En esta nueva emisión de A pantalla revuelta entrevistamos a Clarisa Navas a propósito del estreno en la Competencia Internacional del Festival de Cine de Mar del Plata de su segunda película Las mil y una . Al igual que su anterior película Hoy partido a las tres , de 2017, está situada en Corrientes y aborda temáticas relacionadas con el universo de las mujeres, la diversidad sexual y la amistad.
El barrio de Corrientes Las Mil viviendas es el escenario donde Iris conoce a Renata y se siente atraída de inmediato. El descubrimiento del deseo y todas las trabas que el mundo le impone atraviesan esta historia. En un entorno hostil, la amistad es el lugar de la resistencia.
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La Mil y una está teniendo un importante recorrido en Festivales y ahora en la competencia internacional de Mar del Plata ¿Cómo surge el proyecto?
Parte de una experiencia muy personal porque yo me crié en ese barrio y entonces creo que de alguna manera me interesaban construir imágenes desde ahí, de ese estar periférico, también de un estar minoritario, ser mujer, pertenecer a una minoría. Criarse ahí, en un lugar que muchas veces condiciona mucho el futuro y también las posibilidades. Está armada con experiencias muy personales, no solo mías sino también del equipo y del elenco.
Tanto en Las mil y una como en Hoy, partido a las tres hay una forma de retratar una comunidad, romper quizá estereotipos costumbristas y abrir el lente a una realidad más oculta ¿Cómo es hacer cine desde Corrientes? ¿Cómo es lo que vos te planteás “construir imágenes desde la periferia”?
Ese construir imágenes desde la periferia, para mí tiene que ver mucho con una urgencia y a la vez con una fragilidad, de cosas que están muy al borde de no ser, claramente por los condicionamientos económicos y demás que hay siempre en el cine. Tiene que ver también con una idea de descolonizar, ritmos, de tratar de construir imágenes que sean mucho más propias, imágenes que nos pertenezcan mucho más que a lo que estamos habituados. Derribar eso y construir desde otro lugar.
Los personajes Iris (Sofía Cabrera) y Renata (Ana Carolina García), como también Ale (Luis Molina) y Darío (Mauricio Vila) marcan una impronta muy fuerte ¿Cómo fue el trabajo con los actores y actrices? ¿Cuáles fueron sus aportes en el trabajo común?
El trabajo lo fuimos desarrollando durante varios meses previo al rodaje. En el caso de Ana Carolina, que es mi mejor amiga y es una de las personas con quienes trabajamos y tenemos una especie de colectivo en Corrientes, con los que hacemos cine, ella es actriz profesional y me ayudó muchísimo a pensar junto con mi otro mejor amigo Lucas Olivares, el asistente de dirección. A nosotros nos interesa construir más allá de personajes y cosas que sean funcionales a una película, nos interesan construir tramas afectivas que queden, que sean cosas que sirvan y nos ilusionen también para la vida misma. Así que el trabajo partió desde ahí. Sofía Cabrera, ella sí que nunca antes había actuado, es amiga mía también de hace muchos años, y me parecía que ella era la persona adecuada para interpretar ese papel porque había tenido también historias un poco similiares, y además tenía esa experiencia de ser del barrio, de estar ahí, de jugar al básquet.(...)
Me interesa pensar y es algo que hablamos con mis mejores amigos que son actores de la película, es esta idea que hablan mucho de que son “actores no profesionales”, esta idea que es una estigmatización, porque si fueran actores de Buenos Aires serían “actores emergentes”. Y es gente muy formada que llega con un trabajo gigante a ese momento de rodaje.
Participan también algunos vecinos del barrio ¿Cómo fue esta experiencia?
Sí, hay participación de algunos vecinos, vecinas del barrio. La idea fue siempre no caer como un set, como una especie de plato volador al barrio, sino integrar y hacer algo en común, que sea una experiencia que potencie y que deje algo.
Dentro de un escenario hostil, la construcción de la amistad y el amor como resistencia se trasmite de múltiples formas. Gestos, miradas, abrazos, silencios ¿Cómo trabajaste estos elementos?
