En esta oportunidad las movilizaciones fueron masivas y en la mayoría de los casos presentaron un carácter pacífico. A pesar de ello, en ciudades como Lima, una vez más la policía nacional volvió a utilizar la violencia de manera brutal para arremeter contra los manifestantes cuando estos ya se encontraban por finalizar su desplazamiento. Como resultado de la violencia policial, que ya viene siendo una constante, hay muchos heridos por perdigones y por bombas lacrimógenas, entre ellos algunos periodistas. Así mismo, las instituciones de Derechos Humanos reportan que volvieron a darse detenciones de manifestantes de manera arbitraria.
En las diversas regiones donde se desarrollaron movilizaciones, el componente mayoritario fueron los jóvenes y la consigna más recurrente era “Ni Merino ni Vizcarra nos representan”. Con lo cual, queda evidenciado el profundo rechazo a la casta de políticos que hoy se encuentran administrando las diversas instituciones públicas y los poderes del estado. Esta bronca contra la corrupción de los funcionarios públicos se ha ido acumulando desde que en el año 2016 empezaron a salir a la luz los vínculos de diversos políticos, ex presidentes y otras personalidades del país con los negociados de grandes empresas como Odebrecht, entre otras.
Estos hechos también pusieron en evidencia que muchos jueces, fiscales y altos magistrados estaban al servicio de los grandes empresarios y de los políticos que ostentaban el poder, con lo cual, la justicia empezó a ser percibida por la población como un negocio más.
Es a raíz de este proceso de develamiento de la corrupción en la esfera pública, que la credibilidad de la población en las instituciones del estado y en la denominada “clase política” se ha ido desmoronando. Por eso nosotros decimos que, desde el 2016 hasta la actualidad, estamos inmersos en el marco de una crisis orgánica del régimen emanado de la Constitución de 1993 que es en la cual se sostiene el funcionamiento de las instituciones que hoy rigen la vida política del país.
Son precisamente estas instituciones, los partidos políticos y sus dirigentes los que son rechazados por la población en estas jornadas de protesta. El pueblo les ha perdido la confianza y ya no se siente representado por ellos.
Es por esa razón que la idea de cambiar la Constitución de 1993, que fue impuesta de manera fraudulenta por Alberto Fujimori, empieza a tomar cuerpo en la movilización y muchos de los sectores que salen a las calles a manifestarse hoy la toman como una salida ante la descomposición de las instituciones y ante el descredito de los políticos. Por eso, la consigna por una Asamblea Constituyente ha empezado a cobrar mucha importancia en los últimos días, lo cual nos parece progresivo ya que nos permite empezar a dialogar con franjas significativas del pueblo sobre la posibilidad de acabar con los principales instrumentos de dominación política de los cuales se valen los empresarios para mantener y acrecentar sus privilegios en desmedro del pueblo trabajador.
Sin embargo, uno de los límites de estas jornadas de protesta, que también quedo manifestado en la movilización nacional del jueves último, fue la ausencia de la clase obrera de manera estructural y centralizada. Más allá de la intervención de algunos dirigentes sindicales, de algunos sindicatos y trabajadores de manera independiente; en lo que va de este proceso de lucha, la CGTP, la CUT y las otras centrales sindicales del país no han llamado a sus bases a organizarse para intervenir en estas jornadas de lucha paralizando la economía. Mientras la clase obrera no ingrese a la escena va a ser imposible imponer un proceso constituyente al margen de los poderes establecidos que, como vemos, solo favorecen a un puñado de empresarios y generan corrupción.
Urge revertir este déficit cuanto antes, por eso es crucial exigir a la CGTP y a las otras centrales obreras del país, que en sus próximas reuniones de coordinación como la que se llevara a cabo el sábado 14 de noviembre, aprueben un plan de lucha que contemple la realización a corto plazo de un paro nacional que empalme con las movilizaciones en curso para así lograr imponer una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que nos permita acabar con el putrefacto régimen político amparado en la constitución de 1993. |