El Gallego Soto tan sólo tenía 23 años y era anarco-sindicalista, cuando dirigió la gran huelga, contra los estancieros Menéndez Braun Beherty, en la lejana Patagonia.
Era parte de un proceso de organización obrera que abarcaba a Santa Cruz y la región chilena de Magallanes, con una concepción definidamente internacionalista, porque los hacendados eran los mismos a ambos lados de la frontera. Explotaban en condiciones infrahumanas a los peones españoles, rusos, ingleses, argentinos, chilenos y chilotes. Era necesario acabar con la opresión salvaje y garantizada por los Estados de ambos países.
La segunda gran huelga de 1921 estalla y el gobierno nacional del radical Hipólito Irigoyen mandó al Coronel Benigno Varela, con el 10 de Caballería a masacrar a 1500 huelguistas, que quedaron en tumbas masivas, fusilados. Un genocidio que aún hoy sigue impune y sin encontrar los restos de tantos ejecutados en fosas comunes.
El Gallego pudo escaparse con un pequeño grupo de compañeros, de la aberrante masacre de la Estancia La Anita, cercana a Calafate el 7 de diciembre de 1921, cruzando para Chile y siendo refugiado por los peones hermanos de la Federación Obrera de Magallanes. El coronel Benigno Varela no pudo apresarlo y fusilarlo, pero tampoco lo pudieron encontrar en Magallanes, las fuerzas armadas chilenas, que lo hubieran llevado a una muerte segura entregándolo al ejército argentino.
Años después y en Puerto Natales (Chile) instaló un cine llamado Libertad, para las familias obreras que trabajaban en el Frigorífico Bories (uno de los más importantes de la región cuyos dueños eran los Braun-Blanchard). También ayudó a los dirigentes sindicales del Frigorífico a organizarse aportando su experiencia.
En 1933 regresó a Río Gallegos y en las calles céntricas de la ciudad se puso a vociferar, con todo lo que pudo con su voz, la masacre ocurrida 12 años atrás, quizás recordando a sus compañeros fusilados. Pero rápidamente fue deportado a Chile.
Sus últimos años los vivió en Punta Arenas, donde puso un bar llamado “Oquendo”, en homenaje a su padre muerto en el barco hundido, del mismo nombre, durante la guerra de Cuba. Durante una visita a dicha ciudad conocimos a su hija Isabel Soto Cárdenas, y nos comentó que en aquel bar solían frecuentarlo sus amigos, que según su padre, venían desde Río Gallegos. A lo mejor fueron sus compañeros de la huelga de 1921.
El Gallego Soto falleció el 11 de mayo de 1963 a los 65 años de edad, y sin duda fue uno de los grandes dirigentes de la clase obrera de principios del siglo 20, en Argentina y Chile. |