El lobo de Wall Street es una película dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por Leonardo Di Caprio, quien interpreta a Jordan Belfort. La película está basada en una historia real: en las memorias del propio Belfort. Resulta que luego de obtener la licencia como operador de Bolsa, quiebra la compañía en que trabaja Belfort, por lo cual decide emprender su propio negocio financiero. Para esto reúne a un grupo de amigos bastante “losers”. Desde entonces, especulación y fraude mediante, su riqueza no para de crecer: "dinero que produce dinero", sin pasar por el fangoso trámite de explotar, de manera directa, fuerza de trabajo ajena ni producir ni un bien ni un servicio. Belfort mantiene una vida desenfrenada: coches de lujo, cocaína, fiestas, sexo pago. Es entonces cuando una entrevista que le realiza la Revista Forbes es titulada “El lobo de Wall Street”. Un momento crítico de su vida es cuando la justicia le exige colaboración por un fraude de títulos en el cual hay muchos involucrados: Wall Street, un banco y la mafia. A veces, en estas pampas, la realidad supera la ficción.
Más allá de la brecha
La proliferación de tipo de cambios (dólar soja, dólar oficial, dólar bolsa, dólar “contado con liquidación”, dólar “blue”) y la expansión de la brecha entre sus diversas cotizaciones, tiene a la city porteña al borde de un ataque de nervios. Ese caos del dólar se transmite a todo el cuerpo económico en un país que está por completar el tercer año de recesión. En los últimos días, con el objetivo de intentar controlar la situación, Alberto Fernández, erigió a Martín Guzmán, en súper ministro.
El 4 de agosto Guzmán había llegado a un acuerdo con los lobos de Wall Street con la hipótesis de que así llevaría calma a la cotización del dólar. La hipótesis se demostró falsa. El 15 de septiembre, tomó la posta Miguel Pesce, el titular del Banco Central, que con el “súper cepo” intentó comprimir la demanda de dólares. La sangría de reservas del Central siguió su curso.
El 1 de octubre retomó la iniciativa Guzmán con medidas en favor de los exportadores, fundamentalmente los agrarios. En esta oportunidad, en lugar de limitar la demanda, se intentó alentar la oferta de dólares. Las medidas mostraron un oficialismo más permeable a los reclamos del gran empresariado. No obstante, las medidas movieron poco el amperímetro de las ventas de soja y sus subproductos. Las tensiones se aceleraron.
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