Tanto la pandemia como ahora el huracán ETA, han puesto en evidencia –en distinto grado- una contradicción propia de las sociedades capitalistas: nunca antes en la historia hemos tenido tanta riqueza material e intelectual; aun así, no podemos acceder a ella según nuestras necesidades.
La propiedad de la tierra, las viviendas, el acceso a servicios básicos y a la tecnología, está puesta al servicio de los grandes capitalistas, privando a la clase trabajadora y el pueblo pobre, y con ello generando las desigualdades sociales que explican que unas personas se queden sin hogar o pierdan la vida.
Las consecuencias que genera el huracán, que recaen en la clase trabajadora y el pueblo pobre, al arrebatarles sus pertenencias, sus cultivos, y, en algunos casos, hasta la vida; no son naturales. Por ello, el problema no es la naturaleza; el problema es el capitalismo, que condena a la clase trabajadora y el pueblo pobre a “atenerse"a las consecuencias”.
Así, vemos cómo los gobiernos no invierten recursos en infraestructura, en viviendas dignas, ni en contención de los ríos. En su lugar, se dedican a impulsar políticas de ajuste, precariedad y miseria para pasarle el peso de la crisis a la clase trabajadora, todo con el objetivo de pagar una deuda externa impagable, ilegítima y eterna.
En medio de la emergencia del huracán ETA, la clase trabajadora y la juventud deben mostrar solidaridad hacia las personas afectadas. Hacemos un llamado a que las organizaciones sindicales pongan sus recursos en función de una gran campaña de apoyo a las personas afectadas por el huracán ETA.
Es necesario exigir el no pago de la deuda externa y que los recursos que destina el Gobierno a los buitres financieros internacionales se ponga en función de mitigar las consecuencias de la emergencia. |