Foto: The Clinic
Esta semana terminó con un nuevo hito en el culebrón en el que está sumida la casta política desde que estallaron los escándalos políticos. Apenas transcurridos 28 días desde que asumió como ministro Segpres, Jorge Insunza anunció su renuncia al gobierno en el marco de los cuestionamientos por sus asesorías a Codelco y Antofagasta Minerals.
Se trató de una jugada preventiva que muestra la debilidad del gobierno. La renuncia de Insunza busca evitar que se desarrolle un nuevo flanco de cuestionamientos al gabinete luego del trauma del caso Peñailillo. La precoz renuncia del ex ministro es una postal de la impotencia por la que atraviesa el gobierno, puesto que ninguna de las medidas que éste ha impulsado para dar con un cauce de salida a la crisis han resultado.
Bachelet trató de dar un golpe de timón con el cambio de gabinete, pero el optimismo duró poco. Pocos días después, se puso en el centro el debate sobre la “pre campaña” de la presidenta. Bachelet trató de cerrar el episodio planteando que ella no autorizó ningún esquema de recaudación. Prácticamente al día siguiente, se hicieron públicas las asesorías realizadas por Insunza a las mineras mientras era diputado y miembro de la comisión de minería de la Cámara.
El gobierno sigue entrampado en los cuestionamientos por corrupción, en las disputas al interior de la Nueva Mayoría, en la caída y cambio de ministros. Ha perdido la conducción política del país, no logra retomar la iniciativa política. Sin embargo, las únicas muestras de “conducción”, sobre todo las del ministro Burgos, han sido por derecha. Los empresarios y la oposición lo saben, por lo que presionan para consolidar esta inclinación del gobierno.
La agenda represiva y pro empresa que quiere imponer la derecha
Otro de los debates que se ha puesto en el centro es el rol de Carabineros. El gobierno hizo un amague con el supuesto “ultimátum” del subsecretario Aleuy, luego de que éste avalara las mentiras de la institución represiva planteando que la agresión de Rodrigo se trató de un “hecho fortuito”. Sin embargo, el gobierno rectificó rápidamente y el vicepresidente Burgos le dio un “respaldo absoluto” a Carabineros.
Por su parte, la derecha viene siendo el portavoz político de los intereses de las fuerzas represivas. El cuestionamiento al rol de Carabineros abierto luego de los casos de represión durante la marcha del 21 de mayo en Valparaíso, quieren transformarlo en un caso de “criminalización” y “abusos” hacia las fuerzas policiales. La UDI llegó al extremo de reunirse con Burgos para proponer una agenda de “seguridad ciudadana” que tiene como eje el fortalecimiento de Carabineros. En otras palabras, el debate político sobre el rol de la policía quieren cerrarlo con la implementación de una agenda represiva.
La Tercera y El Mercurio han amplificado profusamente esta ofensiva. En su editorial de este domingo, La Tercera plantea que “difícilmente podría sostenerse que el actual ordenamiento ha impedido la manifestación social, y por lo mismo una ley que la consagre es innecesaria”. ¿A qué apunta dicho comentario? A mantener intacto Decreto Supremo N°1086 dictado en dictadura y actualmente vigente, que al obligar a los manifestantes a solicitar autorización a la intendencia, niega el derecho fundamental de reunión y manifestación sin aviso previo.
Otro de los ejes fundamentales de las editoriales de este domingo, fue el llamado de alerta sobre el bajo crecimiento y la falta de inversión a partir de los informes del Banco Central. El Mercurio saludó la reunión que tuvo el ministro Burgos y Valdés con la directiva de la CPC, planteando que “son instancias como estas, de discusión franca, las que abren la posibilidad de resolver aquellas incertidumbres que, como ha hecho notar el Banco Central, paralizan la inversión y dañan las perspectivas de crecimiento”. A su vez, el diario de Agustín Edwards destaca como mensaje que “para reanimar la actividad económica hay que reencender las expectativas empresariales”.
La Tercera por su parte plantea abiertamente que “en tanto persista un ánimo oficial por debilitar constitucionalmente la propiedad privada, la economía seguirá a la deriva”, sosteniendo que la desaceleración es responsabilidad de la reforma tributaria, laboral y la propuesta de una nueva constitución.
Ante un escenario de crisis del régimen político, de cuestionamiento al conjunto de la casta política y de debilidad del gobierno, los empresarios quieren imponer una salida por derecha. Para esto utilizan no sólo sus medios de comunicación y sus partidos políticos, sino también su poder económico.
El verdadero enemigo
Pero el objetivo de esta renovada ofensiva no es debilitar al gobierno. El verdadero enemigo de la derecha y los empresarios es la calle que vuelve a ponerse en el centro. Las movilizaciones vienen en un claro curso ascendente, en donde el paro indefinido de los profesores contra el proyecto de carrera profesional docente converge con un reanimamiento del movimiento estudiantil que viene retomando los paros, las marchas masivas y las tomas. Es esta confluencia entre el movimiento estudiantil y los trabajadores lo que marca la tónica de este nuevo ciclo de movilizaciones.
Ya no se trata sólo de “hitos” o marchas masivas de descontento. El movimiento ha ganado en profundidad tanto en sus métodos como en su contenido. Con el reemerger de las tomas, los paros indefinidos, la aparición de un nuevo activismo docente y estudiantil que impulsa acciones y asambleas casi a diario, ya se puede hablar de un nuevo proceso de movilizaciones en ascenso. En cuanto a su contenido, no sólo se ponen en el tapete demandas sectoriales y educativas, sino que se combinan con demandas políticas como es el repudio a la represión y el rechazo a la casta política corrupta.
Como hemos venido insistiendo en estas columnas, la pérdida de iniciativa del gobierno representa una oportunidad para que sean estudiantes y trabajadores quienes tomen la iniciativa política en sus manos, lo que sólo podrá realizarse mediante un proceso de movilizaciones enraizado en lugares de estudio y trabajo con el fin de imponer las reformas a la medida de sus propios intereses, y no a la talla de la cocina parlamentaria. Es esta disputa la que empieza a materializarse.
Así, el escenario político está marcado, por un lado, por una fuerte presión por derecha encabezada por los empresarios y la derecha; por un gobierno debilitado que intenta sin resultados conciliar lo irreconciliable y, por otro lado, una calle que vuelve a ponerse en movimiento y que busca imponer su propia salida a la crisis. ¿Qué fuerza prevalecerá? Es lo que se definirá en el curso de las próximas semanas. |