En medio de la noche y la tormenta, una joven pareja encuentra el peor final. No por un "desastre natural" sino un desastre humano. La vivienda en la que habitaban se encontraba en la precaria zona de las barrancas, en el barrio Stella Maris. Cada vez que hay tormentas fuertes, el agua encuentra en estas barrancas una cascada natural para desbocar en el río Paraná. Sin embargo, la culpa de este crimen no la tiene la lluvia, sino la falta de infraestructura que existe desde hace años. Una deuda que no fue saldada ni por del gobierno local a cargo de Jorge Berti del Frente de Todos ni los sucesivos gobiernos provinciales, antes en manos del Partido Socialista y hoy en las del PJ. A esto se suma el permanente incentivo y aval de estos gobiernos a la expansión de la frontera sojera y ganadera, provocando grandes desmontes en toda la región, con el consecuente cambio climático y las constantes inundaciones.
Durante muchos años, los habitantes de los barrios más precarios de Villa Constitución, muchos de ellos existentes desde hace décadas, vienen exigiendo a los gobiernos soluciones infraestructurales, que se garantice la llegada de los servicios públicos y se garantice el acceso a una vivienda digna, como hoy puede verse en lo reclamos llevados adelante por los vecinos de barrio Unión.
Para resolver este problema de fondo es necesario el desarrollo de un plan integral de obras públicas para satisfacer las necesidades de vivienda, cloacas, asfalto y todo lo que contemple la idea de una vida digna. Para que el derecho a la vivienda no sea subsumido a los requerimientos de la especulación inmobiliaria como los edificios que se vienen construyendo en la ciudad, es necesario que este plan sea controlado por los trabajadores y vecinos.
El dolor que produce saber que la vida de estos jóvenes que estaban esperando un hijo terminó en este brutal crimen social, se termina por transformar en bronca cuando las decisiones del gobierno nacional terminan destinando millones de pesos a la deuda externa o a subsidios para las multinacionales.
En una ciudad donde está instalada una acería como Acindar, que produce 130 mil toneladas mensuales de acero, en su mayoría para la construcción, no existe ningún plan serio para generar a la vez cientos de puestos de trabajo y solucionar el déficit habitacional que hay en la zona. Una fabrica en la cual muchos jóvenes obreros como Ezequiel, pasan muchas horas trabajando y no son dueños, ni siquiera de un poco, de lo que producen.
Hoy el reclamo de tierra y vivienda digna se hace lucha en Guernica, en Magaldi, en Unión y en muchísimos otros lugares donde la crisis económica, la pandemia y los constantes ajustes al pueblo trabajador, producen las cifras más altas de precariedad y pobreza de las últimas décadas.
Son millones de familias que no cuentan con un techo para sus hijos y se empiezan a organizar para conquistar ese derecho tan básico. El reclamo por tierra para vivir, vivienda digna, trabajo genuino y salario igual a la canasta familiar, son las banderas que unifican al conjunto de los trabajadores para enfrentar el ataque en curso. Para que la crisis no la paguen los mismos de siempre, es fundamental que estos reclamos sean apoyados por toda la clase trabajadora.
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