometida con la igualdad de oportunidades. En respuesta al riesgo inminente de que las clases en línea acentúen las condiciones de desigualdad y exclusión en la educación universitaria, la UNAM anunció que con "recursos extraordinarios", está en marcha el Plan de Emergencia de Apoyo a Estudiantes que consiste en la adquisición de 20 mil tabletas electrónicas con capacidad de datos.
Si traemos sobre la mesa los datos antes mencionados sobre el total de universitarios que no cuentan con acceso a internet, tenemos que el plan de emergencia no alcanza a cubrir ni el 15% de los estudiantes afectados y deja aproximadamente a 116 mil alumnos en las mismas condiciones.
Mientras tanto, la burocracia dorada de la universidad, con Enrique Graue y los funcionarios de rectoría a la cabeza, continúan ganando salarios superiores a los 100 mil pesos.
Paralelamente casi el 65% de los nombramientos académicos de la UNAM son profesores de asignatura quienes a partir de interinatos, salarios bajísimos y sin ningún tipo de estabilidad en el empleo sostienen la vida académica de la universidad.
Frente al reinicio de clases no hay datos acerca de las condiciones en que llegan nuestros profesores para impartir las clases virtuales. Para los mas precarizados, como son los profesores de asignatura, lo más seguro es que su situación no varíe tanto de lo que vivimos los estudiantes.
En un comunicado la UNAM informó que alrededor de 6 mil 500 profesores ya fueron capacitados para "mejorar sus capacidades educativas con la tecnología y la educación a distancia", no obstante, el número es pequeñísimo en comparación con los 50 mil 468 nombramientos académicos en la UNAM
Las clases en línea y la pandemia
Además de las carencias y la desigualdad en cuanto al acceso a herramientas digitales, las clases virtuales están signadas por lo complejo de la vida diaria durante la pandemia y el confinamiento, a lo que hay que agregar, los casos positivos de covid-19 entre la comunidad universitaria y sus familias.
Las largas jornadas laborales y académicas frente a una pantalla, la reducida interacción social, el riesgo permanente a los contagios y la precarización de la vida, mantienen con alto grado de estrés a millones y dejan poco espacio para el pleno desarrollo académico de las personas.
Asumir que los estudiantes podrán continuar sus estudios de manera normal, sin considerar el cisma que significa la pandemia, es parte de la política de normalidad que se impulsa desde el gobierno.
Mientras unos podrán ir llevando sus clases, muchos más abandonarán la escuela para trabajar, otros, ahora mismo están cuidando de sus familiares enfermos y mucho más ven mermada su salud mental producto de estrés y la presión del desempleo y la crisis.
Contra la elitización de la Universidad
Mientras las autoridades y el gobierno sigan tomando las decisiones sobre cómo enfrentar la crisis y continuar con las clases, la factura la pagaremos los de siempre.
Sólo a través de la organización democrática de estudiantes, trabajadores y académicos podemos levantar un verdadero plan de emergencia en donde la comunidad sea quien decida cómo hacer frente a los retos que impone la crisis.
Entre otras medidas, las autoridades universitarias tienen la obligación de garantizar que todos los estudiantes y académicos tengan acceso a dispositivos electrónicos y conexión a internet. Si no se resuelve primero este problema, en la vía de los hechos, se excluye a miles del derecho a la educación pública y gratuita.
Del mismo modo la becas deben otorgarse a todo aquel que las solicite e incluso incrementar su monto para que mínimamente alcancen para costear la canasta básica, de manera que sean un factor para que nadie abandone sus estudios por problemas económicos y los efectos de la crisis.
Frente a la insuficiente cantidad de tabletas que se propone distribuir la administración de Graue, desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista (AJA) luchamos por la adquisición dispositivos electrónicos (tabletas y/o computadoras) para todos los que lo requieran, estudiantes, trabajadores docentes y no docentes. Así mismo las autoridades universitarias deberían garantizar el acceso gratuito a Internet y datos para todos los miembros de la comunidad.
Que la crisis no la paguen los de siempre
Para financiar todo esto debemos luchar por incrementar el presupuesto destinado a la educación superior.
Como primer paso es importante avanzar contra la plana mayor de funcionarios de rectoría, eliminar todos sus privilegios y conquistar que ningún funcionario gane más que un profesor.
Al mismo tiempo, para sumar a más y más sectores a esta lucha, y porque hacerlo crea mejores condiciones para nuestra propia formación académica, debemos pugnar por la basificación de todos los profesores con plenos derechos laborales y sindicales desde el primer día.
Frente a cada argumento del gobierno que afirme que no hay dinero, debemos responder cuestionando la millonaria inversión que recibe la Guardia Nacional que reprime migrantes y criminaliza a las y los jóvenes.
Si el gobierno y las autoridades insisten en que no hay dinero debemos develar que sí lo hay, solo que el gobierno y los partidos del régimen prefieren destinar miles de millones para pagar la fraudulenta deuda externa.
Si se suspende el pago de la misma y se avanza con impuestos progresivos a las grandes fortunas, es posible financiar todo esto y más: extender la red hasta que todas las escuelas y universidades públicas del país pongan por delante el bienestar de sus alumnos en vez de forzar una normalidad inexistente.
Una universidad al servicio del pueblo pobre y los trabajadores
En vez de forzar a la normalidad y el reinicio de clases, desde la AJA, creemos que las universidades -y con ellas sus alumnos, profesores e investigadores- deben poner todo su conocimiento, inventiva y creatividad para encontrar salidas a la crisis en beneficio del pueblo pobre y trabajador.
Toda la infraestructura, laboratorios y talleres deben estar al servicio de las necesidades del sistema de salud y como espacios de cuidado y refugio para quien lo necesite, sea o no parte de la comunidad universitaria. Las pruebas para detectar el virus y la atención médica puede gestionarse en espacios de esta casa de estudios.
Por otro lado la suspensión de las actividades curriculares no significa parar la formación académica e intelectual de alumnos y trabajadores. Podemos impulsar acciones de recuperación académica y reflexión sobre las problemáticas sociales sin que esté de por medio una calificación.
El tiempo que tenemos para cursar y concluir nuestros estudios debe ser congelado, sin necesidad de realizar ningún trámite burocrático, de manera que, estos semestres no se contabilicen y así no se afecte a aquellos que abandonaron o suspendieron sus estudios.
Claro que esto no se conseguirá por voluntad de la rectoría, si somos los estudiantes, trabajadores y maestros los que hacemos funcionar día a día la universidad y además somos los principales afectados y afectadas por las desiciones tomadas en la rectoría y los consejos antidemocráticos a espaldas del resto de la comunidad; tendríamos que ser nosotros quienes definamos el futuro de la universidad. Por eso, nuestra perspectiva es luchar por un gobierno tripartito (de estudiantes, profesores y trabajadores) con mayoría estudiantil pues componemos la mayoría de la comunidad.
Desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista te invitamos a defender esta perspectiva y a organizarte con nosotros junto a decenas de jóvenes más a lo largo de todo el país.
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