El diluvio sobre Guernica, postal de una vida de precariedad extrema que no tiene perspectivas de mejora bajo el régimen del FMI. Marchas y contramarchas de un Gobierno sin rumbo que consume su crédito político. América Latina y el Fondo, a un año de las revueltas.
Diluvia sobre Guernica. Las familias que esperan desde hace meses, sin respuestas, son golpeadas por la lluvia que las deja sin siquiera un colchón seco o una manta para abrigarse en sus refugios improvisados.
Vienen de días de ser amenazadas de represión. Hasta el Día de la Madre las mujeres amanecieron en la madrugada con el helicóptero policial sobrevolando amenazante, con sus reflectores apuntándoles, buscando amedrentar.
También las quieren sacar con engaños para llevarlas hacia otros lugares transitoriamente, donde pasarían largos meses, con la Navidad y el verano de por medio, sin vivienda para sus hijos.
“Nos versean, nos quieren llevar a un lugar provisorio”, explica sin vueltas un vecino entrevistado por La Izquierda Diario. Otro completa: “Si Kicillof tiene familia, que piense en nosotros".
Es que no solo los quieren sacar de ahí, también los condenaron a sufrir así el temporal, porque no los dejaron ingresar al predio materiales para mejorar sus refugios. La tormenta es natural, la violencia del Estado no.
"Ellos quieren un barrio de countries, no de pobres”, continuó su testimonio el mismo vecino. “Yo soy peronista, yo los voté a Kicillof, a Fernández y Cristina. Pero no quiero terminar debajo de un puente".
Sin luz al final del túnel
Muchos de los vecinos de Guernica perdieron su trabajo durante la cuarentena y se vieron empujados a su situación actual al no poder seguir pagando un alquiler.
Son los perdedores de una emergencia en la que fueron abandonados a su suerte, pero están dispuestos a pelearla, mientras los buitres, los bancos, los sojeros y tantos otros siguieron de fiesta.
Por la negativa del Gobierno a tomar medidas urgentes que afecten los intereses de los más poderosos (como propuso el Frente de Izquierda), la pobreza se acerca ya a afectar a la mitad de la población, mientras que se perdieron casi 4 millones de puestos de trabajo durante la cuarentena.
Sin embargo, para el oficialismo lo más dramático es que durante las últimas semanas comenzó a gastar aceleradamente su crédito político, que por la combinación de la herencia macrista y la pandemia había sido muy grande durante meses.
Si el Gobierno ya había perdido autoridad por retrocesos como los de Vicentin o haber cedido al chantaje armado de la Policía Bonaerense, ahora hay que decir que el actual manejo errático y sin rumbo de la economía profundiza la visión de un presidente desorientado.
Las promesas incumplidas tras el canje de deuda con los privados, las marchas, contramarchas y sobre todo fracasos de las medidas para controlar el dólar, así como la caída de reservas del Banco Central y la amenaza de una devaluación que desmadre todo, llenan de nubes el horizonte de una crisis de gran profundidad.
A su vez, la gestión de la crisis sanitaria de coronavirus, que en su comienzo fue un activo político para Alberto Fernández, hoy empieza a ser puesta en duda tras haber superado Argentina el millón de casos y ubicándose entre los países con más muertos del mundo por millón de habitantes en las ultimas semanas, con más preocupación en el interior que en el AMBA en estos momentos.
La combinación de un Gobierno que se percibe a la deriva, con una crisis de magnitud histórica, constituye un combo que siembra de dudas explosivas lo que viene.
Una conjunción de factores determinan la agudización de la situación: la dramática crisis económica y social; la abierta oposición al Gobierno de sectores del gran capital que piden más ataques contra las mayorías; la división de las clases medias con sectores movilizados en las calles, sobre todo de la derecha opositora; y la incipiente experiencia que comienzan a hacer sectores de la propia base del Frente de Todos, como algunos de los vecinos de Guernica que votaron al peronismo pero hoy se chocan con su accionar en el poder.
Pero hay más aún: el presupuesto 2021 y la atenta vigilancia que se pactará con el FMI para los próximos años, no hacen más que anunciar que incluso las pocas medidas de contención que aplicó el Gobierno durante este tiempo (IFE, ATP), serán eliminadas: a la par de este ajuste, de la experiencia con el Gobierno después de una primera etapa y del relajamiento de la pasivización que impuso en un comienzo el coronavirus, los próximos meses, o años, serán de mayores escenas lucha de clases
La derecha y las patronales lo saben. Por eso muchos de sus medios de comunicación y de sus foros empresariales, rabiosos, piden más ataques. Por eso también, en Entre Ríos, un grupo de productores agropecuarios convocados por el ex ministro de Agricultura de la Nación y ex presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere. quieren desalojar violentamente a organizaciones sociales que ocupan un campo con la propiedad en disputa legal.
Estas imágenes no pueden contrastar más con la actitud de los dirigentes de la CGT, la CTA y los sindicatos, mucho menos combativos que los poderosos. Esas organizaciones, cómplices del ajuste, dejaron que la derecha ganara las calles. O con el engaño de los funcionarios que se disfrazan de progresistas, para actuar como falsos amigos del pueblo, ejecutando los ataques y los ajustes, justificando la miseria mientras los poderosos siguen de fiesta.
Por eso el camino lo marcan los luchadores de Guernica a los cuales hay que rodear de solidaridad. Pero también peleando dentro de los sindicatos y todas las organizaciones de masas para sacarlas de su pasividad y ponerlas al servicio de las luchas que no harán más que profundizarse.
América Latina marca el camino: no hay FMI bueno
Desde hace meses, el Gobierno argentino busca instalar la idea de que, a diferencia del pasado, ahora estaríamos frente a un FMI más amigable y comprensivo con la situación de nuestro país.
Los pueblos de Latinoamérica opinan otra cosa. Por estas horas, en Ecuador volvieron a salir a las calles a rechazar los acuerdos de ajuste del presidente Lenin Moreno con el organismo internacional, retomando el camino de las movilizaciones de 2019 que estuvieron cerca de provocar la caída del Gobierno.
A su vez, en Costa Rica la calma se rompió, y con protestas, marchas y bloqueos en casi todo el país obligaron al presidente Carlos Alvarado a retroceder en su acuerdo con el FMI y las cámaras empresariales.
A un año también del comienzo de la rebelión del pueblo chileno contra Piñera y el régimen heredado de la dictadura, y del golpe en Bolivia que terminó en un gran fracaso para el imperialismo y la derecha sudamericana, la región da los primeros indicios de que esta crisis, una vez más, ser resolverá mediante la lucha de clases. Para eso hay que prepararse también en Argentina.