Para no quedarme fuera de la conversación pública empecé a ver Borgen. En el capítulo cinco de la primera temporada, la ministra de Comercio, Henriette Klitgaard, impulsa una ley de equidad de género en los directorios de las empresas. El proyecto encuentra la oposición del principal empresario de Dinamarca, Joachim Crohne, que no quiere ver limitada su patriarcal libertad de decidir. La protagonista y primera ministra, Birgitte Nyborg, se ve obligada a recibirlo. El Gobierno defiende el proyecto con algunos buenos argumentos (“¿Cuánto hay que esperar? A las mujeres les llevó 70 años poder votar”) y con otros cuestionables (“votamos por la igualdad en la monarquía”, una institución un poquito medieval). Cuánto iguala la equidad de género en las empresas, que viven de la explotación asalariada, es un debate que excede a Borgen y este newsletter. El asunto es que la impulsora del proyecto es atacada a puro machismo en los medios de comunicación manejados por Crohne, quien parecer llevar adelante la campaña de desprestigio en busca de otros oscuros beneficios económicos.
El club de los devaluadores
Las presiones devaluatorias que los últimos meses son llevadas adelante por los lobos de Wall Street, por los agroexportadores y los sectores más concentrados del empresariado, apuntan a un resultado inmediato: una transferencia de ingresos regresiva desde el pueblo trabajador hacia el gran capital.
La cotización del dólar es una suerte de “paritaria” de los exportadores que a medida que aumenta el tipo de cambio obtienen más ingresos cuando convierten a pesos las divisas que ganan en el comercio exterior. Lo mismo ocurre con todos los que tienen su patrimonio dolarizado. Tal es el caso de los ricos del país que atesoran U$S 400 mil millones de dólares fugados al exterior, mayormente en paraísos fiscales. Se trata de una cifra equivalente a un PIB, es decir a la riqueza anual que genera el país en un año. Cada vez que el dólar aumenta, esa riqueza, convertida a pesos, crece.
Del otro lado de la vereda de las clases sociales, la devaluación impacta en la inflación y contrae el poder de compra de los ingresos populares. La devaluación es un Hood Robin: les saca a los pobres para darle a los ricos.
Por fuera de este robo inmediato, es interesante pensar, como en Borgen, ¿no hay otra intención más allá de la devaluación?
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