El trabajo publicado en la página web del poder judicial, y que fuera dado a conocer en la edición de este domingo por el diario Perfil, da cuenta de una brutal realidad que se vive en las comisarías, cárceles e incluso espacios públicos de nuestra provincia. La existencia de torturas por parte de efectivos policiales y guardia cárceles. Se trata de una investigación del Centro de Estudios y Proyectos Judiciales y versa sobre las causas que ingresaron a la justicia de la provincia de Córdoba entre enero de 2013 y diciembre de 2019. Los autores son el Abogado Ricardo Franco y el Licenciado Sebastián Carbone.
El trabajo abarca el periodo 2013-2019 y da cuenta de 65 casos que fueron investigados por el Ministerio Público Fiscal. Los casos que no superaron la fase de sumarios no pudieron ser investigados por los autores del informe. Las victimas de esos 65 casos fueron un total de 84, la mitad de ellos jóvenes, varones de menos de 29 años, incluyendo 26 menores de edad, lo cual habla de un ensañamiento particular contra la juventud. La cantidad de imputados por estos casos fueron 169 es decir que en la mayoría de los casos no fue el accionar particular de un efectivo si no que implicó la participación activa o de encubrimiento de más agentes. Hubo casos en que la cantidad de policías en las torturas llegó a nueve. También se da cuenta de la participación de comisarios y de oficiales a cargo de precintos.
La lectura de los testimonios que recoge el informe es estremecedora, se habla de uso de picanas, golpes de puño, gas pimienta, simulacros de fusilamientos, patadas. Hay incluso un especial ensañamiento con un joven sordomudo. También mediante la tortura buscaban que dieran testimonios para incriminar a otras personas. La policía de Córdoba parece tener una enorme nostalgia de las patotas del D-2 que durante la dictadura militar asolaron a nuestra provincia.
Los hechos sucedieron mayormente en espacios públicos y comisarias. Pero hubo también casos en el penal de Bouwer, el Complejo para menores La Esperanza, patrulleros, viviendas de las victimas e incluso dos casos en hospitales. Un tercio de los casos se produjo en la capital cordobesa.
A los casos de gatillo fácil, abuso policial, desalojos violentos como el de Juárez Celman o represión de las protestas sociales y de trabajadores, entre otras joyitas, se suma la certeza de la práctica de torturas, algo muchas veces denunciado y que con la publicación del informe quedaron sistematizados. La impunidad con la que cuenta la policía es enorme. Cómo señalábamos más arriba, sólo 16 policías fueron condenados, en tanto 20 fueron sobreseídos o absueltos. A otros cinco se les archivo la causa sin condena.
Otra de las particularidades de las que dan cuenta los investigadores y denota la impunidad con la que se mueven las fuerzas represivas de Córdoba, es que las condenas "contienen penas que resultan a simple vista más cercanas a los mínimos que a los máximos establecidos, pese a sumarse -en la generalidad de los casos- el concurso con otros tipos delictivos que fueron valorados al momento de la fijación de las mismas". La condena máxima de los casos que lo tuvieron fue de 4 años y medio de prisión efectiva, y el 75% de las mismas fue de ejecución condicional.
Esto quiere decir que tenemos 169 imputados, 16 condenados, pero sólo 4 policías con condena de prisión efectiva.
No es de extrañar que algunos de los 128 policías que aún tienen sus causas en etapa de investigación, se encuentren en las calles armados, como paso con los asesinos de Blas Correas, que a pesar de tener causas pendientes seguían revistando en la fuerza. Muchas de estas prácticas fueron denunciadas el pasado 2 de septiembre en el Concejo Deliberante de la capital a instancias de la banca del Frente de Izquierda y realizada en común con victimas y familiares de victimas de distintos casos de abuso policial.
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Las responsabilidades políticas son claras, y caben al Gobernador Juan Schiaretti en primer lugar, así como a los distintos ministros y jefes policiales que toleraron estas prácticas. La responsabilidad también es de la justicia provincial, quién esta digitada abiertamente desde el Poder Ejecutivo.
Para el control de la pandemia, desde el gobierno provincial intentaron hacer de la represión policial una política de Estado. La juventud cordobesa junto a distintas organizaciones sociales y políticas denunció estos casos mediante acciones como las Marchas de la Gorra o contra el Gatillo Fácil, las campañas para expulsar a la policía de la Universidad de Córdoba, contra el Código de Faltas o la puesta en pie de Coordinadoras de familiares y amigos de víctimas.
En tanto, este sábado desde el Centro de Profesionales por los Derechos Humanos se realizará un encuentro nacional vía Zoom que tomará entre otras peleas la necesidad de organizarse para terminar con los abusos policiales.
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A partir de la lectura de los expedientes, los investigadores dan cuenta de algunas de estas prácticas. Reproducimos algunos de ellos para que los lectores de La Izquierda Diario tomen cuenta de la magnitud de los hechos denunciados.
