Casi quinientos cetáceos quedaron encallados en Tasmania, el sur australiano. Especialistas analizan su comportamiento social, las actividades económicas y los efectos de la crisis climática en los océanos.
Unas cuatrocientas setenta ballenas piloto de aleta larga (Globicephala melas) quedaron encalladas en la bahía de Macquarie, en la costa oeste de Tasmania: unas ciento ocho pudieron ser rescatadas con vida, veinte de estas en las últimas horas. Las restantes murieron durante las tareas de auxilio. Los especialistas aún no determinan las causas de que casi medio millar de estos cetáceos, que en verdad son grandes delfines océanicos, se haya desviado de su ruta y quedado varado en la costa del sur australiano.
Si bien no fue el primero, se trató del mayor varamiento registrado en Australia. Las tareas de rescate comprendieron varios días y consistieron principalmente en arrastrar a las ballenas con lanchas hacia aguas más profundas. Una misión que debió enfrentar el propio instinto de los cetáceos, que volvían a vararse para estar con sus familias, lo que da lugar a que seguramente se pierda generaciones enteras de esta especie en la región. El Gobierno de Tasmania deberá deshacerse ahora de cientos de cadáveres que permanecen en la bahía. Una tarea nada sencilla si se considera que esta especie puede llegar a medir más de siete metros y pesar dos toneladas y media. Dependerá de las condiciones meteorológicas, de los vientos y las mareas, así como de los voluntarios.
En un artículo en The Conversation, Olaf Meynecke, investigador en Ciencia Marina de la Universidad Griffith en Queensland, sostiene que las ballenas piloto cazan sus presas (calamares) en profundidades que van de 600 a 1000 metros gracias a la ecolocalización, que les permite usar el sonido para guiarse en plena oscuridad. “Por lo general, pasan la mayor parte de su vida en alta mar y no se comprende bien qué condiciones los llevan a acercarse a la costa y entrar en bahías poco profundas”, agrega el especialista, en las que muy difícilmente puedan navegar y usar su ecolocalización.
Marine biologists are planning the rescue of around 270 whales stranded on a sandbar off the remote west coast of the Australian island of Tasmania https://t.co/0j6qCNRvJlpic.twitter.com/UmwkiTM4xN
Pero ¿por qué cambiaron de camino? Entre las hipótesis que se barajan está la posibilidad de que las haya afectado la contaminación de ruido. Meynecke comenta que en oportunidades pasadas los varamientos se explicaban por “el sonar activo de los barcos y el sonar naval, que interrumpían su ecolocalización”. También se culpa a la escasez de alimentos a causa de la pesca industrial o a desorientación a causa de cambios en los campos electromagnéticos. “También pueden estar siguiendo a un líder de grupo enfermo o angustiado”, apunta Meynecke.
Morir juntas
Esta especie marina se caracteriza por su inteligencia y por vivir en poblaciones con lazos sociales muy fuertes. Por ello, el varamiento provoca tal estrés en las ballenas que les provoca la muerte. Otras perecen por cansancio, sobrecalentamiento al sol y falta de oxígeno.
“Se parece mucho a tratar de encontrar la puerta en una habitación oscura mientras escuchas a tus familiares gritar pidiendo ayuda”, describe el investigador de la Universidad Griffith.
“Un ejemplo bien documentado de su profundidad emocional es la ballena piloto que lleva a su cría muerta durante muchos días”, escribe Meyneke.
“Sabemos por las orcas, que también tienen fuertes vínculos sociales, que si un miembro cercano del grupo se encalla, otros intentarán unirse para morir juntos”. En el caso de las ballenas piloto las manadas son mucho más grandes e incluyen a amigos, no solo a aquellos relacionados genéticamente.
As rescuers try to free a pod of around 470 stranded whales off the Australian island of Tasmania, scientists puzzle over the cause of the mysterious phenomenon. Read more https://t.co/wQdV4xA9Bqpic.twitter.com/p0UcyYYYtj
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Esta verdadera crisis ambiental se originó a comienzos de la semana pasada, cuando las autoridades divisaron las primeras doscientas setenta ballenas piloto varadas. Para el miércoles se sumaron unas doscientas más, con una distancia de entre siete y diez kilómetros entre ambos escenarios. Las ballenas piloto viven por cientos de miles en el Atlántico norte y en las aguas oceánicas que bordean la Antártida. No se trata aún de una especie en peligro.
La crisis climática en curso genera cambios en las corrientes oceánicas a medida que aumenta la temperatura marina. Esto sin dudas afectará la disponibilidad de calamar, el alimento de estas ballenas, lo que podría llevarlas cerca de las peligrosas costas y provocar cada vez más varamientos. Estos eventos también podrían verse alentados por el aumento de la actividad económica, que implica contaminación acústica, pesca comercial de calamar y minería en aguas profundas.