El 21 de noviembre de 1977 se fundó Abuelas de Plaza de Mayo en la desesperada búsqueda de sus hijos e hijas secuestrados por la dictadura cívico militar. La primera presidenta de la organización fue Chicha Mariani quien habló con este medio en varias oportunidades, en 2016, en un nuevo aniversario de Abuelas, realizó una extensa entrevista contando la historia de la organización y la suya propia.
En el día por la identidad, la organización que preside Estela de Carlotto, propone subir una foto o video con tu nombre escrito en la palma de mano para difundir y masificar la búsqueda por todos los nietos que faltan.
En este nuevo aniversario compartimos aquella entrevista a María Isabel Chorobik de Mariani quien junto a otras mujeres, en plena dictadura cívico-militar-eclesiástica, tomaron las calles para buscar a sus hijos, hijas pero también a sus nietos.
La historia de Chicha, la historia de Abuelas
En el momento de esta entrevista Chicha Mariani tenía 93 años y vivía en La Plata. El 24 de noviembre de 1976, en un operativo dirigido por Ramón Camps y Guillermo Suárez Mason en esa misma ciudad, murieron acribillados cinco militantes de la Juventud Peronista.
Los represores asesinaron también a Diana, esposa del único hijo de Chicha, Daniel, y mamá de su nieta Clara Anahí, de sólo tres meses de vida.
La nena sobrevivió a la brutalidad del ataque y desde entonces Chicha la siguió buscando sin parar. Daniel sería asesinado meses después. En 2018 Chicha falleció sin poder haber encontrado a su nieta para abrazarla como tanto deseaba.
Su compañero de toda la vida y padre de Daniel murió a los 82, hace doce años. Era Enrique José Mariani, un destacado violinista y gran director de orquesta que dirigió la Orquesta Sinfónica del Teatro Argentino de La Plata, la Orquesta de Cámara de Buenos Aires “Antonio Vivaldi”, la Orquesta de Cuerdas de Radio Nacional, la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, la Orquesta Sinfónica de la Ópera de Roma y la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba.
Chicha fue profesora de Historia del Arte durante varios años. En más de una entrevista expresó que ella “era una total ignorante de todo, me dediqué a acompañar a mi marido que era director de orquesta y no sabía ni siquiera viajar sola a Buenos Aires”.
De un momento a otro, su vida y la de muchas otras, cambió por completo.
¿Qué dos o tres imágenes te quedaron grabadas de los primeros momentos de la lucha de Abuelas, cuando la búsqueda individual se transformó en una lucha colectiva junto a otras mujeres?
De mi lucha individual está grabado en mi memoria el momento en el que el comisario Sertorio, de la Comisaría Quinta de La Plata, me dijo que a Clara Anahí la habían sacado de la casa viva. Siete días habían transcurrido del ataque donde murieron Diana y sus compañeros. Creí que todos habían muerto y reclamaba que me dieran los cuerpos de la nena y sus padres. Me dijo que si yo repetía esto fuera de su despacho, lo negaría.
Fue una conmoción, una locura escuchar eso. ¿Adónde ir? ¿Dónde buscar? ¿A quién preguntar? En absoluta soledad comenzó la búsqueda de mi nieta. Este hecho me marcó para lo que vendría después. A los veinte días recibí un llamado, era mi hijo Daniel que no se podía acercar a mí, que estaba vivo y ya se comunicaría.
Otra imagen grabada a fuego fue cuando fui a la Catedral de La Plata para hablar con Monseñor Monte. Él había preparado y casado a los chicos en una sentida ceremonia religiosa, como él mismo la describía. Le pedí si podía averiguar sobre Clara Anahí; me dijo que tenía el caso muy presente y que volviera en unos días. Así lo hice.
Regresé esperanzada, pero su actitud cambió. Me dijo que me dejara de molestar, que Clara Anahí estaba en buenas manos y que yo estaba poniéndola en peligro al andar de aquí para allá y que también corría la misma suerte para la gente que la estaba protegiendo. Me largué a llorar desesperadamente; me señaló la puerta y me dijo "rece, le falta fé".
