Durante la jornada de ayer miércoles el Banco República (BROU) fijó la cotización del peso argentino para la compra a 0,10 del peso uruguayo. La noticia no tardó en viralizarse, incluso se llegó a fijar en una casa de cambios el precio a 0.
Según especialistas la fijación de precios a ese nivel refleja que “no hay operativa”, lo que significa que no hay voluntad de comprar dicha moneda en el mercado local. Para llegar a este punto la reciente devaluación del peso argentino o la casi nula circulación de dicha moneda en Uruguay (la mayoría de los argentinos que llegan al país utilizan el dólar o tarjetas bancarias de pago), son factores que explican la situación.
El desplome de la moneda argentina con respecto a la uruguaya viene de un proceso de declive que lleva años, a pesar de que en otros tiempos la tendencia ha sido la opuesta, teniendo como culminación lo reflejado en el mercado de cambios ahora.
El peso argentino testimonio de un drama más profundo
Si bien el deterioro de la situación económica es un fenómeno internacional a partir de la crisis que se desató con el COVID 19, para el caso argentino es algo que se viene agravando desde hace más tiempo.
Además de la continuada caída del Producto Interno Bruto PIB, la depreciación de la moneda provocada por la fuga de capitales, son algunos de los elementos presentes en la crisis argentina. Más allá de los cuales encontramos una situación social acuciante para los sectores populares, con altos porcentajes de pobreza y desempleo, crisis habitacional por incapacidad de seguir pagando el alquiler para miles, entre otros.
La más reciente depreciación se disparó a partir de medidas de cepo cambiario implementadas por el gobierno argentino, que “buscó” frenar con eso las pérdidas de reservas de dólares del Banco Central y tuvo como respuesta de los mercados una fuerte presión devaluatoria, la misma que usa como insumo ahora esta comparación entre las monedas de ambas márgenes del Plata.
El carácter atrasado de la estructura económica argentina que necesita de divisas (dólares) para mantenerse en funcionamiento y la carencia de las mismas es lo que alimenta la crisis. A su vez, la fuga de divisas lo que provoca dicha carencia y responde a un comportamiento estructural del empresariado nacional y extranjero instalado en el país.
Los distintos gobiernos de turno no han hecho más que garantizar la continuidad de este mecanismo perverso, mientras más crisis más endeudamiento y con más endeudamiento más especulación financiera que enriquece a unos pocos y empuja a la miseria a millones.
El gobierno macrista ha sido la última gran fiesta de los especuladores que se benefician de la fuga de capitales, culminada con una nueva ronda de endeudamiento masivo que profundizó la misma. Pero en lo que lleva de gobierno el ahora presidente Alberto Fernández, a pesar de su discurso más “distributivo” no ha hecho más que sostener todo el andamiaje del sistema que provoca la crisis y la miseria de las mayorías populares argentinas.
Bajo el gobierno de Alberto la fuga continuó, en forma de pago de la deuda externa y en la no intervención en los factores donde se origina el problema como el comercio exterior y en particular la exportación de granos (una de las pocas fuentes de ingreso de divisas para la economía argentina), en donde incluso su amague de “intervenir” con el caso Vicentín terminó siendo para garantizar la continuidad de la “patria empresaria”, que quedó en la total intranscendencia.
Uruguay no es el paraíso
La posición de algunos “actores” económicos que se congratulan con la “estabilidad” uruguaya, especulan con la debilidad de la moneda argentina, así como sus contrapartes argentinos buscan presionar al gobierno para una mayor devaluación.
La reciente política de incentivos para la inmigración de capitales del gobierno de Lacalle Pou, con algunos capitales argentinos ya instalados y otros por venir, buscando “ventajas” a su favor que no encuentran en el país vecino, también está presente y puede que esté haciendo su parte de repercusión sobre la situación.
Pero, a pesar de la supuesta “fortaleza” de la economía uruguaya que algunos intentan agitar, la realidad dista mucho de eso. El atraso y la fuga de capitales es también característica en Uruguay, más allá de los grados y los momentos.
El ajuste fiscal que prepara el gobierno de Lacalle Pou va en dirección de garantizar el “grado inversor” que le permitiría continuar con el ciclo de endeudamiento en proceso, a costa del sufrimiento de las mayorías populares.
El paraíso de los ricos con todos sus dólares en el bolsillo, dista de serlo para las grandes mayorías sumidas en el desempleo, la precariedad o el costo de la vida al cual la “fortaleza” del peso uruguayo no le hace mella dado el nivel de salarios promedio existentes. |