A mí me interesaba mucho construir un cine de los gestos, un cine que pase mucho por ahí y que de alguna manera interrumpa un poco, esa palabra tan como mucho del cine argentino, que tiene como esa cuestión muy centrada en la palabra. Para mí la dimensión afectiva, cuando pensamos las cuestiones que tienen que ver con el amor, con los cuidados, creo que a eso hay que encontrarlo en los gestos.
El barrio es también un protagonista, un personaje que se construye a través de planos secuencia y en movimiento. ¿Cómo pensaron este elemento desde la construcción visual y narrativa?
El barrio era mi gran pregunta. ¿Cómo construir imágenes justas, éticas?, que no objetualicen a un lugar, que siempre aparece representado de manera delictiva, marginal, esas son las representaciones de Las mil. Entonces a un espacio que yo le tengo tanto afecto, y donde viven mis mayores afectos, entonces me digo ¿Cómo armar esas imágenes? A partir de ahi, parto de una premisa, de una cámara, de imágenes que puedan construir ese punto de vista de quien vive inmersa ahí, pero que vive también siendo mujer o portando un cuerpo disidente. Que tiene que ver con un estar más alerta, con una cosa que nunca se puede relajar, algo que siempre te está siguiendo atrás. Nunca puede tener una visión general, un plano general como muchas veces aparece mostrando toda la decadencia arquitectónica, la propuesta es justamente alejarse de eso.
El descubrimiento del deseo y todas las trabas que el mundo le impone a las disidencias es uno de los motores de la historia. ¿Cómo ves la situación luego de Ley de identidad de género y el matrimonio igualitario? ¿Cuál es la diferencia entre Buenos Aires y las provincias?
Los derechos adquiridos en este tiempo como la Ley de matrimonio igualitario y la Ley de identidad de género, son cuestiones sumamente importantes y que han ido impactando en todo el país, pero de ahí a que eso sea expandido a un cuerpo más grande de toda la sociedad, creo que para eso falta muchísimo. Los medios siguen estigmatizando, en muchos espacios, falta mucho allanar en ese sentido. En la película, también había padres y madres que no dejaron participar a sus hijes que eran menores porque la película iba a tratar de temas así. Entonces esa resistencia todavía es gigante, hay mucho camino que allanar.
Otro elemento presente en la historia tiene que ver con la falta de acceso a la salud pública, el hacinamiento y los problemas de vivienda. Una situación que este año, en medio de la pandemia, se mostró crudamente en Guernica (donde hubo represión) y otros lugares del país. ¿La película puede actuar como un espejo a múltiples realidades actuales?
Con todo lo que pasó este año, yo pienso, el no acceso a la vivienda, la no posibilidad de vivir de una manera más digna, ahí hay una mezquindad gigante de los gobiernos, de décadas y décadas que se van acumulando. Eso se inscribe en cada pared, en cada lugar deteriorado. Porque siempre pasa eso, como ahora con las tomas, sacar a la gente de ahí, reprimirla, y después si es que queda, hacer un barrio periférico, completamente precario con materiales de mala calidad, que se derrumbe pasado un par de años. Creo que todo el sistema de Argentina está planeado así, y en las provincias argentinas, todos esos barrios periféricos, es increíble el estado en el que están.
¿Qué problemas enfrenta hoy la producción de cine en Argentina?
Me cuesta mucho identificarme con el sistema de cine argentino porque creo que siempre ha estado vedado para las provincias y en particular para Corrientes, que es una de las provincias más pobres de la Argentina. Creo que hay que tumbar todo, cambiar todo, porque realmente el acceso es muy poco y se sigue filmando siempre lo mismo, y lo que llamamos cine argentino es el recorte sensible de una clase dominante mirando a otra.
La entrevista se completa con un ping pong de preguntas que nos permiten conocer más sus ideas, entre ellas ¿por qué el capitalismo merece perecer?. En el video podrán verla completa.
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