El informe completo puede verse en esta página
- Ingresó en calidad de detenido a la alcaidía, al día siguiente lo condujeron junto a sus compañeros de celda hacia el patio, los pusieron mirando la pared, preguntaron a viva vos por un apellido, el suyo. Levantó la mano. Sin mediar palabra lo hicieron arrodillar al lado de una alcantarilla en el centro del patio. Entre tres oficiales comenzaron a efectuarle diferentes golpes, por todo el cuerpo, sin parar. Le pegaban con palos en la cabeza, también le aplicaban electricidad con una picana. Insoportable dolor. En tres oportunidades se desvaneció, en una de ellas uno de los oficiales se paró con los dos pies sobre su cabeza, a la vez que los otros dos continuaban pegándole. “Esto les pasa a maricones como vos…” le decían. El Comisario estuvo presente, todo el tiempo.
Recibió golpes por el transcurso de dos horas aproximadamente, luego, le dieron un trapo para que se limpiara la sangre de la nariz y la oreja derecha, y le dejaron claro que no querían ver sangre y menos en la ropa. Horas más tarde el comisario le dijo que “la tocadita” que le habían dado, era porque él era un chico “bien”, que querían que se reincorporara a la sociedad, y le manifestaron “… lo que había pasado quedaba allí, si no en la calle sigue...”
Luego de colocarles las esposas en sus muñecas por detrás del cuerpo, el oficial que dirigía las acciones le manifestó: “Así que vos sos el famoso (…)” para inmediatamente pegarle una cachetada con la mano abierta en el rostro y un golpe de puño en la boca del estómago que lo obligó a arrodillarse. “Párate, maricón, párate”; llorando preguntaba por qué lo lastimaban, continuaron pegándole en la cara con las dos manos. “Acá se han cagado personas grandes, más vale que colaborés” (…) “Ahí hubo un robo, (…) yo quiero que vos colaborés con nosotros, yo quiero que vos vayas y digas a tribunales que son (…) y otro que le dicen el (…)”. Ante la negativa siguieron pegándole… “¿Cómo qué no?” “Vos vas a decir eso, te vamos a cagar matando, acá mandamos nosotros” y luego de una patada en la cabeza perdió momentáneamente el conocimiento. Fue trasladado hasta la celda. Ante una nueva interpelación, horas más tarde: “la pensaste negro? (…) ¿Qué no te acordás, te haces el boludo?” un golpe con la mano abierta en la mejilla y: “vos tenés que decir eso”. Lo golpearon hasta que, quebrado en su voluntad, el detenido manifestó que haría lo que ellos exigían.
Un familiar de una persona con problemas psiquiátricos recurre a la policía requiriendo auxilio para contener un ataque convulsivo del enfermo. Luego de cargarlo en un móvil policial y de transcurrir varias horas sin noticias, a unos metros de la casa lo dejan tirado sobre el tronco de un árbol, en el mismo estado en que fue trasladado, sin algunas de sus prendas de vestir y lastimado en varias partes de su cuerpo. Su estado físico y psíquico se encontraba muy afectado por lo cual fue internado en un nosocomio en el que falleció días después sin poder contar por lo que había pasado.
En el contexto de los festejos por los carnavales, policías trasladaron a la comisaría a cuatro menores de edad y a dos mayores, uno de ellos sordomudo. Los cuestionaron a todos por el supuesto robo de una bicicleta. Buscando información le aplicaron al sujeto con discapacidad golpes de puños en la cara, costillas, estómago y cabeza, después lo tiraron al suelo y le asestaron golpes con sus pies en las piernas y parte exterior de los muslos. Le tiraron nieve loca en la cara, luego lo esposaron y lo arrodillaron en un rincón, tratándolo de mal modo, insultándolo, burlándose de su discapacidad, aludiendo a que no podía decirles nada. A pesar de los esfuerzos por comunicarse con ellos queriendo expresarles que no le pegaran más, los policías se reían y le seguían pegando. Horas más tarde lo arrastraron por el suelo tironeándolo de la capucha que vestía y de los cabellos, al tiempo que le daban patadas en todo el cuerpo y dejándolo con sus pantalones a la altura de las rodillas. Los funcionarios continuaron el maltrato por horas, lo pisaban, se le paraban encima, le pintaron la cara con un rodillo entintado.
Recaía sobre él una orden de detención vigente, y sin resistencia al procedimiento policial fue esposado y trasladado por 4 policías que en el interior del vehículo le dijeron: “vos no sabes a quien le robaste”, a partir de lo cual empezaron a pegarle de manera ininterrumpida mientras lo llevaban hacia un predio abandonado donde, una vez allí, le dijeron que saliera corriendo, a lo que se negó. Recibió dos puntapiés en el estómago que lo obligaron a arrodillarse, seguidamente le apoyaron la escopeta reglamentaria en el hombro, pusieron un cartucho y dispararon en dirección al suelo, impactando las municiones en el piso. Acto seguido, tomaron una bolsa de plástico que había en el lugar y se la colocaron en la cabeza, en tanto que aprovecharon la situación de indefensión, para pegarle con el puño cerrado en reiteradas oportunidades en la cara, al tiempo que le decían: “Decí, agradecé que te agarramos en el super, sino te hubiésemos puesto un fierro, si te hubiésemos visto en la calle te poníamos un fierro, vos no sabes a quien le robaste, agradecé, agradecé, ahora vas a salir y te vamos a encontrar en la calle, ya vas a ver, porque vos no sabes a quien le robaste”. |