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La Izquierda Diario
5 de noviembre de 2020 Twitter Faceboock

Elecciones en Estados Unidos
¿Qué lectura podemos hacer de la votación en Estados Unidos?
Ana Rivera

El nivel de votación fue récord histórico, como así también la cantidad de personas que lo hicieron de forma anticipada. Esta participación muestra el impacto de la votación de los jóvenes y las minorías en un año marcado por las movilizaciones. ¿Qué lectura podemos hacer?

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Parece que se emitieron más de 150 millones de votos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Esta participación histórica, el nivel más alto de participación en una elección presidencial en 100 años, muestra el impacto de la votación de los jóvenes y las minorías en un año marcado por las movilizaciones.

De esos votos, 100 millones fueron emitidos anticipadamente. Incluso antes del día de las elecciones, la votación anticipada había superado todos los récords, en muchos estados alcanzando o incluso superando el número total de votos en 2016. Se revirtió la baja participación que caracteriza a las elecciones de Estados Unidos, al final de un año en el que millones de personas participaron en las movilizaciones de Black Lives Matter y en el que la carrera presidencial se convirtió en una especie de referéndum sobre la gestión de la pandemia, que sumió al país en una crisis social y económica. Al igual que en 2016, el apoyo a Trump superó lo que decían las encuestas y, con la carrera terminada pero aún sin resolver al momento de escribir este artículo, hace que la probable victoria de Biden sea pírrica.

Numerosos análisis señalan la importancia de la demografía - más que de la geografía - en esta elección. Esto demostró ser especialmente crítico para el voto latino y femenino de los suburbios en estados clave como Pensilvania, Arizona y el Medio Oeste. Alrededor de un cuarto de los votos emitidos en esta elección provinieron de personas que no votaron en 2016, y el ocho por ciento de nuevos votantes, según The Guardian. Parte del voto latino se puede encontrar entre estos grupos, en particular los nuevos ciudadanos que están muy motivados para votar. Este voto se dividió: por un lado, un gran número de jóvenes progresistas votaron a los demócratas en las zonas urbanas y suburbanas (como se ve en lugares como Filadelfia, que es muy diferente del resto de Pensilvania, y Austin, bastante diferente del resto de Texas); por otro lado, los votantes tal vez más preocupados por la economía (especialmente por las pequeñas empresas) y los altos impuestos prevalecieron en Florida y Ohio, dos estádos que ganó Trump

La crisis del coronavirus y la cuestión racial son elementos que le aportaron votos a Joe Biden. Los demócratas insistieron en este enfoque para animar a la gente a votar, especialmente por correo. Pero esta polarización también la utilizó Trump para movilizar a su base el día de las elecciones, logrando un alto rendimiento también. Como resultado, el Senado se está pintando de rojo (republicano) y probablemente será un serio obstáculo para un gobierno Biden, aunque como muchas cosas en esta elección aún está por verse.

La base de Trump estaba más preocupada por la economía, lo cual es una contradicción. Algunos analistas describen una mentalidad a corto plazo al votar por Trump: a pesar del impacto de la crisis del covid-19, estos votantes todavía creen en la idea de la posible recuperación que Trump prometió durante su campaña. En la industria manufacturera y otras áreas industriales, donde los votantes se vieron particularmente afectados por el desempleo y el cierre de fábricas, algunos de los votos de Trump en 2016 volvieron a los demócratas. Así es como se dividió el llamado Rust Belt, los antiguos estados industriales del país, donde Biden parece haber recuperado Wisconsin y Michigan, donde estaban antes de 2016. Aún así, esto no debe ser visto como un cheque en blanco para Biden. Aunque en general se le considera una figura "pro-sindicatos" en el Partido Demócrata, no hace mucho tiempo los mismos condados que parece haber ganado rechazaron a los demócratas, a los que se veía como élites que los habían despedido y abandonado como white trash (basura blanca).

En los estados en disputa como Arizona, Wisconsin y Florida, el voto temprano favoreció principalmente a los demócratas. Anticipándose a ese escenario, los republicanos hicieron de la participación en el día de las elecciones una prioridad. Eso es lo que pasó en Florida, por ejemplo - junto con la privación del derecho de voto a grandes sectores de la población, como las personas que estuvieron encarceladas. Esa y otras características antidemocráticas del sistema de votación explican el resultado, pero también lo hace el fracaso del Partido Demócrata para llegar a sectores más amplios de votantes negros, así como a los puertorriqueños. En resumen, los demócratas no lograron la victoria sin contratiempos que se esperaba.

Joe Biden pidió hoy a sus votantes que sean pacientes y tengan fe, basándose en las expectativas de los incontables votos por correo. Parece confiado en que ganará los estados del Rust Belt necesarios para llegar a la Casa Blanca.

Trump, por el contrario, habló en medio de la noche, antes de que muchos votos fueran contados. Afirmó que los demócratas trataban de robar la elección y exigió que no se contaran más votos por correo. Denunciando un fraude y prometiendo una apelación a la Corte Suprema, intenta deslegitimar las elecciones después de sus esfuerzos anteriores por desalentar a los votantes demócratas de participar organizando a sus partidarios para atacarlos y amenazando al servicio postal. Se desplegaron caravanas en varios centros de votación para impedir que se pudiera votar.

Estas agresiones en los días previos al martes son una reacción violenta a los altos niveles de participación y expresión política de la propia base del Partido Demócrata y más allá, incluyendo principalmente a un sector de jóvenes que no se habían expresado electoralmente antes. El componente más radicalizado de la base de derecha está desde hace meses en pie de guerra, desde que comenzó a movilizarse para atacar las protestas antirracistas. Ahora, después de una elección muy disputada y con la aprobación del presidente, se preparan para ignorar una victoria de Biden. El sentimiento es el de un país partido por la mitad.

Por su parte, el Partido Demócrata movilizó una amplia base para la votación en persona, así como para votar por correo. Logró capitalizar el descontento y el rechazo de Donald Trump a pesar de las debilidades de Biden. Sectores de la base demócrata, movimientos sociales y sindicatos están discutiendo las protestas para defender su voto.

Esta elección ha demostrado cómo un sistema electoral profundamente antidemocrático choca con las aspiraciones de millones de personas que quieren cambiar el curso de la economía, la atención sanitaria, la desigualdad racial y el empleo. Las movilizaciones y la incipiente lucha de clases de principios de este año fueron desviadas por los partidos hermanos del capitalismo hacia un camino electoral. Ahora la elección misma probablemente entrará en una disputa legal. No obstante, los llamados a tomar la calle ilustran la firmeza con la que la movilización se ha implantado en el imaginario político durante los últimos meses, y que el alto nivel de participación en la política electoral no implica necesariamente una confianza ciega en las instituciones electorales o en los candidatos capitalistas. El escaso margen en la votación presidencial no hará sino reforzar la desconfianza en el régimen.

La forma que tome esta polarización política dependerá del ganador y del curso de la lucha de clases. Si Biden gana finalmente, tendrá que arbitrar entre una clase trabajadora golpeada por la crisis que la dió la espalda a los demócratas en 2016, una amplia movilización juvenil contra el racismo y a favor de cambios de paradigma con respecto al trabajo, la salud y la educación, y el establishment del partido y los multimillonarios qe lo financian. Trump, en contraste, está apostando en la calle para dar vuelta la elección y también como un capital político propio que puede utilizar más allá del propio Partido Republicano. Las tensiones entre la calle y el palacio de esta semana continuarán al menos durante los próximos meses y años.

 
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