Sentí desmoronarse el mundo. No tuve contención ni apoyo. La traición de él y lo que representaba fue como una puñalada. ¿Por qué? Porque ignoró y negó a la familia que conocía tan bien, a los chicos. Y porque Montes sabía dónde y con quién estaba Clara Anahí en ese momento.
A los pocos días del ataque sentí con crudeza cómo se acrecentó mi soledad. Caminando, preguntando, tocando puertas, siempre buscando a mi nieta. Y hasta hoy llevo 40 años buscándola.
¿Cómo nace específicamente la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo?
En mi andar, un día llegué a un juzgado y la jueza me dijo que no era el único caso, que había otra abuela que buscaba a su nieta. Me dio la dirección de su casa y me encontré con quien sería mi fiel compañera y amiga, Alicia "Licha" de De la Cuadra.
Ella comentó que otras señoras buscaban a sus hijos y nietos. Tomamos contacto con el grupo de Madres de Plaza de Mayo, recién iniciado, nos pusimos de acuerdo con ellas naciendo así “Abuelas Argentinas con Nietos Desaparecidos”.
Pronto cambió de forma natural ese nombre por el de Abuelas de Plaza de Mayo, porque nos reuníamos ahí en la Plaza. Todavía no funcionábamos como institución organizada. Pronto se sumaron diez abuelas más.
Concurrimos las doce abuelas a un acto oficial realizado en Plaza San Martín, frente al Círculo Militar, con la presencia de Cyrus Vance, enviado de Estados Unidos por los derechos humanos. Todas llevábamos cartas dando cuenta de cada caso. Había que acercarse a este señor y entregárselas. Todas lo hicieron menos yo, que la apretaba con mis manos y no reaccionaba. Una de las Madres llegó y me la arrebató, salió disparada sorteando a los soldados armados, entre las botas y los perros, los custodios, armas por todos lados, y se la entregó a Vance. Esa Madre fue Azucena Villaflor.
Era 21 de noviembre de 1977. Fue el bautismo público y nacimiento de Abuelas de Plaza de Mayo. Ese día fue consensuado por quienes integrábamos la asociación.
Estela de Carlotto, Licha de De la Cuadra y Chicha Marianani (foto gentileza Estela de la Cuadra)
A lo largo de las décadas se recuperó a 121 nietas y nietos, casi todos por acción de Abuelas y de los propios jóvenes que dudaron de su identidad y encararon el camino de su recuperación. ¿Cómo debería continuar la lucha por encontrar a quienes faltan?
Siempre fue una tarea de Abuelas y familiares buscar a los nietos. El Estado nunca se ocupó de reparar, investigar y restituir a los niños apropiados. Es una deuda pendiente que se está saldando un poco con la creación de la Unidad Fiscal de Apropiación, pero esperamos 35 años para que el Estado se haga cargo de lo que provocó.
Además, aún el Estado tiene que destrabar todos los archivos de la Fuerzas Armadas y de Inteligencia; lo que se hizo fue parcial e insuficiente y no aportó claridad. Y además debió solicitarse mucho antes al Vaticano la apertura total de los archivos de la Iglesia, el mayor archivo de datos. Se hace poco y no sé si será efectivo.
¿Qué mensaje le darías a la juventud?
A la juventud le digo que del camino recorrido en estos 39 años rescato, además de los nietos recuperados, que defiendan el legado del Derecho a la Identidad y que desnaturalicen cualquier modo de apropiación. Pasó antes de la dictadura, durante, después y ahora. Y que tomen la posta para encontrar a los nietos que faltan.
Chicha junto a la nieta recuperada María Victoria Moyano Artigas
Chicha junto a la nieta recuperada Paula Logares
Chica junto a la nieta recuperada Carla Artes y a su colaborados y biógrafo Juan Ramos Padilla
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